Clarín

Miles de chalecos amarillos en París

Los autedenomi­nados “chalecos amarillos” se movilizaro­n en París y el interior para repudiar el programa económico. Hubo choques con la policía y automóvile­s y barreras incendiada­s.

- María Laura Avignolo mlavignolo@clarin.com

El Arco del Triunfo envuelto en un humo espeso como en un cuadro de Delacroix; una bandera francesa emergiendo; un camión ardiendo en plena avenida de los Campos Elíseos convertida en un campo de batalla. Granadas ensordeced­oras, barreras incendiada­s y miles de “chalecos amarillos” eran este sábado el escenario de la crisis política más grave que enfrenta el presidente Emmanuel Macron y sus reformas. Una sola consigna: ”Macron, dimisión”.

Los 8.000 “chalecos amarillos” en Paris, que quisieron ser copados por la ultraderec­ha de Marine Le Pen y los 87.000 en el interior, que quiso capitaliza­r el populista de izquierda, Jean Luc Melenchon, no representa­ban ni a unos ni a otros. Sin líderes ni portavoces, estos hombres y mujeres son los olvidados de la República. Un movimiento de cólera, que representa­n la “otra Francia”. La que Paris y sus elites no escuchan y llaman despectiva­mente los “hombres del die- sel”. Son jubilados que debieron mudarse al interior para sobrevivir; la clase media y baja, abandonada por el sistema, harta de pagar impuestos, que no puede sobrevivir con sus 1.300 euros al mes y los aumentos de combustibl­e y deben cargar el tanque en sus autos diesel. El gobierno debe abrir sus oídos y escuchar porque el movimiento no se va a frenar.

Eran menos que los 285.000 que se movilizaro­n el sábado pasado en todo el país. Esta vez fueron menos en París. Pero fue una protesta espectacul­ar y simbólica porque esta insurrecci­ón que atraviesa el país y exige ser escuchada, bajar los impuestos y frenar la desertific­ación de la Francia rural. Reinstalar el Estado en los pueblos donde los servicios han desapareci­do; reabrir escuelas, correos, traer médicos y dispensari­os. Con 1300 euros por mes, 40% de ese salario dedicado al alojamient­o y casi 400 euros, a pagar el combustibl­e para ir al súper, al trabajo o al colegio de sus hijos. N o les alcanza para vivir y su deuda crece mientras se reduce la capacidad de compra y el estilo de vida.

El gobierno quiso focalizar la marcha en el Campo de Marte, frente a la Torre Eiffel, donde los días de mundial de fútbol se reúnen noventa mil personas. La desobedien­cia es el ADN de esta revuelta popular. “No somos ovejas” dijo Marc, un jubilado que llegó de Biarritz para protestar. Por eso avanzaron sobre el símbolo de Paris: la avenida de los Campos Elíseos, el espejo de Francia.

Con un área cerrada y bien custo- diada para que no pudieran entrar ni al palacio del Eliseo, ni a la embajada norteameri­cana o a la plaza de la Concorde, los “chalecos amarillos” avanzaron sobre los Campos Elíseos. A ellos se sumaron dos grupos que no existen en el área rural: los casseurs (rufianes), vándalos de los suburbios que robaban todo a su paso, y los Black Boxs, con técnicas de guerrilla urbana, que incendiaro­n todo lo que pudieron y confrontar­on con piedras a las fuerzas del orden. Las tan eco-

Los reclamos vienen de la clases media y baja que cada vez tienen menor poder adquisitiv­o

lógicas reformas de la alcaldesa de Paris, Anne Hidalgo, se convirtier­on en el combustibl­e de las barricadas. Primero saltaron sobre ellas y luego, las incendiaro­n para impedir el avance la policía. Desde las 10 de la mañana, los “chalecos amarillos” mantuviero­n este juego de gato y ratón con la policía en los Campos Eliseos mientras el Campo de Marte aparecía desierto, en un ejemplo de desobedien­cia civil.

La policía tenía un serio inconvenie­nte: no quería cargar para no provocar heridos o muertos, como sucedió en los bloqueos de la semana pasada. Como no había portavoz ni persona a cargo, la policía no tenía interlocut­ores para moderar la marcha o

para hacer pagar los destrozos. En Francia las marchas deben ser autorizada­s, mantener un itinerario y un responsabl­e. La batalla de los Campos Eliseos no tuvo ni general ni ayudante de campo .

“Esta es la manifestac­ión de la cólera pero no de la violencia. No somos

casseurs. Somos los jubilados, la clase media en sufrimient­o, las familias con hijos que tuvimos que abandonar las grandes ciudades porque no podemos pagar los alquileres. Mucho menos los impuestos a los combustibl­es. No podemos cambiar el automóvil por uno ecológico, sintetizó Charles, de la Picardie,

Como Danielle y Benjamín, jubila- dos maestros, que no quieren pactos sociales : buscan soluciones y diálogo ya. Esta es la diferencia entre los conflictos anteriores. Un descreimie­nto, una democracia inmediata, que va a tener devastador­es efectos en las elecciones europeas de mayo próximo. Por eso Le Pen y Melenchon se encuentran tan activos.

 ?? AFP ?? Batalla. Escena de los choques ayer en los Champs Elysees. La policía avanza sobre la calle con escombros. Atrás los manifestan­tes los esperan. Quieren que Macron reflexione.
AFP Batalla. Escena de los choques ayer en los Champs Elysees. La policía avanza sobre la calle con escombros. Atrás los manifestan­tes los esperan. Quieren que Macron reflexione.
 ?? AP ?? Desastre. Una bomba molotov impacto de lleno en el paabrisas de este automóvil en el centro de París.
AP Desastre. Una bomba molotov impacto de lleno en el paabrisas de este automóvil en el centro de París.
 ?? AFP ?? Banderas y palos. Los manifestan­tes queman basura frente al Arco del Triunfo en el pico de las protestas.
AFP Banderas y palos. Los manifestan­tes queman basura frente al Arco del Triunfo en el pico de las protestas.

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