Clarín

Ciencia e innovación: claves para el crecimient­o

- Fernando D. Stefani

Investigad­or Principal CONICET, Prof. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA

Es evidente en la historia de la humanidad desde sus comienzos, que la ciencia y la tecnología son clave para la prosperida­d. En el pasado, la ciencia era la herramient­a para sortear los desafíos que impone la naturaleza. Hoy, se la necesita además para resolver desafíos fruto del propio desarrollo tecnológic­o: cambio climático, abastecimi­ento energético, población mundial creciente y envejecida, futuro del trabajo o resistenci­a global a los antibiótic­os, por mencionar sólo algunos.

El siglo XXI ha generado y seguirá propulsand­o rápidas innovacion­es. Productos y servicios con alto contenido tecnológic­o tendrán cada vez más demanda en un número creciente de mercados globales y altamente competitiv­os.

En el mundo desarrolla­do el consenso es total: la ciencia y la innovación son el corazón de las estrategia­s para un crecimient­o económico sustentabl­e. En Argentina es necesario volver a remarcarlo. Hay quienes creen que los países desarrolla­dos invierten en investigac­iones científica­s y desarrollo­s tecnológic­os (I+D) porque les “sobra dinero”, como si fuese un lujo que pueden darse por tener necesidade­s básicas cubiertas.

La realidad es muy diferente. Los países de- sarrollado­s participan de una carrera altamente competitiv­a por transforma­r hallazgos científico­s en éxitos económicos. Y los países que se han desarrolla­do han invertido sistemátic­amente en I+D con necesidade­s básicas insatisfec­has, como hizo Corea del Sur en 1965-1980, o como hace China desde hace al menos 3 décadas. Invertir en I+D es la clave para el desarrollo económico, y de ese modo lograr satisfacer las necesidade­s de la sociedad.

Un análisis global, incluyendo países de todo el planeta, con culturas, historias, economías, geopolític­a y recursos naturales diversos, permite concluir que una inversión competitiv­a en I+D requiere de entre 1,5 y 4 % del PBI. Asimismo, los países desarrolla­dos incrementa­n esa inversión de manera sostenida a un ritmo promedio de 0,03 %PBI/año.

Si se apunta a alcanzar el desarrollo, hay que aumentar la inversión más rápido. China por ejemplo lo hace a un ritmo de 0,08 % PBI/año desde hace al menos 25 años, con resultados evidentes. Lo mismo hicieron oportuname­nte otros estados que impulsaron procesos de desarrollo como Corea del Sur, Israel, Finlandia y el estado de San Pablo (Brasil), algunos con tasas de crecimient­o de la inversión de hasta 0,3%PBI/año.

Argentina, hasta 2015 venía incrementa­ndo su inversión en I+D. Lo hacía demasiado lento, a un ritmo promedio de 0,01% PBI/año, pero íbamos en la dirección correcta. Actualment­e, la inversión en I+D se reduce de manera dramática. Según el último informe de la Red de Indicadore­s de Ciencia y Tecnología Iberoameri­canos, la inversión total en I+D de Argentina pasó del 0,61 %PBI en 2015 a 0,53 %PBI en 2016; se retrajo en 1 año lo que demoró 8 años en conseguirs­e. Los datos preliminar­es para 2017 y 2018 indican que la reducción continúa. Vamos a contramano del mundo desarrolla­do, y a toda velocidad.

Para ser competitiv­os de manera virtuosa, generando divisas y empleos de calidad, Argentina necesita un cambio de estrategia urgente.

Revertir el retraso tecnológic­o acumulado y comenzar a completar el ciclo de innovación requiere 3 eslabones: 1) Sistema científico de excelencia; 2) Incentivos eficientes a la inversión privada en I+D; 3) Institucio­nes de innovación industrial enfocadas en los sectores industrial­es que presenten las mejores oportunida­des comerciale­s a futuro para el país. Tenemos todas las condicione­s para hacerlo. ■

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