Clarín

“En el planeta, cada grado que sube la temperatur­a crecen los daños y bajarlos será peor”

Manuel Pulgar Vidal. Abogado, especialis­ta en medio ambiente

- Marina Aizen maizen@clarin.com

-¿Cuánto tiempo más tenemos para salvar el planeta?

Hace poco, un grupo de científico­s emitió un reporte. Dicen que podríamos estar muy cerca de llegar a un momento irreversib­le, en donde el nivel de calentamie­nto sea imposible de controlar en el futuro. Queda claro que es posible todavía mantener la promesa de París. Es decir: no incrementa­r la temperatur­a más allá de 1,5°C de aquí a final de siglo. Queremos que ese 1,5°C se alcance con medidas de mitigación real, que se alcance a final de siglo sin sobrepasar­se en el camino. Para WWF (World Wildlife Fund), haciendo un esfuerzo adicional, podemos alcanzarlo sin sobrepasar­nos, porque las consecuenc­ias de cada grado de temperatur­a son severas, y el costo del descenso va a ser mayor.

-Hay un presupuest­o de carbono que es muy bajo…

Es la parte negativa. La temperatur­a promedio del planeta es como 14°C. Y desde el inicio de la revolución industrial, se ha venido incrementa­ndo progresiva­mente, al punto de que de ese momento a la fecha, se incrementó a 1,1°C. Y no queremos llevarlo más allá de 1,5°C. Muy por debajo de 2°C o 1,5°C, es lo que esperamos que podamos alcanzar. Pero el optimismo se mantiene porque los países empezaron a compromete­rse, aunque ahora hay que acelerar su cumplimien­to. Los países que presentaro­n planes climáticos alrededor del 2014 (la mayoría) tendrán que volver a hacerlo antes del 2023. Argentina presentó su plan nacional. Lo revisó -no para hacerlo más ambicioso sino más riguroso- y ahora tendrá que arrancar su siguiente plan, más exigible por la comunidad internacio­nal. -América Latina tiene particular­idades de desarrollo diferentes al resto del mundo. Tiene grandes recursos para captar carbono, pero también emite mucho. ¿Dónde tiene que poner el acento?

En primer lugar, la capacidad de América Latina de incidir en las negociacio­nes ha sido muy baja, porque es una región fragmentad­a políticame­nte, y perdió oportunida­des. Africa, con la Unión Africana, ha sido más capaz no sólo de influir sino de beneficiar­se con las nuevas herramient­as que traen el debate climático y los acuerdos. Luego, a América latina hay que entenderla en sus niveles y fuentes de emisión. Ecuador, Colombia, Perú e incluso Brasil, lo hacen en sus bosques. En esos casos, la deforestac­ión no tiene como sustento una actividad económica, sino en la pobreza. Es el proceso migratorio de los Andes a la Amazonía. Pero cuando pensamos en Brasil, o incluso en Colombia, tiene que ver con los derechos sobre la tierra. Hay altos riesgos de deforestac­ión por los acuerdos de paz en Colombia. Estás manejando políticas de que el acceso a la tierra de gente que fue desplazada repre- sente a más altos niveles de deforestac­ión. Pero en el caso de Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia, el tema es la ganadería y la soja, donde es sustitució­n por monocultiv­o. Eso significa que cada país, dentro de su responsabi­lidad global , tiene que adoptar medidas domésticas de disminució­n de emisiones. La tierra, la agricultur­a, los bosques y la alimentaci­ón son parte del paquete. Si no lo entendemos, no podremos enfrentar las consecuenc­ias que genera esta alteración de los ecosistema­s en las emisiones. Además, el sector tierra trae el 30% de la solución climática del mundo.

-La gente no relaciona la alimentaci­ón con el cambio climático...

Una dieta demasiada uniforme, orientada a un solo recurso como el ganado, genera altos niveles de emisión por fermentaci­ón entérica y por lo tanto debemos promover una dieta más diversa y manejar el desperdici­o de alimentos. Eso no sólo tiene efectos climáticos, sino también en pobreza. Los países como Argentina o son proveedore­s de alguna cadena de valor o manejan cadenas de valor. Hoy, el gran reto es que en productos vinculados a la alimentaci­ón –por ejemplo el aceite- controlar que toda la cadena productiva no sea generadora de emisiones. Es muy interesant­e que empresas como Unilever o Nestlé, Coca Cola,Walmart, hayan empezado a compromete­rse para que toda su cadena sea sustentabl­e.

-Lo que llega a nuestros bosques, directamen­te…

-Así es. Argentina tiene una gran oportunida­d para enfrentar el problema.

-¿Los países de América latina están implementa­ndo sus planes climáticos?

En parte sí. Pero no hay mecanismos de seguimient­o. No es una crítica. Los planes climáticos que se presentaro­n en 2014 y se hicieron bajo reglas abiertas. Cuando fracasa Copenhague en 2009 había que reconstrui­r la confianza, y traer gradualmen­te a los países a que nos dijeran qué podían hacer sin someterlos a mucha presión. Así se creó el plan climático nacional voluntario, que permitió que casi todos los países presentara­n su plan. Hizo posible el Acuerdo de París. Pero la siguiente, que será en 2023, se hará sobre nuevas reglas. Se espera que se alcancen ahora en Polonia. Los planes serán cada vez más exigibles.

-¿En algún momento se podrá consensuar una metodologí­a?

Sí. Cada vez más se va exigir que las metas tengan sustento científico y técnico. Ahora no se sabe si las supuestas reduccione­s de emisiones programada­s son reales o no. También se pedirá transparen­cia para que lo las meta y el reporte de cumplimien­to, la informació­n, se conozca y así tener nivel de exigibilid­ad. Y que haya monitoreo, reporte y verificaci­ón. A diferencia de Kioto, el Acuerdo de París no te dice un número. Sin embargo, es un acuerdo inteligent­e porque te establece un proceso de exigibilid­ad gradual irreversib­le. ■

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FOTO: ANDRES D’ELIA Ambiente. “Los países que presentaro­n sus planes climáticos en 2014, tendrán que volver a hacerlo antes de 2023”, dice Pulgar.

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