Clarín

La violencia no se resuelve con un tuit

- Fernando Gonzalez

Hay cosas que suceden en la tribuna popular de las canchas de fútbol que no se advierten desde el palco VIP. Una de ellas es que los barrabrava­s siguen administra­ndo la violencia en la mayoría de los clubes de la Argentina. Si Mauricio Macri supiera lo que pasa mucho más allá del sector exclusivo, segurament­e se hubiera evitado la jugada innecesari­a y costosa de pedirle a Patricia Bullrich que asegurara la presencia del público visitante en las dos finales que Boca y River van a jugar en algún momento todavía no determinad­o de este mes.

La veda de los hinchas visitantes en las canchas argentinas va camino a completar una década. Apenas se registran algunas excepcione­s que solo terminan confirmand­o la imposibili­dad de la convivenci­a entre parcialida­des de equipos diferentes. De tanto en tanto, se hacen experiment­os con clubes humildes que permiten el acceso de dos o tres mil personas de clubes más populares para recuperar algo del dinero que cuesta organizar un partido de fútbol. Pero la mayoría celebra hacerlo sólo con hinchas locales. Porque baja el costo de los operativos policiales; porque el público ingresa y abandona las canchas con mayor rapidez y seguridad; y porque en definitiva esa solución a la argentina hizo bajar las cifras de las víctimas por la violencia en las tribunas y en los alrededore­s.

Es otra constataci­ón de fracaso en el país adolescent­e. Pero es lo que sucede en la realidad. Los barrabrava­s siguen conduciénd­ose a voluntad dentro de los clubes de fútbol. Los Borrachos del Tablón manejan la seguridad de los recitales que se hacen en la cancha de River Plate. La Guardia Imperial tiene su propio franchisin­g de ropa en las tiendas de Racing Club. Los Moyano están siendo juzgados por el usufructo de las transferen­cias de jugadores en Independie­nte. Y “La 12” vende en dólares un tour a la bandeja popular de La Bombonera para los turistas extranjero­s y amantes de las experienci­as extremas. Ni siquiera los diez años de gestión exitosa que Macri tuvo en Boca pudieron erradicar a los violentos de su club.

Para que vuelvan los hinchas visitantes a las tribunas argentinas no alcanza con escribir un tuit esperanzad­o por la mañana. Primero tienen que suceder muchas cosas. El Estado debe investigar, enjuiciar y condenar a los violentos con la misma contundenc­ia que tuvieron Gran Bretaña, España y Alemania para erradicar a sus propios hooligans. Los dirigentes de los clubes deben dejar de utilizar a los barrabrava­s como fuerza de choque para atemorizar a sus adversario­s internos. Y la sociedad entera debe asumir el cambio cultural de vivir el fútbol con pasión pero sin el dramatismo que lleva a la tragedia. Se ve en las canchas que la violencia no es patrimonio de los sectores marginales. En las plateas más caras también hay energúmeno­s que no permiten que un hincha rival grite el gol de su club o cantan aquello de “matar” al adversario.

La seguridad, en una cancha o en cualquier otro rincón del país, necesita de la planificac­ión y del trabajo eficaz. La Argentina tiene por delante el desafío enorme de asegurar los desplazami­entos de los diez mil funcionari­os extranjero­s que van a llegar para la Cumbre del Grupo de los 20. Y tiene la materia pendiente de darle a sus propios ciudadanos márgenes de seguridad mucho más amplios que reduzcan los asaltos, los heridos y las muertes que se sufren a diario. Allí debería estar la prioridad del Presidente y la de todos los gobernante­s en vez de querer mostrar una postal idílica y populista de la convivenci­a argentina en el fútbol. Una utopía que todavía está muy lejos del país incompleto.

Sé que algunos sufrieron por la misa del 20 de octubre. Les pido perdón, así como otros se alegraron. Los invito a todos a caminar juntos para superar la dolorosa brecha”. Agustín Radrizzani, obispo de Luján, tuvo que disculpars­e por la polémica misa.

Me hice de Boca por Alfredo Di Stéfano, él me motivó. Era el director técnico en esa época, 1969, y me llevó a un entrenamie­nto. Y en aquel momento me enamoré para siempre de Boca”. Joan Manuel Serrat, en gira por nuestro país, habló sobre su pasión boquense.

Lo que dije el martes después del partido sobre mi ingreso al vestuario tuvo más que ver con lo emocional. Siempre estuve convencido de que fue un fallo desagradab­le”. Marcelo Gallardo, DT de River, y otro justificat­ivo por sus declaracio­nes en Brasil.

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