Una diosa en la Argentina
Fue instalada ayer, con cuidados especiales. Viene desde el Museo Arqueológico de Nápoles.
Desde este jueves se podrá ver en el Museo de Bellas Artes la escultura de Afrodita de Capua, divinidad griega del amor. Tiene casi 2 mil años de antigüedad, mide más de 2 metros y llegó desde Nápoles con un seguro de 1,5 millón de euros.
Una grúa, en la puerta del Museo Nacional de Bellas Artes, lleva una caja hasta lo alto de la escalinata de acceso. Delicadamente. Luego, dentro del edificio, un grupo de hombres entrenados en transporte de obras de arte puja y mueve la gigantesca caja sobre un enorme cricket por varias de las salas del museo, hasta llegar al destino en el que será exhibida: el hall central. Con cuidado: la estatua de mármol que viene adentro tiene casi 2.000 años. Ya está en Buenos Aires la Afrodita de Capua: llegó la diosa del amor, la belleza y la sensualidad.
La escultura viene desde el Museo Arqueológico de Nápoles, tuvo una escala técnica en Frankfurt y desde allí voló hacia el país. Esta célebre obra romana, que tiene más de 700 kilos de peso y 2,20 metros de altura viaja desde las entrañas del tiempo: fue realizada en el siglo II.
Representa la versión romana y en mármol de la estatua de Afrodita original, que había sido realizada en bronce en Grecia en el siglo IV antes de Cristo.
Y así es: aunque en Grecia se la conociera como Afrodita, nosotros aquí (y gracias a los romanos, que decidieron llamarla de otra forma), la conocemos mejor como Venus, diosa no sólo del amor sino también de la belleza, la reproducción, el sexo y hasta de la lujuria.
La visita de la Afrodita de Capua a la Argentina responde a una colaboración entre nuestro país, la Embajada de Italia, el Istituto Italiano di Cultura, la Secretaría de Cultura de la Nación, el Museo Nacional de Bellas Artes y su Asociación de Amigos. Fueron los dos organismos italianos los que ofrecieron y ayudaron a traer a Afrodita en el marco del G20. ¿La valuación de esta obra clásica? Un millón y medio de euros, sostienen desde la Embajada de Italia.
En el Museo -cuidado, cuidado- hubo toda una serie de maniobras que llevaron algunas horas: primero, tenía que llegar Giovanni Cirella, el courrier de la obra (es decir, el empleado del Arqueológico de Nápoles que viajó con Afrodita desde ese lugar, sin prácticamente despegarse de ella durante el trayecto). Una vez que la obra llegó al Bellas Artes y que Cirella y los representantes de la Embajada, el Is- tituto italiano y el Museo estuvieron presentes, recién entonces comenzó a abrirse la caja, ya que el courrier y los demás representantes tenían que atestiguar que el trabajo estaba en idénticas condiciones que cuando partió de Italia.
Un instante de tensión.
Si bien la obra llegó en excelentes condiciones, alguna irregularidad del mármol de la base en la que Afrodita está apoyada hizo que se produjera otra demora: el courrier exigió una herramienta especial para que la es- cultura pudiera ser sacada de la caja y colocada sobre la base construida para su exposición. Finalmente, luego de varias demoras (algo frecuente en
La escultura podrá apreciarse a partir de este jueves, a las 11, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida Del Libertador 1473. Entrada gratuita.
los casos de traslado de obras de arte muy antiguas), Afrodita lució su blancura, su torso desnudo y sus brazos desplegados en el Bellas Artes.
¿Pero por qué la diosa Afrodita en versión romana tiene sus manos vacías mientras que la escultura original griega sostiene entre sus manos una manzana? El gesto de la Afrodita de Capua que podremos ver ahora -la cabeza inclinada hacia un costado, los brazos desplegados- reclama un objeto ausente. Algunos historiadores y arqueólogos sostienen que el objeto que reclama podría ser el escudo de su amante Ares, en el que -según describe la iconografía griega- la mujer contempla su imagen en él tal como si se tratara de un espejo.
Otros especialistas dicen que, en realidad, el objeto ausente podría ser una lira.
Pero hay otros detalles: puede observarse que la escultura está semidesnuda. Se debe a que este tipo de representación -torso descubierto, parte inferior del cuerpo tapada con un manto drapeado, llamado himation- es una tipología de la representación escultórica de Afrodita/Venus.
La historia de la obra que llegó a nuestro país es mítica: se cuenta que la versión original de la diosa, la griega, surgió de la espuma de un mar cercano a Chipre, cuando Cronos -el más joven de la generación de los titanes-, durante la guerra entre titanes, cortó los testículos de Urano (el Dios de Cielo) y los arrojó al mar.
Fue entonces cuando surgió del agua una deslumbrantemente bella Afrodita. No era un bebé ni una niña, sino que nació directamente adulta: era una doncella. El mito sigue contando que Zeus (el padre de los dioses y de los hombres) al ver la hermosura de Afrodita, la casó inmediatamente con un poco agraciado Hefestos (dios del fuego y la fragua). Afrodita, descontenta con esto, mantuvo un romance con Ares, el dios de la guerra. En Roma, Ares recibió el nombre de Marte.
Afrodita nunca fue feliz con Hefestos, a pesar de los regalos que éste le hacía. Cuentan los mitos que Ares fue uno más de los varios romances que Afrodita sostuvo.
Si usted se acerca al Bellas Artes, podrá contemplar la escultura de Afrodita/Venus en todo su potencial: grande, alta, esbelta, erguida, de blanco mármol. El cabello partido en dos, recogido, y los brazos exponiendo un corte (se debe a una restauración realizada en 1820).
Hallada en 1750 en el Anfiteatro Campano de Capua –el segundo en importancia después del Coliseo-, esta Afrodita que nos acompañará en la Argentina hasta el 17 de febrero se hace presente para recordarnos varias cosas, entre ellas lo que esta diosa representaba entre los griegos: el amor romántico especialmente, pero también la atracción física, sexual.
Es decir que Afrodita se hace presente en Buenos Aires en esta primavera como un enorme signo de pregunta blanco: para que nos cuestionemos, una vez más, qué es y qué no es el amor. Y para que nos acerquemos al museo y observemos y veneremos, quizás, a esta diosa singular, tal y como se hacía en la antigüedad. ■