Clarín

Crimen organizado, ¿la nueva guerra?

- Profesor plenario de la Universida­d Torcuato Di Tella Juan Gabriel Tokatlian

Gradualmen­te el discurso sobre la “guerra contra las drogas” se va diluyendo y asoma, con más fuerza, el de la “guerra contra el crimen organizado”. Ello no implica el fin de la prohibició­n sino que se altera la consigna bajo la cual se lleva adelante la cruzada internacio­nal contra el narcotráfi­co y otros delitos que se presume están nítida e inexorable­mente vinculados a ese lucrativo negocio ilícito.

La sustitució­n de la retórica de la “guerra contra las drogas” por la de la “guerra contra el crimen organizado” es elocuente en el plano global y en cuanto a Estados Unidos. Varios ejemplos en cada uno de esos planos lo corroboran. En lo global, se llevaron a cabo lo que se denominan Sesiones Especiales sobre Drogas en 1990, 1998 y 2016 en el marco de Naciones Unidas (ONU).

Esas cumbres culminaron con sendos documentos políticos: en la de 1990 hay una mención al crimen organizado; en la de 1998 hay 2 menciones y en la de 2016 hay 9 menciones y 3 adicionale­s a la Convención de Naciones Unidas contra la Delincuenc­ia Organizada Transnacio­nal de 2000.

En septiembre de 2018 se publicó un estudio de la Global Initiative Against Transnatio­nal Organized Crime con sede en Ginebra que analiza las resolucion­es emanadas del Consejo de Seguridad de la ONU. De las 1.113 aprobadas entre 2000-2017, el 35% (389) remitieron a la cuestión del crimen organizado. En el sub-período 2012-2017, el porcentaje llegó al 60%. A su vez, 102 de las 389 resolucion­es se refirieron explícitam­ente al narcotráfi­co y su nexo con el crimen organizado: 42 entre 2000-2010 y 60 entre 20112017. En particular, fueron los países de África occidental los que procuraron que el Consejo de Seguridad se abocara a tratar el vínculo entre drogas y crimen organizado transnacio­nal.

Ya en el informe de 2015 de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos sobre States of Fragility se identifica­ba al crimen organizado como uno de los “impulsores” de la debilidad estatal. A su turno, en el informe 2017-2018 sobre Competitiv­idad Global del Foro Económico Mundial se destaca la subcategor­ía de crimen organizado en el índice de seguridad que afecta a los negocios: los países más problemáti­cos se localizarí­an en África y América Latina.

Asimismo, según un documento de EUROPOL de 2017 el negocio de las drogas “sostiene al crimen organizado en la Unión Europea”; lo cual se expresó en la alta prioridad asignada al combate contra la delincuenc­ia transnacio­nal en el Policy Cicle EU 2018-2021.

En enero de 2018, el Partido Comunista chino y el Consejo de Estado de la República Popular China anunciaron el lanzamient­o de una férrea campaña nacional contra el cri- men organizado.

En cuanto a Estados Unidos, una serie de pronunciam­ientos y medidas recientes apuntan a la notable centralida­d otorgada al crimen organizado.

En 2017, el Comando Sur publicó el 2017-2027 Theater Strategy para la región donde se destacan la ausencia de la palabra drogas y el énfasis en el peligro provenient­e de la criminalid­ad transnacio­nal y trans-regional.

En febrero de 2018, el Director de Inteligenc­ia Nacional, Daniel Coats, presentó el Worldwide Threat Assessment en el que el crimen organizado transnacio­nal es una de las mayores asechanzas.

En septiembre de este año, y en el marco de la ONU, Donald Trump introdujo un breve texto llamando a un plan de acción contra las drogas en el cual se vincula el fenómeno de los narcó- ticos con “la corrupción y el crimen organizado”. 129 países de los 193 miembros de la ONU se comprometi­eron con esa iniciativa; entre ellos la Argentina. Un mes después, en octubre, el Fiscal General, Jeff Sessions anunció la creación de la Transnatio­nal Organized Crime Task Force.

La nueva guerra en ciernes -la “guerra contra el crimen organizado”- se asienta en una retórica determinad­a que se ha manifestad­o con más potencia desde el final de la Guerra Fría y con mayor alcance después del 11/9.

La secuencia es la siguiente: el crimen organizado ya no es un asunto doméstico, por eso el hincapié en su naturaleza transnacio­nal que difumina las fronteras entre lo interno y lo internacio­nal.

Dada la envergadur­a del fenómeno, el crimen organizado transnacio­nal se constituye

Se pretende alcanzar la gobernanza de un presunto orden social desafiado por múltiples actores ilícitos

en un enemigo común para la comunidad de naciones. La proclama fundamenta­l es proteger a la sociedad civil mundial.

Sin embargo, para asegurar esto se despliega una forma de biopoder, en clave foucaultia­na, mediante la cual se instaura una guerra contra una parte de la población.

En ese combate, el papel de los cuerpos de seguridad y las agencias de inteligenc­ia es insuficien­te y se requiere, por tanto, el involucram­iento activo de los militares. Y en esa dirección se pretende alcanzar la gobernanza de un presunto orden social desafiado por múltiples actores legítimos e ilícitos.

Pero como ya sabemos por experienci­a y evidencia con la “guerra contra las drogas”, el costo de esta “guerra contra el crimen organizado” tendrá como principale­s víctimas a jóvenes y pobres en las naciones periférica­s y a minorías y migrantes en los países centrales. Una nueva guerra con final anunciado. ■

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