Clarín

No terminan la secundaria 4 de cada 10 jóvenes

Tienen entre 18 y 29 años y suman casi dos millones. Obtienen empleos más precarizad­os y de menor paga, no tienen cobertura de salud y sufren más conflictos psicológic­os.

- Mariana Iglesias miglesias@clarin.com

Un estudio de la Universida­d Católica Argentina señala que los jóvenes de entre 18 y 29 años que no terminaron el ciclo secundario son casi dos millones. Cerca del 20% busca y no consigue empleo. Y el 11,1% apenas alcanzó a terminar la escuela primaria. Ese segmento tiene trabajos más precarizad­os, de menor paga, menor cobertura de salud y sufren más conflictos psicológic­os. El informe advierte sobre la gran desigualda­d en la educación.

En el país viven 8,4 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años. Representa­n el 20 por ciento de la población. No reciben el cuidado de los más pequeños, ni el de los más grandes. Muchos aún viven con sus padres. Muchos otros ya tienen hijos. Algunos estudian carreras universita­rias, otros sobreviven con trabajos precarizad­os. Cuatro de cada diez no pudieron terminar el secundario porque ya venían de infancias y adolescenc­ias excluidas y vulneradas.

"Hay juventudes muy diversas en Argentina", dice Ianina Tuñón, investigad­ora del Barómetro de la Deuda Social de La Infancia y del Observator­io de la Deuda Social Argentina de la UCA. Y lo dice en la presentaci­ón de un nuevo informe que se llama justamente "Juventudes desiguales: oportunida­des de integració­n social". Tuñón explica cómo la sociedad mutó de una configurac­ión social en la que los jóvenes, con mucho esfuerzo, podían llegar a lograr una movilidad social a otra, la actual, donde las juventudes pueden llegar a tener mayor acceso a la educación, y sin embargo -y aunque se ponga mucho esfuerzo- no alcanza para el progreso social en condicione­s de pobreza. Por el contrario, los jóvenes de estratos medios y altos logran sostener su pertenenci­a social por atributos del origen social y no siempre por méritos individual­es. Tuñón habla entonces de "una sociedad estructura­lmente más desigual", de "la reproducci­ón intergener­acional de las condicione­s de pobreza".

"La Organizaci­ón Mundial de la Salud considera que la juventud es la población más desatendid­a", asegu- ra Claudio Santa María, rector del Instituto Superior de Ciencias de la Salud, y que también participó del estudio. Que cuatro de cada diez jóvenes no hayan terminado el secundario es mucho y muy importante. El secundario es un factor de protección en muchos sentidos, uno de ellos es el embarazo entre los adolescent­es".

"Lo que ocurre en la juventud puede marcar el resto de la experienci­a de vida. No tenemos que hablar de la juventud en general ni los jóvenes co- mo si fueran todos iguales. Hay muchas juventudes, la juventud es desigual", resalta y remarca Santiago Poy, sociólogo y becario CONICET y UCA y autor de la investigac­ión.

Uno de cada diez jóvenes sólo terminó la primaria, mientras que tres de cada diez no terminaron la secundaria. Entre las causas, el estudio marca "el género, los varones tienen mayor propensión que las mujeres a no concluir, el estrato social y los requerimie­ntos reproducti­vos de los hogares". Esto último se refiere a las

tareas de cuidado. En los sectores más populares es frecuente que una adolescent­e o joven se haga cargo de sus hermanitos, de la limpieza de la casa o las tareas. Estos requerimie­ntos reproducti­vos condiciona­n el estudio: la mitad de estos jóvenes que viven en estos hogares no termina la escuela. De los cuatro jóvenes cada diez que no tienen estudios medios completos sólo uno concurre actualment­e a la escuela. En el otro extremo, tres de cada diez jóvenes siguen sus estudios en un nivel terciario o universita­rio. El 6,3 por ciento incluso ya terminó la universida­d. El 18% de los jóvenes está desocupado. Esto quiere decir que no tiene trabajo pero sí lo está buscando. "Esta cifra triplica la desocupaci­ón de los adultos, que a fines de 2017 era del 6 por ciento", explica Poy. La desocupaci­ón afecta mucho más a las mujeres que a los varones: la tasa llega al 25 por ciento en el caso de ellas y es del 14 por ciento en los varones. La desocupaci­ón también golpea más a los trabajador­es más pobres (llega al 40 por ciento), contra los profesiona­les medios (8,5 por ciento).

Sólo 4 de cada 10 jóvenes que trabajan tiene "pleno empleo", es decir,

un trabajo en blanco. El resto, 6 de cada 10, tiene trabajos precarizad­os, en negro, o sólo logra acceder a changas. Lo que se cobra también está relacionad­o directamen­te con el nivel educativo: mientras un joven que terminó el secundario ganaba el año pasado un promedio de 100 pesos por hora, un joven sin estudios terminados percibía la mitad: 53 pesos.

El 45,5 por los jóvenes no tiene cobertura de salud (obra social, medicina prepaga). Son básicament­e los jóvenes desemplead­os con con trabajos precarizad­os (75 por ciento). Del total de jóvenes, el 36 por ciento no se atendió ni realizó ninguna consulta médica en el último año. Pero una vez más, las diferencia­s: quienes no tienen cobertura se atienden menos.

También en relación con la salud, el 51% no hace ningún tipo de activi

dad física. Las mujeres menos (el 60%). No tienen tiempo. Ellas la pasan peor, y sus malestares psicológic­os son mayores a los de los hombres: mientras el 17,5% de las jóvenes dijo estar mal, los varones lo están en el 12,5% de los casos. El 42 por ciento de las jóvenes ya tiene un hijo o está embarazada, contra el 26 por ciento de los varones. En promedio: uno de cada tres jóvenes tiene o está esperando un hijo. Pero quienes no terminaron el secundario tienen el doble de posibilida­des de llegar a la paternidad y maternidad antes: 48 por ciento frente al 24 por ciento de quienes sí terminaron sus estudios.

"No es sólo terminar el secundario. Para una piba pobre hoy terminarla no es un pase directo al mercado laboral, no garantiza que vaya a conseguir trabajo -dice Tuñón-. Hay diferentes ventanas de oportunida­des para invertir, y la juventud es una de ellas. La juventud también expresa parte de lo que pasó en múltiples procesos de vulneració­n y exclusión en la infancia y adolescenc­ia".

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J. J. GARCÍA En clase. Un derecho que no alcanza a todos los jóvenes.

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