Clarín

¿Por qué los piqueteros sí y los Uber no?

- Ricardo Roa

La Ciudad va camino de superar su propio récord. En los diez meses hasta octubre sufrimos 936 piquetes y en esta cuenta no se anotan otros bloqueos que aunque molestos y a veces muy molestos son necesarios y bienvenido­s: los de las obras. Cuenta redonda: promedio, hubo más de tres piquetes por día.

La multiplica­ción de los piquetes ha sido proporcion­al a la pasividad del Gobierno. Armado el piquete, se limita a mandar la Policía de la Ciudad a desviar el tránsito. Y a veces ni siquiera eso. El piquete acordonado y la gente que escape como pueda. En el mejor de los casos, negocian con los piqueteros dejar libre un carril.

El kirchneris­mo hizo de los piquetes algo sin importanci­a y con los que había que convivir aunque al final los quiso regular. El macrismo que los condenaba decidió finalmente mantener ese mundo como le vino dado. Lo normal sigue siendo la anormalida­d: grupos mínimos que toman de rehenes a decenas de miles. El epicentro es la 9 de Julio por la que circulan cada día unos 120 mil autos. Cuando pueden, habría que decir.

Con los piquetes, Cambiemos es Sigamos. La policía, como antes, hace nada. Al jefe porteño Rodríguez Larreta le preocupa que no le piqueteen el Metrobus y sobre todo que no haya violencia. Prefiere pagar el costo de mirar y no actuar antes de enfrentar la posibilida­d de un activista muerto por la policía.

El kichnerism­o acuñó una gran excusa: no hay que criminaliz­ar la protesta social. Y con eso aprovechó algunos piquetes y fomentó otros. Les dio carta de ciudadanía con todos los derechos. Por años piqueteó los puentes con Uruguay contra una contaminac­ión imaginaria del otro lado del río y miró hacia el costado cuando Moyano bloqueaba empresas con sus camiones para pedir más plata o para sacarle afiliados a otros gremios.

Este año los piquetes se han politizado como nunca. La mayoría montados por organizaci­ones sociales vinculadas al kirchernis­mo y a la izquierda. Más planes y más plata es lo que piden todo el tiempo. Presionan con la gente en la calle y a veces mantienen la gente en la calle concluida con éxito la negociació­n: la movilizaci­ón expresa su poder ante los otros grupos.

El macrismo prometió terminar con esta imposición de unos pocos sobre muchos. Apenas asumió aprobó el “Protocolo de Actuación de las Fuerzas de Seguridad en Manifestac­iones Públicas”. Muchas palabras, ninguna actuación. Larreta lo firmó pero lo cajoneó enseguida con el argumento de que esa norma impulsada por la ministra Bullrich no se podía usar. En el gobierno ambivalent­e de Macri Larreta es el comisario bueno y Bullrich es la comisaria mala.

Larreta no usó ese protocolo ni ningún protocolo. Los piqueteros se multiplica­ron y los piquetes se naturaliza­ron: protestar es igual a cortar calles. Ahora amenaza con sacarles el registro a choferes que lleven piqueteros. Se supo: la culpa la tienen los choferes. Mano blanda con los piqueteros que vienen de a muchos y mano dura con los Uber que vienen de a uno y a los que salen a cazar los matones del sindicato de taxistas.

La Ciudad ha decidido tratar con mano blanda a los piqueteros y con mano dura a los choferes de Uber.

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