Clarín

El juez de los favores políticos

- Ricardo Roa

Luis Carzoglio es un juez que como todos los jueces habla por sus sentencias. Y también es un juez que habla hasta por los codos. Ser juez es un oficio difícil de ejercer como se debe, sobre todo para los que, como Carzoglio, entran a la Justicia por la puerta de la política. De Carzoglio se conocía poco hasta que tuvo que resolver si le hacía caso al fiscal y metía preso a Pablo Moyano por el fraude con los barras en Independie­nte, club del que su hijo Darío fue dirigente. Rechazó el pedido y como no pudo explicar por qué lo rechazaba se puso a explicar lo que no pudo explicar: estaba siendo presionado y amenazado. Dijo: “A mí no me van a correr con carpetazos”. También imaginó una conspiraci­ón en su contra de los grandes medios. Nada nuevo.

Acaban de abrirle en Buenos Aires el expediente para el juicio político. Una resolución casi al por mayor: alzaron la mano nueve de los once miembros del Tribunal. En la Provincia el enjuiciami­ento de jueces es distinto al de la Magistratu­ra, donde las maniobras políticas resultan visibles, a veces demasiado visibles. Lo que no quiere decir que allá no las haya.

Integran el jury cinco legislador­es que son sorteados y deben ser abogados y cinco conjueces elegidos por colegios de abogados, más el presidente de la Corte. Carzoglio enfrenta tres denuncias, todas ajenas al caso Moyano y todas anteriores al caso Moyano.

Pero trata de aprovechar el caso Moyano: atribuye el juicio a su decisión de no poner preso al gremialist­a. Hasta dijo que dos espías de la AFI lo habían apretado.

Las denuncias son del Procurador y de dos colegios de abogados: el de la provincia y el de Lanús-Avellaneda. Dicen cosas graves. Una: en la llamada causa del “Rey del Corte” ordenó 18 allanamien­tos sin fecha que derivó en que la Cámara los declarara nulos y se cayera toda la investigac­ión. Dos: concedió a detenidos que se encontraba­n a disposició­n de otros jueces el arresto domiciliar­io y a otros el beneficio de salidas laborales. Varios se fugaron. Tres: adulteró actas de imputados y mandó a un detenido a la casa, sin orden escrita y contra la opinión del fiscal. Cuatro: allanó el colegio de abogados de Lanús para favorecer a un sector en una pelea interna.

El “a mi no me va a correr con carpetazos” no le servirá en el juicio político. Militante peronista de Avellaneda, Carzoglio fue antes de juez de garantías funcionari­o de confianza del intendente Cacho Alvarez, que lo puso al frente de dos lugares claves y jugosos: Tránsito y el Cementerio. Y al igual que Alvarez, rompió con Ferraresi que era el delfín de Alvarez y que quedó a cargo de la intendenci­a. Ferraresi dejó a Alvarez para sumarse al cristinism­o. Pueblo medio grande, infierno medio grande: Carzoglio impuso restricció­n perimetral a la mujer de Ferraresi, la senadora Magdalena Sierra, luego de que se peleara en una fiambrería del barrio con la ex esposa de Alvarez y concejal opositora, María Balbuena.

Hace unos días, Carzoglio dijo: “Cuando me retire de la Justicia voy a hacerlo por la puerta grande, mirando a los ojos a mis hijos y caminando por las calles de Avellaneda”.Sigue hablando hasta por los codos. ■

Turno de enjuiciami­ento para Carzoglio, que como juez se dedicó a ayudar a sus amigos políticos de Avellaneda

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