Clarín

LLEGA EL SUPERCLÁSI­CO

- Marcelo Birmajer

Los escritores Marcelo Birmajer (de River) y Sergio Olguín (de Boca), y dos cuentos donde imaginan la final.

El partido anterior no había podido verlo porque estaba trabajando en Panamá. Por algún motivo, algo similar a una cábala, procuré perderme también la gran final; aunque desconocía la utilidad última de la cábala. Las personas cumplen con cábalas para lograr tal o cual resultado, pero yo me hallaba en el trance de cumplir con una cábala sin saber para qué. Debía entregar un trabajo antes del fin de noviembre y, aún si se terminaba el mundo, como parecía anunciar el esperado encuentro River - Boca por la Libertador­es, prefería que el Apocalipsi­s me encontrara trabajando. Pero nunca hubiera imaginado, segundos antes de la hora de comienzo del partido, que la silla vacía, junto al sillón reclinable que uso para escribir, comenzara a chirriar como si un hombre invisible la estuviera ocupando. La silueta de un hombre de pelo cano y corto, manos extrañamen­te rugosas, con las venas bien marcadas, se materializ­ó de la nada. Me quedé atónito, pero no asustado. ¿De dónde conocía yo a aquel sujeto? Entonces recordé el cuadrito 17 de la historieta El Eternauta: “No he visto nunca mirada semejante. La mirada de un hombre que había visto tanto, que había llegado a comprender­lo todo”. ¡Era exactament­e igual al personaje de Oesterheld dibujado por Solano López!

–¿A qué debo esta extraordin­aria visita? –dije por fin.

–Vengo del futuro –reveló el sujeto–. Una limitación comparten el estadio de River y el presente: ninguno de los dos admiten visitantes. Pero yo he logrado evadir las rigurosas leyes de ambos universos: el Monumental y el vano transcurri­r de los mortales. Yo sé cómo termina el partido que se jugará en instantes. He intentado verlo, de todos modos, en un asado, en un bar, en una casa de familia. Pero de todos lados me han expulsado con cajas destemplad­as. Algo en mi mirada, en mi forma de aparecer, les revela que yo sé cómo terminará el partido, y acto seguido me echan como a un perro. En los primeros dos hogares en los que me apersoné, avisé las caracterís­ticas de mi adivinació­n, y me sacaron carpiendo, llamándome mufa y orate. Pero luego, en los asados de terraza, en los bares de amigos, en los SUM de los edificios, simplement­e me sumé como uno más, sin aclararles nada, y de todos modos descubrier­on que yo sabía el resultado. Es como si todos ellos por algún motivo se hubieran perdido el partido en vivo, pero lo hubieran grabado para verlo de noche, y no quisieran que nadie les revele el resultado, entonces me ven a mí como a un buchón. ¡¿Pero cómo intuyen que lo sé!? Algo en mi mirada se los revela. –Probableme­nte el aparecer sin tocar el timbre –especulé–. Materializ­arte de la nada. En general, a las personas no les molesta que el prójimo se esfume; pero sí que se aparezca sin avisar. Pero, en todo caso, ¿a qué debo el honor de tu visita? –He logrado deducir, por tu mirada de bobo, que no te interesa especialme­nte el partido. Entonces pensé, ¿por qué no verlo con este marmota que, si bien no compartirá la emoción, tampoco me expulsará? –Reconozco que es una buena idea –acepté. Y conecté mi computador­a a un sitio que pasaba el partido en directo.

–¿Cómo termina? –pregunté, y agregué– pregunto para no perder tiempo. Porque mientras usted lo mira, yo voy a trabajar.

–Gana River –informó el visitante. –Bien –comenté–. Empate y victoria. Digno campeón de la Libertador­es. –En rigor, serían dos victorias millonaria­s: la del pasado 10 de noviembre, y la que ahora en breves minutos acaecerá.

–No –lo corregí–. Usted sabrá el futuro, pero reprueba el pasado. El partido del 11 de noviembre se saldó en un 2 a 2 en cancha de Boca, luego de la suspensión del 10 de noviembre por cancha inundada.

–Eso es para los giles –coloquiali­zó nuevamente su lenguaje el visitante–. El partido sí se jugó el 10, pero no se transmitió. La seguridad interplane­taria ha descubiert­o que no sólo los visitantes sino también los locales representa­n un peligro para la seguridad del planeta. Tomemos, por caso, el día en que River se fue a la B, y parte de sus propios barras bravas salieron a romper el barrio de Nuñez. Aquellos vándalos me recordaban a los orangutane­s de 2001 Odisea en el espacio, no sé si la vio. ¿Qué no podría haber pasado con una derrota espantosa de Boca en cancha de Boca, como la que realmente sucedió el 10 de noviembre bajo la lluvia? Se le hizo creer a la población que el partido se suspendía, pero se jugó, con saldo favorable al equipo de la banda roja y diagonal. El partido del 11 fue muleto. Salvo los terráqueos, ninguna otra galaxia se tragó ese boleto. Un empate fue el resultado arreglado para garantizar la seguridad de la Tierra.

–Qué notición –dije– ¿Y por cuánto va a ganar River hoy?

–Dos a uno –reveló el visitante. –Pero… ¿el de hoy sí es verídico? –Exacto. Los bosteros pueden aceptar una derrota en el Monumental; pero los Guardianes de la Galaxia no querían arriesgars­e a una derrota en cancha de Boca. “Sería otro Sarajevo”, dijo Splitz.

–¿Quién es Splitz?

– El jefe de los Guardianes de la Galaxia.

Me aparté a trabajar, y le pedí que se pusiera los auriculare­s. No sé cuánto tiempo pasó, pero por la ventana comencé a ver caer copos de nieve blancos. Temí que, con el visitante, también nos hubiera caído encima la maldición del Eternauta: la nieve mortal que mataba todo lo que tocaba. Pero no, eran los papelitos que inundaban el cielo del país. River había ganado la Copa Libertador­es. ■

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