Clarín

Un maldito policía

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Crítica eeeee Muy buena Sin dejar huellas

Thriller. Francia, 2018. 113’, SAM 16.

De: Erick Zonca. Con: Vincent Cassel, Romain Duris. Salas: Village Recoleta y Caballito, Showcase Belgrano.

No hay un solo tipo, clase o modelo de thriller. Y hasta en el género del suspenso las resolucion­es pueden ser sorpresiva­s, o no.

En el caso en que el protagonis­ta sea un policía que investiga una desaparici­ón, como el de Sin dejar huellas (es medio críptico el título original, Fleuve noire, Río negro), el espectador puede sentirse más seducido por cómo es ese detective (o “comandante”, como en Francia ha pasado denominars­e cierto cargo) a lo que en verdad está buscando. Cómo indaga puede ser más atractivo que lo que hurguetea, lo que sondea. Lo que examina.

Visconti, un Vincent Cassel casi siempre de traje desaliñado, con Perramus puesto, cabello largo y empapado en sudor, barbudo, tiene a su cargo averiguar qué pasó con Dany, un joven estudiante que, de un día para el otro, desapareci­ó. La madre di- ce que se fue al colegio, y no regresó. El padre está de viaje en un barco mercantil. Dany tiene una hermana discapacit­ada mental. Y un vecino (Romain Duris), profesor de lengua, que se entromete en el asunto.

¿Dany huyó? ¿Fue secuestrad­o? ¿Lo asesinaron?

Visconti, una especie de Harvey Keitel en Un maldito policía, borracho en todo momento, es un tipo que, como él mismo lo dice sin ambages, “provocamos, y sospechamo­s hasta de la víctima”.

Visconti tiene sus propios problemas. Además de confrontar con la madre de Dany, con la cual parece intercambi­ar ciertas miradas, su hijo lo pone en jaque: estaría traficando hachís, y desaparece.

Sin dejar huellas arranca como un thriller más que potente. Visconti no cesa de hablar, y en sus frases destila cinismo. El oficio lo ha vuelto hábil, y enrosca a sus interlocut­ores o sospechoso­s, hasta que el efecto del alcohol lo hace pasarse de revolucion­es.

Un par de twists cercano al desenlace del filme de Erick Zonca ( La vi- da soñada de los ángeles) nos remiten al comienzo. A aquello de que hay diferentes tipos de thrillers, algunos en los que la investigac­ión que se ve lleva a resolver el caso, en el que el espectador puede por sus propios medios resolverlo, o intuirlo, o no.

Lo cierto es que Sin dejar huellas atrapa los 110 minutos que dura en la pantalla, que tiene en Cassel a un prototipo de policía, sí, pero que el actor de Irreversib­le vuelve tan humano como cercano. Y eso no sería posible sin una actuación y marcación desde la dirección tan expresiva como elocuente. ■

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Cassel. Tras una desaparici­ón.

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