Clarín

Argumentos para seguir siendo cristinist­a

- Ricardo Roa

Más golpeados y más confundido­s de lo que estaban al comienzo, los defensores de Cristina no se rinden. No les sale ni un gesto ni una disculpa por la corrupción. En todo caso, una: si hubo corrupción no fue culpa de ella.

El núcleo duro, que no es mayoría, practica el negacionis­mo: la corrupción no existió. Es un invento de Macri gato o de los grupos poderosos o de los medios concentrad­os. O de todos ellos juntos. Es grotesco oír cómo repiten a cada rato esos clichés. Pero Cristina ha presidido dos gobiernos de corrupción intachable y con tantas pruebas a la vista, el negacionis­mo es una fórmula que se va a pique o que ya se fue a pique.

Cristina tiene un montón de causas. Tres la arrinconan. Una: la obra pública vial en Santa Cruz, donde está procesada y embargada por 666 millones de dólares, la cantidad de fondos investigad­os y desviados a Lázaro Báez y su empresa Austral Construcci­ones. Las otras son Los Sauces, una inmobiliar­ia trucha donde el 86% de las facturas eran pagadas por el mismo Báez y Cristóbal López, y Hotesur, hoteles de lujo en El Calafate y otro ejemplo de lavado de dinero: habitacion­es vacías por las que los Kirchner recibían fortunas.

Es fácil hablar de Cristina como expresión del campo popular más que de las luchas populares y es fácil y cuesta poco y nada meter en cada análisis las consignas de la inclusión social y de la lucha por un proyecto de país, que nadie tiene o representa como ella.

Pero viendo las cosas que han aparecido y que siguen apareciend­o, cuesta mucho y cada vez más sacar a Cristina del lugar donde está metida y esta vez sí por méritos sobrados y enterament­e propios. Así se explica que descienda el número de negacionis­tas y aumente el de relativist­as: los que aceptan que Cris- tina podía saber de la corrupción aunque nunca estuvo implicada en la corrupción.

Ese grupo de los relativist­as tiene al menos una dificultad: cómo dejar afuera a Kirchner si la corrupción fue De Vido o Báez o los dos López, Cristóbal y José, el de los bolsos, o el secretario Muñoz que se murió cuando ya había comprado propiedade­s en Miami por US$ 100 millones o Antonini Wilson o Jaime, que aceptó al fin haber robado.

Hay tantos que muchos pasan desapercib­idos. Uno es Pérez Gadin y merece un lugar destacado en la lista: era el contador de Báez y compró La Rosadita y era el contador de Cris- tina y administra­dor de Hotesur y Los Sauces.

¿Y qué hacen entonces los relativist­as? Decir que todos roban, todos los políticos, se entiende. Y que más han robado Macri y sus funcionari­os. Anotan: los Panamá Papers, el Correo, el primo de Macri, Calcaterra, y el hermano de la vida de Macri, Nicky Caputo, y el primo Toto Caputo y sus maniobras con los bonos de la deuda. Es tan obvio que se cae de maduro: buscan sacar el foco de la corrupción kirchneris­ta.

En tren de seguir resistiend­o, todos se mezclan en la idea de que Macri es el neoliberal­ismo y si nos descuidamo­s también la dictadura y que Cristina es la resistenci­a y si nos descuidamo­s la resistenci­a nacional y popular. Hay tensiones como Grabois que va con Cristina pero dice que no va con los corruptos y De Vido que se siente aludido y es aludido y le dice con voz de barrio ortiba y vigilante.

Todos defienden a Cristina como pueden porque en la confusión del peronismo termina siendo la única esperanza para volver al poder. Y ya se sabe: se puede aguantar cualquier cosa menos estar fuera del poder. ■

Cambio de relato: baja el número de negacionis­tas de la corrupción y sube el de los relativist­as.

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