Contradicciones a la hora del expendio de alcohol
El sábado fui a un supermercado y al llegar a la caja con una botella de vino tuve que dejarla porque estaba en horario de prohibición de venta de bebidas alcohólicas. Aplausos.
Al llegar a mi destino en Av. Meeks al 1000 de Temperley (quien quiera ver, que vea y quien quiera oír, que oiga), la vereda estaba, literalmente, intransitable. Sobre un costado, cantidades de adolescentes, munidos de conservadoras con hielo, llenas de latas de cerveza. Algunos con bolsos, vendiendo alcohol a otros adolescentes, quienes negociaban el precio según la bebida fuera enfriada o natural. Los adquirentes, tirados en el piso, dificultaban el libre y normal desplazamiento de los vecinos, cuando no, el ingreso a sus viviendas. Algunos, para disfrutar la ingesta con mayor comodidad se recostaban sobre la patrulla policial.
A quien le quepa el sayo, que se lo ponga, pero por favor dejemos la hipocresía: ya no se trata ni de Macri ni de Cristina. Somos nosotros.