Cuando nada tiene sentido
En esta fallida comedia, Betiana Blum es una viuda que reúne a sus hijos y los amigos de su marido para despedirlo.
Aralia (Betiana Blum) quiere reunir a “la banda” de música que compartía junto a su difunto marido para arrojar las cenizas de éste al mar y estrenar el último tema que él compuso. Para eso, convoca a sus viejos compañeros de ruta (Hugo Arana, Beatriz Spelzini, Jorge Chester) a un complejo turístico en Chapadmalal, donde también intentará limar asperezas con sus hijos (Martín Slipak, Pablo Rago, Romina Gaetani), con la supervisión del espíritu del muerto (Víctor Laplace).
Nada funciona en Todavía. Intenta ser una comedia dramática que balancee en partes iguales los enredos y la emoción, pero todo es forzado. Los conflictos son superficiales y ocurren de la boca para afuera de los personajes, que carecen de cualquier complejidad y son monocromáticos. Ante la pobreza del guión, el experimentado elenco pone en juego todo su oficio, pero no alcanza para sostener el verosímil. Ni tampoco que al principio se advierta que se trata de “una historia inspirada en hechos reales”.
En un contexto de artificialidad y austeridad de producción que hace evocar a ciclos televisivos de la década del ‘80, las situaciones se reiteran. En cada uno de sus diálogos, los personajes de Blum/Spelzini, Blum/Gaetani y Rago/Slipak se la pasan discutiendo, no se entiende del todo bien a cuento de qué. Ni por qué Aralia se arrepiente de hacer la ceremonia fúnebre junto al mar y arrastra a todos hasta Purmamarca: no parece haber nada que justifique ese traslado, salvo el auspicio del gobierno jujeño.
Así, se podrían seguir enumeran- do diversas circunstancias que no terminan de explicarse porque se quedan en el mero enunciado, como el detalle de que Aralia está recién trasplantada (un tema que interesa a Tomás Sánchez, que ya lo había abordado en Otro corazón, de 2012). Que algo sea dicho una y otra vez, aun de diferentes formas, no le da peso dramático. Más bien al contrario. ■