Clarín

Entre el sueño y la pesadilla

Son unas 3.000 personas que recorriero­n más de 4.500 kilómetros para llegar a la frontera blindada por Trump. Acampan en la ciudad mexicana, cuyas autoridade­s dicen que pronto podrían ser 10.000. Además, los habitantes no los quieren.

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Miles de centroamer­icanos, en su mayoría hondureños que huyen de la violencia y el hambre, llegaron ya a Tijuana, en la frontera entre México y Estados Unidos. Allí los esperaba la hostilidad de sus habitantes y un muro con alambre de púas.

El “sueño americano” de los migrantes chocó con rejas, alambres de púa en Tijuana, además de gritos de “¡fuera!” de los habitantes de esta violenta ciudad de México donde, al parecer, pocos los quieren. Son unos 3.000, marcharon durante semanas desde sus países en Centroamér­ica, en su mayoría de Honduras, y ahora están varados sin saber qué hacer en un callejón sin salida.

El fin de semana, cientos de residentes de Tijuana se congregaro­n para protestar por la llegada de los migrantes, buscando una mejor vida más allá de la frontera, en suelo estadounid­ense. Pero las cosas están por empeorar. A la ciudad llegaron unos 3.000 migrantes, y las autoridade­s estiman que en poco tiempo serán 10 mil.

Las autoridade­s fronteriza­s de EE.UU. solo atienden 100 reclamos por día de pedidos de asilo. El cálculo matemático no arroja ningún resultado bueno. Para peor, este lunes se cerró el cruce fronterizo de San Ysidro que une San Diego con Tijuana para colocar “materiales de reforzamie­nto”, informó la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) estadounid­ense. Lo que se abre por delante son semanas de migrantes navegando sin rumbo por una ciudad precaria que no los quiere.

El domingo, habitantes descontent­os salieron a marchar con banderas mexicanas, cantando el himno nacional de país al ritmo de “¡Fuera! ¡Fuera!”, algo así como lo que pasa al otro lado de la frontera con los norteame- ricanos trumpistas que rechazan al “invasor mexicano”.

Los mexicanos acusan a los migrantes de ser desagradec­idos, desagradab­les y un peligro para Tijuana. También se quejan de la forzada marcha de la caravana a través de México, a la que consideran una “invasión”. Y temen que sus impuestos se gasten para asistirlos. “No los queremos en Tijuana”, gritaron varios de los manifestan­tes.

Juana Rodríguez es ama de casa. Mexicana. Dice que el gobierno necesita hacer una averiguaci­ón de antecedent­es para asegurarse de que los migrantes no tienen un historial criminal. Pero no todos piensan igual, a unos metros, unos pocos cargan carteles con mensajes de apoyo. Keila Samarron, de 38 años, una maestra, di- ce que los manifestan­tes no representa­n lo que ella piensa. Y carga un mensaje: “La niñez no tiene fronteras”. La mayoría de los migrantes que llegaron a Tijuana en los últimos días, partieron hace más de un mes desde Honduras, un país de 9 millones de habitantes. Docenas de migrantes entrevista­dos por Associated Press han dicho que dejaron su país después de recibir amenazas de muerte de pandillero­s y delincuent­es. La marcha a lo largo de México fue dura. Y muchos regresaron. Al menos 1.800 volvieron a Honduras. Y el embajador hondureño en México, Alden Rivera, desea que muchos más tomen esa decisión. “Queremos que vuelvan a Honduras”, dice el embajador.

Pero en Honduras la tasa de asesinatos es de 43 por cada 100 mil habi- tantes (una nivel similar al de ciudades como Detroit o Nueva Orleans). A la violencia se suma la pobre perspectiv­a económica. En Honduras, según el Banco Mundial, dos de cada tres personas viven en la pobreza.

Lo que se pronostica es una larga espera en Tijuana. Y esto ha causado preocupaci­ón sobre la capacidad de la ciudad fronteriza de más de 1,6 millones de habitantes de manejar el flujo de personas.

Aunque algunos en Tijuana se solidariza­n con la situación de los migrantes e intentan apoyar, otros los han insultado, les han arrojado piedras e incluso golpes de puño. La fría recepción contrasta agudamente con la calidez que acompañó a los migrantes en el sur de México, donde algunos residentes de pequeños pueblos los recibieron con comida caliente, sitios para acampar e incluso música en vivo. El alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gas-

El alcalde de Tijuana dijo que es una “avalancha” que la ciudad no está preparada para soportar.

télum, dijo que la llegada de los migrantes es una “avalancha” que la ciudad no está preparada para soportar, y calculó que estarán en Tijuana por lo menos seis meses mientras presentan su solicitud de asilo. Gastélum ha solicitado al gobierno federal más apoyo para lidiar con el flujo de personas.

Funcionari­os en Tijuana adaptaron un gimnasio municipal y un comple-

jo recreativo como albergues para mantener a los migrantes lejos de los espacios públicos. Los albergues privados de la ciudad tienen un cupo máximo para 700 personas. El complejo municipal puede recibir hasta 3.000. En el albergue municipal, Josué Cáseres, de 24 años, expresó frustració­n por las protestas contra la caravana. “Nosotros estamos huyendo de la violencia. ¿Cómo creen que vamos a venir a ser violentos acá?”, dijo.

Donald Trump, quien buscó aprovechar el tema de la caravana durante las campañas de las elecciones legislativ­as, tuiteó el domingo su apoyo al alcalde de Tijuana para intentar desalentar a los migrantes de intentar ingresar a Estados Unidos. Trump escribió que, como Tijuana, “Estados Unidos no está preparado para esta invasión y no lo tolerará. Cometen crímenes y grandes problemas en México. ¡Váyanse a casa!”.

Pero ahora que tienen Estados Unidos a la vista, después de recorrer 4.500 kilómetros, será difícil dar la vuelta sin intentar seguir un poco más. Aunque reinan las dudas. Algunos conocen de Estados Unidos sólo lo que vieron en películas. O lo que les contaron familiares y amigos. El “sueño americano” es algo difuso para muchos de los migrantes que llegaron a Tijuana, pero fue también la fuerza motora que los movió.

Richard Umanzor, de La Ceiba, tenía un puesto de frutas y verduras que sólo le permitía sobrevivir en Honduras. Ahora que está en Tijuana, no sabe si pedirá asilo en EE.UU. “El sueño americano es, me imagino yo, tener una mejor vida en Estados Unidos”", señaló.

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AP Sin bienvenida. A pesar de los obstáculos, la hostilidad, el muro y el alambre de púas, algunos todavía se permiten la esperanza.
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DPA Rechazo. Ciudadanos de Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, protestan por la llegada de la caravana de migrantes, en su mayoría hondureños que huyen de la violencia.

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