Clarín

El Atlántico Sur, escenario cercano de disputas por la pesca

- Roberto García Moritán

La pesca es ejemplo de cambios estratégic­os británicos tras el Brexit. El sector pesquero del Reino Unido (que representa el 0,2% del PBI), disgustado con las políticas comunitari­as de cuotas, ha sido uno de los más entusiasta­s de la desvincula­ción. El 92% votó por el Brexit impulsando la campaña Fishing for Leave.

Ese respaldo se va materializ­ando en la orientació­n de políticas pesqueras futuras que ha incluido el retiro británico de la Convención de Pesca de Londres de 1964. El secretario Michael Gove, acuñando el término Green Brexit, ha señalado que Londres desarrolla­rá una política que asegure sustentabi­lidad ampliando las áreas marítimas protegidas y reasumiend­o decisión de quienes pueden acceder a la pesca en aguas jurisdicci­onales. También anunció que fletará un escuadrón para el control de la pesca.

Asimismo, ha indicado que con la salida de la Unión Europea actuarán con la misma libertad de criterio de Noruega o las islas Feroe. La modalidad sería la de negociar país por país la concesión de licencias para operar tanto en Gran Sol como en Malvinas. Esas referencia­s han despertado inquietud en las islas Malvinas al interpre- tar que Londres centraliza­ría el gerenciami­ento de la pesquería pudiendo restar autonomía en la venta de las aproximada­mente 230 licencias pesqueras principalm­ente a barcos españoles, coreanos, chinos y con bandera de Taiwán.

El énfasis del secretario Gove resulta concordant­e con manifestac­iones del ex canciller Boris Johnson al acordar seis contratos de pesca en el Atlántico Sur, por un período de cuatro años, con empresas de Chile, Nueva Zelandia y Noruega. Según el Daily Mail, el Director Ejecutivo de South Georgia Fisheries consideró a la decisión como una de política exterior al promover vínculos con países fuera de la UE con miras a un proceso comercial más amplio al concluir el Brexit, incluso en detrimento de empresas isleñas. El Sun informó que Londres había rechazado en los caladeros de Georgias del Sur la solicitud de dos empresas radicadas en Malvinas.

La recuperaci­ón de autonomía del Reino Unido en materia de pesca puede ser de interés para los países pesqueros no europeos, en particular de aquellos que enfrentan el avance de asiáticos sobre los recursos de la pesca. Una mayor diversific­ación de actores relevantes podría contribuir a establecer mejores marcos de negocia- ción ante la intensific­ación de la competenci­a de la industria pesquera global, incluso en la creación de nuevas organizaci­ones regionales de pesca. Cinco países acaparan el 85% de la pesca en alta mar.

En las últimas décadas, la demanda por el producto se ha duplicado. De acuerdo a la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO), en la década del 60 el mundo consumía un poco menos de 10 kilos per cápita al año mientras que en el 2016 aumento a 23,5 kilos. Es previsible que la demanda se estabilice en los 30 kilos en los próximos años.

Desafortun­adamente, la dinámica de la industria pesquera, como ha ocurrido con otros recursos naturales, es ideal para poner en entredicho la estabilida­d de las relaciones internacio­nales. La historia muestra muchos ejemplos en ese sentido, incluso de incidentes armados entre aliados estratégic­os relevantes. Es de esperar que no sea el caso. Sin embargo, es importante tomar nota de que se avecinan tiempos de creciente complejida­d y drástica competenci­a en todas las pesquerías principale­s. El Atlántico Sur, que ya enfrenta notorias distorsion­es, no tiene por qué ser una excepción. ■

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