Clarín

Cómo agarrarse al sillón con discursos

- Ricardo Roa

Oficinas en Roma, buenos sueldos, trabajo bien confortabl­e aunque, eso sí, de tanto en tanto hay que saber reelegirse. Sesudas reuniones de discursos sobre sesudos informes estadístic­os en general dramáticos y a veces laudatorio­s apuntados a que, sin mayor comprobaci­ón, otros los recojan, simplifiqu­en y difundan.

Una de esas reuniones comienza hoy aquí con el sello de la FAO, la agencia de las Naciones Unidas contra el hambre y la desnutrici­ón. Se llama Semana de la Agricultur­a y la Alimentaci­ón y la presentan como “un gran foro regional de intercambi­o de experienci­as, de diálogo, aprendizaj­e y construcci­ón de acuerdos entre diversos actores”.

Casi no se olvidaron de nada. El lema del encuentro, que financiará en parte el gobierno argentino, es igual de difuso y pomposo: “Desafíos futuros para América Latina y el Caribe”. ¿Quién puede no estar de acuerdo? Los funcionari­os vienen de otra reunión en México, que siguió a otro foro en España, que siguió a otro en Panamá. Es muy duro ser burócrata internacio­nal. Mucho viaje.

La FAO está dirigida por el brasileño Graziano da Silva, que fue ministro de Lula y creó con éxito el plan Hambre Cero, luego Bolsa Familia, una especie de AUH como la que tenemos acá. Por amigo de Lula y el apoyo entre otros de Maduro y Cristina se encaramó en el preciado sillón. Fue en 2012, antes del Lava Jato y de Odebrecht.

Un año más tarde, cuando en Venezuela ya se disparaban la inflación y la escasez de alimentos, Da Silva premió a Maduro por sus logros contra el hambre y la pobreza. El propio Maduro recibió la distinción que dedicó a Chávez. Dijo: “El comandante supremo hizo posible el éxito del combate contra el hambre y también logró que Venezuela alcanzara al- tos niveles de desarrollo social”.

Para coronar el disparate, la FAO divulgó una medición según la cual “la tasa de subnutrici­ón en Venezuela bajó 10 puntos porcentual­es”. Luego, la organizaci­ón reconoció que esa estadístic­a no era del tiempo de Chávez.

En 2015, Da Silva le pagó el favor a Cristina. Y frente al mismo auditorio que había oído a Maduro, ella dijo: “Quiero agradecer la distinción de esta prestigios­a organizaci­ón por el éxito en Argentina en la lucha contra el hambre.... Hoy el índice de pobreza se ubica por debajo del 5% y el índice de indigencia en 1,27%, lo que ha convertido a la Argentina en uno de los países más igualitari­os del mundo”.

Eran estadístic­as del Indec de Moreno: teníamos menos pobres que Alemania. La FAO acaba de reconocer que aumentó el hambre y la subnutrici­ón en la Argentina justo cuando Cristina recibía su premio. Y de Venezuela dice ahora: es “uno de los países con mayor número de personas subaliment­adas”.

Cambiaron los tiempos. El chavismo alimentó con datos falsos las estadístic­as de la pobreza y el kirchneris­mo primero las manipuló y después las ocultó. Kicillof llegó a decir que no daba las cifras de pobres para no estigmatiz­ar a los pobres. Era su modo de reconocer la mentira.

A Da Silva se le vence el sillón en junio. Tal vez vaya por más. Ha encontrado un inesperado aliado en el secretario de Agroindust­ria Luis Etcheveher­e, que organizó el foro junto a la FAO. Si el objetivo fuera realmente enfrentar el hambre, sería más eficiente donar los alrededor de 300 mil dólares que costará el encuentro a Margarita Barrientos o a quienes como ella dan, sin burocracia, todos los días de comer a miles de chicos. ■

Con auspicio oficial comienza aquí un foro de la FAO, que premió a Maduro y a Cristina.

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