Un movimiento ajeno a sindicatos y partidos
“Chalecos amarillos”. Nació en octubre pasado en las redes sociales. Protesta contra el alza de los combustibles.
El movimiento de los “chalecos amarillos”, que nació en octubre pasado en las redes sociales, tiene como objetivo luchar contra el alza del precio de los combustibles. Sin embargo, se convirtió rápidamente en una protesta general contra la pérdida del poder adquisitivo y los impuestos excesivos, en línea con la larga tradición francesa de protesta social.
“Es algo que va más allá de la gasolina”, afirma Dominique, un desempleado de unos cincuenta años que participa en un piquete en una ruta de Martigues, en el sur de Francia. “¡Se llevan todo!”, agregó indignado este hombre, vestido con la indumentaria amarilla fosforescente que es obligatoria en los vehículos en Francia, y que se ha convertido en el símbolo de este movimiento que nació a mediados de octubre en las redes sociales.
Combustible demasiado caro, impuestos excesivos, pensiones y jubilaciones insuficientes. Las reivindicaciones de este movimiento convergen en una misma afirmación: la pérdida del poder adquisitivo. Un estudio del Observatorio francés de Coyunturas Económicas (OFCE) confirma este sentimiento general. Según el organismo, el ingreso anual de los hogares franceses ha retrocedido unos 440 euros entre 2008 y 2016. “El problema es que antes de la crisis teníamos un aumento, pero desde 2008 hay una ruptura. Y el nivel de vida promedio por hogar no ha vuelto a su nivel anterior a la crisis”, explica Mathieu Plane, economista del OFCE.
El aumento del 23% del precio del diésel en el último año fue la gota que colmó el vaso para muchas familias que luchaban para llegar a fin de mes. “No piensan en la gente que viven en la periferia, en provincias, en zonas rurales. Les dicen que usen medios de transporte diferentes al auto, pero esa no es la realidad. Muchos no tienen más opción que pagar”, afirma Priscillia Ludosky, una vendedora de cosméticos en los suburbios parisinos, que se ha convertido en uno de los rostros del movimiento.
Este movimiento, ajeno a los sindicatos y partidos políticos, logró sacar a las calles a 270.000 manifestantes en toda Francia. El presidente Emmanuel Macron sostiene que “escucha la cólera” de los franceses y les pide paciencia para ver los frutos de su política de “transformación profunda” del país. Algo que los “chalecos amarillos” ven muy lejano. ■