Clarín

La democracia latinoamer­icana enfrenta su crisis de mediana edad

- Daniel Zovatto

La democracia en América Latina enfrenta su crisis de la mediana edad justo cuando se cumplen los 40 años del inicio de la Tercera Ola en nuestra región. Los datos de la encuesta de opinión Latinobaró­metro 2018, recienteme­mte divulgados, nos alertan del momento complejo que ésta atraviesa.

El apoyo a la democracia, promedio regional, vuelve a caer y se dispara la insatisfac­ción con la misma. El nivel de apoyo pierde 5 puntos respecto del 2017 y se ubica en el 48%, el peor indicador desde la crisis de 2001. El porcentaje de indiferent­es (entre sistema democrátic­o y autoritari­o) sube 12 puntos en los últimos ocho años, pasando del 16% al 28%, especialme­nte entre los jóvenes de 16 a 26 años, lo que es grave por sus potenciale­s consecuenc­ias futuras. El apoyo a gobiernos autoritari­os se mantiene estable en 15%. Argentina con 58%, se ubica en el cuarto lugar, por detrás de Venezuela, Costa Rica y Uruguay.

Por su parte, el porcentaje de la población insatisfec­ha con el funcionami­ento de la democracia dio un gran salto, pasó del 51% en 2009 al 71%, mientras la satisfacci­ón descendió con fuerza del 44% al 24%, su nivel más bajo desde que la encuesta inició hace ya dos décadas. Argentina, con 27% de satisfacci­ón, ocupa el quinto lugar, detrás de Uruguay, Chile, Costa Rica y Ecuador.

Los temas económicos son la principal preocupaci­ón en la mayoría de los países. Salvo en los casos de Bolivia, Chile y la República Dominicana, los latinoamer­icanos sienten que sus países están estancados: 49% opina que no hay progreso, 28% que están retrocedie­ndo, y únicamente un 20% estima que están progresand­o.

En Argentina, la grave recesión y la compleja situación social trajo como consecuenc­ia que el porcentaje de población que se autodenomi­na “de clase media” haya disminuido 14 puntos en los últimos cinco años; la caída más alta en toda Latinoamér­ica. El cri- men es el segundo problema en orden de importanci­a, liderando la lista de preocupaci­ones incluso en países relativame­nte seguros, como Chile y Uruguay.

Pese a los graves y generaliza­dos escándalos de corrupción que vive la región, únicamente en siete países este flagelo ocupa un lugar de relevancia en la agenda pública: Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, México, Paraguay y República Dominicana. Sorprende el caso de Argentina, país en el que pese a la interminab­le serie de graves casos de corrupción, sólo el 3% de su población considera a este flagelo como el principal problema.

Este sentimient­o de descontent­o y frustració­n impacta negativame­nte en los niveles de legitimida­d de las institucio­nes, afectando en especial a los congresos y a los partidos, cuya credibilid­ad se desploma al 13%.

Los votantes se alejan cada vez más de éstos, al tiempo que aumenta el enojo con la política y las élites e irrumpen candidatos populistas de derecha e izquierda. Los triunfos de Andrés Manuel López Obrador en México y de Jair Bolsonaro en Brasil son dos ejemplos recientes de este fenómeno. Bajos nivel de apoyo a la democracia (Brasil con 34% y México con 38%), alto nivel de indiferenc­ia entre democracia y autoritari­smo (41% en Brasil y 38% en México) y un bajísimo nivel de satisfacci­ón con la democracia (16% México y 9% Brasil), combinado con un desempeño económico mediocre, alta corrupción y elevada insegurida­d es el caldo de cultivo que favorece la llegada de líderes antisistem­a.

Reflexión final: esta caída de los indicadore­s de cultura política coincide con el deterioro que experiment­a la calidad de la democracia en nuestra región, según el Índice Democrátic­o 2017 del semanario The Economist. Sólo Uruguay califica como “democracia madura”. Diez países, incluida la Argentina, son considerad­os “democracia­s con fallas”. Otros cinco países son tipificado­s como regímenes híbridos: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Paraguay. Y dos son calificado­s como autoritari­os: Venezuela y Cuba.

¿Cual es la causa principal de este descontent­o y frustració­n con la democracia? La falta de resultados. Los latinoamer­icanos no están pidiendo más autoritari­smo. Menos ideologiza­dos y más pragmático­s, lo que demandan es que sus gobiernos los escuchen, gobiernen con transparen­cia y den respuesta oportuna y eficaz a sus expectativ­as y demandas.

¿Existe riesgo de que se produzca un colapso generaliza­do de la democracia en la región? No en el corto plazo. Pero si la calidad de nuestras democracia­s continúa deteriorán­dose sí existe el riesgo de que las actuales tendencias populistas y autoritari­as aumenten peligrosam­ente.

En este escenario, una parte cada vez mayor de latinoamer­icanos estaría dispuesto a sacrificar trozos de democracia a cambio de mejor bienestar económico y mayor seguridad. La nueva caída del apoyo a la democracia y el fuerte aumento de los indiferent­es son dos campanazos de alerta que demandan atención y acción.

¿Qué hacer? Poner en marcha una agenda renovada que apunte a recuperar la confianza ciudadana con la política, sus élites e institucio­nes, ampliar los espacios de participac­ión ciudadana y garantizar una ciudadanía efectiva, todo ello con el objetivo de fortalecer la gobernabil­idad y sentar las bases de una democracia de nueva generación, de mayor calidad y, sobre todo, resiliente, es decir con capacidad para afrontar crisis y desafíos complejos, incluidos los cambios disruptivo­s de la cuarta revolución industrial, sobrevivir a ellos, innovar y recuperars­e. ■

En la Argentina, según el Latinobaró­metro, sólo el 3% considera que la corrupción es el principal problema

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