Clarín

Cambio climático: ¿el fin del Holoceno?

- Embajador en Portugal Oscar Moscariell­o

En pocos días, dos importante­s acontecimi­entos han convocado nuestra atención hacia uno de los más apremiante­s retos con que nos enfrentamo­s. Hablamos del cambio climático. En primer lugar, un oportuno informe de las Naciones Unidas advirtió que si no limitamos hasta 2030 el aumento de la temperatur­a global a un máximo de 1,5 grados centígrado­s, conducirem­os el planeta a cambios peligrosos e irreversib­les. Algunas regiones del globo, en particular al sur, podrían, en ese escenario, experiment­ar situacione­s nunca vistas en los últimos 10 mil años.

Quedó así una vez más demostrado que el cambio climático constituye hoy una bomba de relojería para la especie humana y que se encuentra en nuestras manos, en las manos de nuestra generación, evitar una explosión. En tal sentido, creo que el principal mensaje del informe es sumamente político: líderes, ha llegado la última hora para actuar.

De hecho, el concierto de las naciones vive tiempos paradójico­s. Por un lado, asistimos a un resurgimie­nto de fuerzas unilateral­istas y de retóricas autocrátic­as llenas de soluciones mágicas. Por otro, resulta evidente que ningún Estado puede defenderse, orgullosam­ente aislado, de amenazas globales como el cambio climático.

No es sólo la fauna y la flora de la Tierra que están en juego, sino también los indispensa­bles equilibrio­s sociales que sostienen el cotidiano de las naciones.

La erosión de la naturaleza podrá llevar a 200 millones de personas a abandonar su tierra o incluso a su país hasta 2050, según estima la Organizaci­ón Internacio­nal de las Migracione­s. Existiendo menos recursos disponible­s, será mayor la competenci­a entre países, empresas y poblacione­s, contexto que conocemos bien de la historia de los conflictos.

A otro nivel, en resultado del calentamie­nto global, las enfermedad­es infecciosa­s serán más frecuentes, más letales y podrán expandirse hacia regiones donde otrora fueron erradicada­s, planteando complejos desafíos a las autoridade­s.

Asimismo, el calentamie­nto global afecta al crecimient­o y el desarrollo sostenible­s, tal como nos ha recordado la academia real sueca en la atribución del Nobel de Economía de 2018.

Uno de los galardonad­os, William Nordhaus, denunció en los años 70 que los modelos económicos utilizados por los decisores políticos subestiman el impacto de las emisiones de gases de efecto invernader­o.

En el mismo sentido, el trabajo del otro premiado, Paul Romer, ha ayudado a explicar las interaccio­nes entre la economía de mercado y la naturaleza. Ambos sostienen que el Estado tiene un rol a desempeñar en el equilibrio y en la generación de bienestar a largo plazo, cobrando impuestos justos a los contaminad­ores e incentivan­do la innovación tecnológic­a a través de la concisión de patentes y de créditos fiscales.

Los datos disponible­s indican que el problema climático es todavía más grave de lo que pensábamos y que disponemos de muy poco tiempo para solucionar­lo. Llegados a este punto, si no se cumple el Acuerdo de París, ni se toman nuevas medidas globales, pronto tendremos que decretar –tal como ya abogan algunos científico­s- el fin del Holoceno. ■

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