Desafíos del vegetariano en tierra de asado
Las preocupaciones del vegetariano moderno ya no pasan por reemplazar la vitamina B12 del churrasco o por encontrar el suplemento made in India. La oferta de dietéticas, restaurantes verdes y ferias ecológicas aumentó en sintonía con el crecimiento del padrón de vegetarianos en el país del asado. Crecimos.
Ahora los desafíos mutaron para quienes evitan comer todo lo que haya tenido ojos o mamá y papá. Eximios chequeadores de etiquetas (no sea cosa que tenga grasa vacuna refinada), llevamos un taper hermético a cuanto evento social se nos invite para sortear imprevistos. Aun así hay una prueba que siempre está latente: el interrogatorio.
Empieza por casa, por la familia; sigue con los amigos o en la oficina. Son espontáneos e inquisidores. Y no avisan. Si bien todas las respuestas podrían ser develadas por nuestro querido Google (la expresión “ser vegetariano” tiene 30 millones de resultados en el buscador), la charla en vivo le adhiere otra pimienta. Entonces surgen las cuestiones más variadas. “¿¡Tampoco comés jamón!?”, “¿te controlás la anemia?”, “¿no te aísla socialmente?”, “te veo más flaco”, “¿no es más caro?”, “¿extrañás el choripán?”, etcétera. La lista podría seguir.
Pero cuando la sesión de preguntas y respuestas tiende a extinguirse, aparece ese comentario que descoloca desde lo insólito, provocador, que no tiene respuesta y que hasta podría invitar al fin del debate. “¿Acaso pensás que las naranjas no sufren cuando las arrancás del árbol?”, dice, en tono serio, el interlocutor. Es el momento para volver a hablar de fútbol o del dólar... ■