“Flores secas”, una obra anclada al pasado
Hoy a las 21.30 y en ese lugar ya mítico del tango de Buenos Aires que se llama La Catedral, el coreógrafo Facundo Mercado presenta su obra Flores secas. En principio, varios aspectos atractivos se unen en esta experiencia escénica; primero, no se realiza en un espacio teatral, sino en una sala milonguera tan celebrada como alternativa; segundo, está montada para un número inusual de veinte bailarines; tercero, el elenco integra la compañía independiente Pucará, dirigida por Alexis Mirenda, gran intérprete durante once años, y hasta hace un mes, del Ballet Contemporáneo del San Martín.
-Facundo: una característica de tu trayectoria es que ha recorrido y re- corre el tango, el folclore y la danza contemporánea. ¿Podrías describir un poco este camino?
-Empecé muy chiquito con el folclore, continuando una tradición familiar: mis papás se conocieron en una agrupación tradicionalista en Mar del Plata, donde nací; allí hice el profesorado de danza , y luego me vine a Buenos Aires e ingresé al Taller de Danza del San Martín. En el ’97 participé como bailarín de la película Tango, de Carlos Saura, y allí conocí a Juan Carlos Copes y a Ana María Stekelman, que eran los coreógrafos. Estuve varios años en la compañía de danza contemporánea de Mónica Fracchia, dos en la compañía de Copes y luego siete en Tangokinesis, de Stekelman, con la que hicimos muchas giras. Pero hacia 2004 se me despertó el deseo de comenzar a coreografiar. Fue así que nació mi propio grupo Mitimaes. -¿Ganaste en Cosquín con Mitimaes, no es cierto?
-Sí, en 2011. En el ’98 ya había ganado,también en Cosquín, en el rubro “pareja de baile”.
-¿Tu trabajo coreográfico es un encuentro entre la danza contemporánea y el folclore?
-En Mitimaes, sí. En esta nueva obra, Flores secas, no. Y creo que es lo más interesante que tiene: todos los bailarines, aunque también están formados en danza contemporánea, son folclóricos; pero la obra no tiene nada de folclore.
-¿En qué consiste “Flores secas”? -El proyecto nació hace años, pero fue mutando: por cómo estaría integrado el elenco y por la cantidad de bailarines. Por otra parte, es la primera obra en la que no llevo secuencias ar- madas: los hice improvisar y de allí fue surgiendo el material coreográfico. Y en cuanto al tema, esa idea de las flores secas, las que se guardan entre las páginas de un libro, fue el disparador. Tengo muchas historias de amor en mi vida, algunas truncas. Y busqué en esta fuente: la de los amores que quedaron atrás en el tiempo. Por eso necesitaba un lugar un poco decadente como La Catedral; el vestuario está deteriorado, arruinado y muchos son vestidos de las tías, de las madres. Mi mujer Laura, que es una de las vestuaristas, aportó el traje de novia de su abuela. Toda la estética es así: las bailarinas se peinan y yo las despeino; se maquillan y yo las mancho. Es que contamos historias ancladas en el pasado. ■