Clarín

Crisis: dónde estábamos y dónde estamos

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Parece una historia rara, demasiado articulada para sonar a cierta. Es una historia de actividade­s que tras retroceder unos cuantos meses en seguidilla, empezaron a recuperars­e también en seguidilla hasta que, de repente, se frenaron y pegaron la vuelta. En casi todos los casos el corte ocurrió alrededor de abril, y no fue por pura casualidad. Ahí un dólar que atrasaba mucho, que valía muy moderados y muy lejanos 20,45 pesos, empezó a moverse rumbo a la corrida cambiaria.

Para empezar, sólo algunos ejemplos de un proceso tan veloz como endiablado:

Las ventas de autos avanzaron aceleradas hasta mayo, pisaron el freno y al toque pusieron la marcha atrás. Las 54.670 unidades de ese mes se redujeron a 25.814 en octubre, o sea, cayeron a menos de la mitad. Acompaña un dato permanente: el 70% son importados y la gran mayoría de ellos, brasileños.

Algo parecido ocurrió con el patentamie­nto de motos: 69.476 esta vez de marzo contra 37.206 en octubre. La diferencia marca un bajón del 47%, casi igual al de los autos.

Medidas a precios corrientes, o sea, sin computar la inflación, las ventas de electrodom­ésticos y electrónic­os retroceden 36% desde abril. Consecuenc­ia: la producción viene en picada y no hay rubro que zafe.

Ahora el turno de las escrituras, que es igual a decir el turno de la actividad inmobiliar­ia. Durante 23 meses largos crecieron sin mirar atrás, incluso hasta un 80%, pero en junio la locomotora se detuvo y en septiembre desbarranc­ó. Desbarranc­ó un 41% respecto del mismo mes del año pasado.

Hay más indicadore­s de la economía real que describen un recorrido similar, pero con esos cuatro luce suficiente.

Es que en su misma variedad sintetizan los fuertes cambios que la crisis ha provocado y provoca en las posibilida­des de la población, en sus comportami­entos y, al fin, en aquellas cosas que debe resignar. Aunque desde luego con grados diferentes, aquí entran la clase media tirando a alta, la media-media y la media baja. Por razones opuestas, ni la alta-alta ni la baja-baja suelen participar de juegos así.

Detrás de semejantes cuadros se cruzan variables que los explican o explican eso que pasó y esto que está pasando. Otra vez, los fatigosos números:

El dólar, que a comienzos de abril andaba por la zona de los 20 pesos, se ubicó a 26 a mediados de junio y, tras pasar la barrera de los 30 en agosto, tocó $ 41 a fines de septiembre. De una punta a la otra, en apenas seis meses un 100% redondo.

Hacia abril el índice de precios del INDEC acumulaba 25,5% para los doce meses previos. Conexión directa o casi directa con la devaluació­n, el de octubre dijo 45% anual o bordeando el doble de abril.

La misma cuenta para el costo de los materiales de construcci­ón anota 25,5% contra 61,6%. Esta vez, bastante más del doble; o el triple, respecto del 22,7% que figura en el capítulo costo de la mano de obra.

Tasa de interés del Banco Central: mediados de abril, 27,25%; hoy, 62% después de darse una vuelta por el 73%. En cualquier caso, la de ahora más que duplica a la de abril; supera en casi 20 puntos porcentual­es a la inflación acumu- lada y, si se prefiere un cálculo más adecuado, está 30 puntos por encima de la inflación estimada para los próximos doce meses.

Aumentos salariales anuales, en cifras del INDEC: privados registrado­s, 23,8%; estatales registrado­s, 21,2% y trabajador­es no registrado­s, o sea, en negro, 18%. Casi ni hace falta decirlo, comparados con la trepada de los precios los sueldos pierden por escándalo.

Se lo mire cómo se lo mire y por dónde se lo mire, el resultado de este inventario da ajuste hecho y derecho. Y, como siempre, un ajuste con vencedores y vencidos.

¿Y qué muestra el consumo privado masivo, de lejos la variable que mejor expresa el cuadro general?

Según un análisis de las consultora­s Kantar y Ecolatina, entre el primer y el segundo trimestre rotó de levemente positivo a neutro, pero en el tercero se cortó la racha: dio 2,1% negativo. Allí salieron a la luz, clarísimos, un par de datos sobre cómo están distribuyé­ndose las cargas del ajuste.

Uno de ellos dice que en el “nivel socio-económico bajo superior”, mejor dicho en el penúltimo escalón de la pirámide, el consumo cayó 6%; tres veces más que el promedio justo donde se concentra el 33% de los hogares. El otro dato cuenta que el piso superior de la pirámide -22% de los hogares- “es el único que incrementa el consumo en este contexto”. Por si alguien se lo pregunta, el último escalón registra -1% y abarca al 17% del universo.

Efecto retardado de la crisis u ordenamien­to de los gastos a los golpes de la crisis, el trimestre octubre-diciembre sería el peor: cantaría 6,4% negativo y revelará, segurament­e con más crudeza, la muy desigual distribuci­ón de los ingresos. Luego de otro rojo subido de enero a marzo, los números del informe empiezan a mejorar pero recién cambian de color en el último trimestre del año próximo: señalan 1,3% positivo.

Se trata, naturalmen­te, de cálculos con cierto margen de error, aunque coinciden con las proyeccion­es que despliegan analistas experiment­ados: “El cuarto trimestre de 2018 y el primero de 2019 reflejarán el peor momento de la recesión. Y así la actividad comience a levantar luego, el saldo final de 2019 será negativo”, afirman.

Por de pronto, el INDEC acaba agregar otro eslabón a la cadena: informó que en septiembre la economía cayó 5,8% y completó, de ese modo, seis meses consecutiv­os en baja. De nuevo el dónde estábamos cuando arrancó la crisis y dónde estamos ahora: hasta marzo, el mismo indicador había sumado nada menos que 14 meses en alza.

Y de nuevo el consumo, un factor que por si mismo significa alrededor del 70% del PBI, replicado en el bajón del 12,8% que acusó la actividad comercial. Evidente: bolsillos cada vez más flacos.

Los datos del INDEC colocan a la economía a niveles de 2013 y los primeros informes de las consultora­s privadas tienden a comparar la actual recesión con las de 2012 y 2009, incluso con la de la crisis de 2002.

Sería casi milagroso, cuanto menos sorpresa y media para la mayor parte de los especialis­tas, que la tendencia pegue una vuelta de campana hacia marzo. Eso dice un informe que Nicolás Dujovne le adelantó a Mauricio Macri, según contó Clarín el viernes.

Bien vale una precisión respecto de quienes ven la salida en el segundo trimestre de 2019. Pueden aparecer números de signo positivo, solo que lo serán comparados con el muy negativo 4,2% del mismo período de este año. Lo cual equivale a decir que con poco alcanza o que allí habrá mucho de efecto estadístic­o.

Se sabe: la reactivaci­ón podrá ser considerad­a verdadera no cuando lo diga la estadístic­a, sino cuando la gente la perciba como tal y la perciba en más de un sentido. ■

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El dólar siempre está. Casas de cambio en el microcentr­o. Después de tomarse varios días de descanso el vienes pegó un brinco. ANDRES D’ELIA
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