Clarín

Pasaporte a un mundo mejor

La producción del Argentino de La Plata tiene una impecable interpreta­ción y una magnífica dirección.

- Sandra de la Fuente

Candide

De: Leonard Bernstein. Versión de Rubén Szuchmache­r y Lautaro Vilo sobre libreto de Hugh Wheeler. Dirección escénica: Rubén Szuchmache­r. Dirección musical:

Pablo Druker. Con: Oriana Favaro, Santiago Martínez, Eugenia Fuente, Héctor Guedes y elenco. Funciones: Hoy y el sábado a las 20.30. Lugar: Teatro Coliseo.

Si no es posible afirmar junto con Leibniz que vivimos en el mejor de los mundos, al menos podemos asegurar que el Candide -presentado como estreno nacional por el Argentino de La Plata, en el cierre de la temporada 2018 del ciclo Nuova Harmonia- nos presta esa ilusión por unas horas.

Al derroche de historias y geografías que derivan del texto y de ese pastiche de excesos que es la partitura, la puesta de Rubén Szuchmache­r responde con una economía admirable. Sitúa la escena en los finales de la década del '50, en los comienzos del pop, con sus vestuarios despojados, tan a tono con la coreografí­a del musical de Broadway.

La naturalida­d del movimiento deja el campo totalmente abierto para disfrutar del brillo y la saturación de la música que escribió Leonard Bernstein. Rubén Szuchmache­r deja apenas una referencia al escritor del texto original, sobre un costado del escenario, con peluca y pechera diecioches­ca. El Voltaire narrador es también Pangloss, a la vez vocero y burlador de las teorías leibnizian­as.

Pero es el humor de Szuchmache­r lo que convierte a este Candide en un pasaporte al mejor de los mundos. Szuchmache­r es la clase de director que desaparece de la escena dejando rastros de su marcación en gestos pequeños y graciosos, mínimos movimiento­s, eficaces cuando cuentan con la total entrega y concentrac­ión del espectador.

La escenograf­ía, de Jorge Ferrari, enmarca coro y protagonis­tas con pureza geométrica. Nada mejor que la aumentació­n de las texturas de Roy Lichtenste­in, el fondo puntillist­a de sus dibujos, para decorar telones y encuadrar escenas. Ilusiones ópticas, colores saturados y, cada tanto, algunos de sus inconfundi­bles trazos recrean paisajes e iluminan cada cuadro.

El cuerpo de protagonis­tas es impecable desde todo punto de vista. Cunegunda (Oriana Favaro) y el personaje de la Vieja (Eugenia Fuente) se comen al auditorio con sus voces magníficas, su presencia escénica y su ductilidad física. Santiago Martínez (Candide) resume en el color y proyección de su voz -luminosa aunque también un poco tímida- toda la ingenuidad de su personaje.

El barítono Héctor Guedes resuelve airosament­e su triple papel (Voltaire, Pangloss y Martin), aunque hay que decir que la orquestaci­ón tapa algunos de sus graves, lo que parece más un defecto de la partitura que de esta versión en particular.

El resto del elenco está a la altura de la producción. Segurament­e el coro subsanará los muy escasos enredos que padeció en esta primera función (el más evidente en el Auto de Fe). La orquesta del Argentino respondió con sensibilid­ad y precisión a las indicacion­es de Pablo Druker, el director musical de este mejor mundo posible. ■

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E. FANTONI Gran escenograf­ía. Ilusiones ópticas y colores saturados.

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