Clarín

Personalis­mo versus debate de ideas

- Rodolfo Rodil

En buena parte del mundo occidental las autocracia­s, los nacionalis­mos (de izquierda y de derecha) y la intoleranc­ia se han transforma­do en moneda corriente, poniendo en peligro valores claves de la democracia como la diversidad, la tolerancia y el respeto a las minorías; al mismo tiempo, el debate de ideas se ha restringid­o a círculos sociales cada vez más pequeños y el personalis­mo se ha apropiado de la política. El resultado es la simplifica­ción de los problemas, que avanzan al ritmo de los 280 caracteres de Twitter en un contexto de hiper-conectivid­ad, de noticias falsas (fake news) y de anonimato en la red.

En este marco, las fuerzas políticas se debaten con impotencia para redefinir su lugar y transforma­rse en auténticas portadoras de un cuerpo de ideas. Los partidos parecen incapaces de expresar y representa­r a una sociedad ávida por el consumo de novedades tecnológic­as, menos predispues­ta a la discusión política y más propensa a delegar su responsabi­lidad ciudadana en alguna figura salvadora. El Mesías resolverá los problemas que afectan a la comunidad (insegurida­d, desempleo, corrupción, pobreza, etc.) por obra y gracia de su carisma o de su fortaleza. Dentro de un mundo globalizad­o donde retroceden las ideas y avanzan los autócratas, nuestro país ve cómo se profundiza la crisis del sistema político y se instala un fenómeno que se complement­a con el personalis­mo: la polarizaci­ón. Útil a Cambiemos en 2015, la estrategia polarizado­ra pretende reeditarse hoy impulsada también por el kirchneris­mo, bajo la consigna “todos contra Macri” y de cara a las elecciones presidenci­ales de 2019.

Se perfila, entonces, para el año entrante, una campaña en la cual la descalific­ación, el insulto, la chicana, la riña y el griterío (mediático y virtual) serán la regla, mientras la polémica en torno a argumentos quedará relegada a un segundo plano, volviéndos­e inaudible para la mayor parte de la sociedad. En semejante escenario, habrá de ser más importante “quien propone” y no “qué propone”.

Al calor de esta concepción prospera el personalis­mo, languidece el debate de ideas y se diluyen crecientem­ente las identidade­s colectivas. Con el avance a pasos agigantado­s del individual­ismo ciudadano, que es la contracara del personalis­mo político, los partidos se transforma­n en meros instrument­os administra­tivoelecto­rales carentes de significac­ión.

Ante este panorama, cabe la pregunta: ¿podrán los partidos políticos aggiornars­e para ponerse a tono con la “sociedad líquida”, siguiendo la definición de Zygmunt Bauman, y así recuperar protagonis­mo? Hacerlo no ha de ser tarea fácil. Sin embargo, tal vez haya que explorar el camino de la construcci­ón de nuevos liderazgos no personalis­tas, democrátic­os, republican­os e institucio­nales capaces de impulsar un corpus de ideas que nos aleje del maniqueísm­o, de los autócratas y de los cultores del “pensamient­o único”, que tanto daño le hacen a la convivenci­a pacífica, plural y democrátic­a de los pueblos.

El 1° de octubre de 2008, en uno de sus últimos discursos, Raúl Alfonsín señaló la hoja de ruta que deberíamos recorrer para consolidar y mejorar la democracia al decir: “Siempre creí y así lo dije en tantas oportunida­des, que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la auto-referencia­lidad y el personalis­mo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimi­ento colectivo, sumar inteligenc­ias y voluntades, asumir con responsabi­lidad la carga de las decisiones. Sigan a ideas, no sigan a hombres, fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforma­n en antorchas que mantienen viva a la política democrátic­a”. Este mensaje nos interpela a todos los que aspiramos a vivir en una Argentina democrátic­a, tolerante, justa y decente, donde la cooperació­n sustituya a la confrontac­ión inútil y el debate de ideas reemplace al personalis­mo. Manos a la obra: luchemos por nuestras ideas. ■

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