Clarín

Una ópera que fluye y conmueve

- Sandra de la Fuente Especial para Clarín

“Hamlet”

De: Ambroise Thomas. Libreto: Michel Carré y Jules Barber. Dirección musical: Hernán Schvartzma­n Dirección escénica: María Jaunarena. Con: Armando Noguera, Laura Pisani y elenco. Teatro: Avenida.

Con la puesta del Hamlet del compositor Ambroise Thomas, la asociación de ópera Juventus Lyrica jugó una carta muy atractiva, no sólo por la reparación que significa la reprograma­ción de una ópera que había perdido presencia en los escenarios del mundo a poco de comenzado el siglo XX, sino por la audacia que significa el retoque y agregado de textos a uno de los originales del propio Thomas (es sabido que las obras sufren cambios luego de su estreno, y este Hamlet hasta tiene dos resolucion­es opuestas, escritas por el propio Thomas).

En el programa de mano, María Jaunarena, directora de escena, explica las razones que la llevaron a sumar textos y modificar el final. No hace falta leer las citas a Borges, Bloom, Nietzche o Brook, algunas de las tantas autoridade­s que menciona en su afán por reforzar su punto de vista. Lo que Jaunarena dice sobre este Hamlet podría aplicarse a cualquier otra obra. Ninguna de ellas es un conjunto de reglamenta­ciones a ser acatadas. Por el contrario, la ópera es una estructura compleja que cobra vida sólo cuando se la reproduce.

Sin embargo, en la audacia de Jaunarena se vislumbra una ansiedad por explicar lo que el original ha dado por sabido. Sólo una didáctica un poco atolondrad­a puede convertir la magnífica obertura que escribió Ambroise en una extraña pieza de música incidental. Un atolondram­iento que también podría explicar el hecho de que algunos de los textos subrayados queden negados en la acción dramática (por ejemplo, el artificios­o movimiento de actores en cámara lenta segundos después de proclamada, en forma oral y escrita, la necesidad de una actuación natural).

Con todo, la obra fluye y conmueve. La escenograf­ía no podía ser más efectiva: simples tules rectangula­res que absorben la luz exacta: bosques nevados, palacios ostentosos o la intimidad de una habitación, surgen con sólo levantar un par de tules o cambiar el tono de luz. Un diseño exquisito de Gonzalo Córdova.

El cuerpo de cantantes actores es parejo y lucido. El barítono Armando Noguera compone un Hamlet potente y bien timbrado. Laura Pisani, una Ofelia descollant­e, a la que apenas podría reprochárs­ele un vibrato excesivo en algunos pocos pasajes. La voz del bajo Mario de Salvo ha ganado graves y cuerpo. Es un Claudius convincent­e. Y su compañera, la reina Gertrude, está muy bien interpreta­da por Sabrina Cirera.

También Santiago Burgi tiene buena presencia vocal y actoral. Su voz se escucha correr con fluidez y menos fuerza que en otros tiempos; además, su gesto ganó introspecc­ión, se volvió creíble. El resto del elenco estuvo a la altura de los protagonis­tas.

La orquesta fue el punto más flojo de esta versión. No tanto porque la dirección de Hernán Schvartzma­n o el oficio de los instrument­istas fallaran, sino por los propios límites que impone el teatro Avenida, con un foso que impide completar la cuerda para equilibrar una sección de vientos cargada de metales. La percusión, desde el palco, sonó desacompas­ada y no logró fundirse con el timbre general. ■

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Protagonis­ta. Armando Noguera compone un Hamlet potente.

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