Mejor evitemos una sobredosis de tecnología

Juntar papeles es una pasión extendida y deshacerse de ellos un drama infinito. A menudo, nuestros archivos nos deparan sorpresas. Aquí tengo, por ejemplo, un recorte que guardé en 1983 (yo ya había nacido en el 83) que habla sobre el futuro y predecía cómo íbamos a vivir en el 2000. Les leo: “Los coches volarán y será necesario regirlos por un tráfico aéreo, como a los aviones; un robot será el en- cargado servirnos la cena cada noche y con ingerir una pastilla aprenderemos inglés”. ¡Calma, compañeros! No fue para tanto. Y soñar no cuesta nada. Igual, para que los robots nos rasquen la espalda, aunque ya haya uno que dice noticias sin saber qué dice, falta un mayor desarrollo de la inteligencia artificial.

Es verdad que la tecnología nos facilita la vida, aunque tal vez no la haga más fascinante. Una empresa española calculó cuánto tiempo tenemos para vernos con nuestros seres queridos en los próximos años. Los resultados estremecen. Están en tenemosquevernosmas.ruavieja.es. Esos cálculos, también he- chos gracias a la tecnología, dicen que en los próximos 40 años vamos a pasar seis años mirando tele, ocho colgados de internet, diez mirando otras pantallas y 520 días viendo series. ¿Cuánto tiempo nos queda para pasar con la gente que nos importa?

Sin un poquito de humanismo, la tecnología es nada. O peor, es un riesgo De clientes podemos pasar a ser producto. Cuidado. De vez en cuando un abrazo no viene nada mal.

Y para exceder el ámbito del futuro, seamos francos, ¿cuánto tiempo pasamos hoy haciendo cosas que no nos hacen felices? A ver, hagamos cuentas. ■