Almirón frenó la hemorragia de San Lorenzo, pero Vélez fue mejor
Dos tiros en los palos y un dominio sostenido hablan del mérito local. Lejos de su estilo, el DT visitante eligió el orden.
Lejos del vértigo que supo impregnarle a Godoy Cruz, a Independiente y a Lanús. Desentendido del ataque desmedido que le gusta que sus equipos regalen. Enemistado provisoriamente del coqueteo constante con el riesgo en la salida del fondo. Jorge Almirón, el flamente entrenador de San Lorenzo, se llevó lo que fue a buscar a la cancha de Vélez: frenar la hemorragia interna de un grupo herido. Después de 16 partidos volvió a terminar con la valla invicta. El 0-0, injusto para los de Liniers, les dio a los visitantes un punto, pero sobre todo, el mimo psicológico que estaba necesitando.
“No es un momento para hacer locuras”, había adelantado Jorge Almirón en su presentación como técnico del Ciclón. Y con tan sólo seis sesiones de entrenamientos, en su primer partido sus dirigidos captaron el mensaje desde el vamos. Orden ante todo. Ese fue el lema del San Lorenzo de Almirón en Liniers. Si algo se le criticaba al ciclo de Claudio Biaggio era la falta de una idea definida de juego. Bueno, después de más de un año, el conjunto de Boedo puede jactarse de tener un plan claramente identificable. Seguramente no será el que caracterice a este San Lorenzo en 2019, pero es lo que el nuevo entrenador pensó para empezar a acomodar las estanterías de un plantel desacomodado física y tácticamente.
El 4-5-1 azulgrana tuvo como prioridad cerrarle todo tipo de espacios al Vélez de Gabriel Heinze, que aprovecha la velocidad de sus rapiditos para alborotar defensas ajenas. Pero le costó en el primer tiempo al local en la noche lluviosa del Amalfitani. Las líneas, juntitas entre sí, de San Lorenzo le impedían encontrar claridad al Fortín al cruzar la mitad de la cancha. Por eso, lo más peligroso
para el arco de Nicolás Navarro llegó a través de remates de media distancia. Cómo el de Agustín Bouzat, que tapó el arquero, y el de Thiago Almada -previo error de Fernando Belluschi, que le cedió la pelota a un rivalque hizo temblar el palo izquierdo.
Vélez jugó a lo que viene jugando - y bastante bien- en esta temporada. Y también mostró las imprecisiones que lo vienen acompañando todavía. Varias pelotas terminaron en el lateral por pases mal entregados. El visitante, disciplinado tácticamente, se animaba a atacar cuando tanteaba que no corría mucho riesgo de quedar mal parado pensando en un contraataque adversario. Con Belluschi errático, Rubén Botta fue el más movedizo y tuvo dos intentos calcados que desactivó Alexander Domínguez casi sin transpirar. Eso sí, con el esquema que planteó Almirón, Nicolás Reniero quedó aislado. Solo dispuso de un disparo que también contuvo el ecuatoriano.
Vélez siempre fue el que tomó la iniciativa y fue al frente. Y Almada fue la bandera de la delantera velezana. Inquieto, indescifrable, atrevido. Un mal sueño para los centrales de San Lorenzo. No se entendió por qué Heinze lo sacó a los 25 del segundo tiempo para poner a Ramis.
El palo se interpuso otra vez entre Vélez y el gol, ahora en un tiro libre de Lucas Robertone. Los locales merecían ganar por propuesta y situaciones, pero no contaron con efectividad en el último toque. Y el Ciclón, tímido, pudo haberse llevado un premio demasiado generoso en un contragolpe que terminó con una genial volada de Domínguez para sacar un cabezazo de Reniero.
La noche en Liniers se fue sin más emociones. Una desazón para Vélez, que lo buscó hasta el final y que hasta tuvo un gol anulado por posición adelantada de Robertone; un puño apretado para San Lorenzo, que acarició su golpeada autoestima. ■