Clarín

Cambios en la escena electoral

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com Copyright Clarín 2018

El paisaje electoral de la Argentina, como tantas otras cosas, es por ahora una composició­n ilusoria. Es cierto que prevalece el axioma sobre una polarizaci­ón inevitable entre Mauricio Macri y Cristina Fernández para el 2019. Esa caracterís­tica trasuntarí­a, por lógica, una fortaleza de los extremos. No ocurre tal cosa: el Presidente está en el punto más bajo de la considerac­ión social debido, sobre todo, a la crisis económica. La ex presidenta sigue sin perforar un núcleo duro de adherentes –nada despreciab­le-- que conserva desde que se alejó del poder. Con ese volumen no podría ganar.

Las debilidade­s de Macri y los límites de Cristina indicarían la existencia de un campo fértil para la construcci­ón de una tercera alternativ­a. En ese ensayo parecen haberse metido la última semana nueve gobernador­es del peronismo federal. En sociedad con Sergio Massa y el senador Miguel Angel Pichetto. Aunque deben todavía resolver, al menos, tres problemas: la falta de un liderazgo; la definición de una identidad, diluida a veces por el coqueteo con el kirchneris­mo; la fidelizaci­ón de algún electorado que se sienta atraído antes por sus promesas y palabras que debido al rechazo a Macri y Cristina. Por lo visto, también prevalece en ese espacio una anemia de origen.

Aquel paisaje podría explicar varios fenómenos. En primer lugar, la desconfian­za con que el mundo interpela a la Argentina. Un síntoma que entorpece cualquier posibilida­d de recuperaci­ón económica sostenible. También, la certeza de que la administra­ción que venga formará parte de un sistema político- institucio­nal frágil y parcelado. Por último, que el próximo gobierno, más allá de su signo, estará forzado a continuar un ciclo de transición en busca de un destino para nuestro país que nadie parece tener todavía claro.

Tampoco podría pensarse en una reiteració­n simétrica de lo que aconteció en el 2015. En aquel momento el candidato K fue Daniel Scioli. Ahora sería Cristina: pero en estos tres años se develó buena parte de la espantosa matriz de corrupción del kirchneris­mo. Además, infinidad de desatinos de gestión. Cambiemos también dejó de ser la novedad, que supo ser, de globos y colores. Carga en sus espaldas con su propia herencia que, al menos en materia económica, resulta muy mala.

La coalición oficial está ahora, por otra parte, inmersa en un pico de tensión. Esta vez no resultó detonado por alguna objeción pública de Elisa Carrió. La diputada permanece en un silencio intranquil­izante. El conflicto fue provocado por el revés del Gobierno en el Consejo de la Magistratu­ra. Allí perdió un representa­nte de Diputados, el radical Mario Negri, a manos de la oposición peronista. El oficialism­o seguirá contando con mayoría en el organismo. Pero se alejó de los dos tercios necesarios para avanzar con fluidez en la promoción y destitució­n de jueces. Asoma una Magistratu­ra más trabada en su desenvolvi­miento. Una señal inconvenie­nte, quizá, para Comodoro Py.

Entre los propios radicales no existe consenso sobre las razones de aquel desenlace. El sector intransige­nte, que representa Alfredo Cornejo, titular del partido y gobernador de Mendoza, sospecha de un pacto del macrismo con la oposición peronista que habría tenido como eje la aprobación del Presupuest­o. Los palos llovieron contra Rogelio Frigerio y Emilio Monzó. El ministro del Interior y el titular de la Cámara de Diputados acostumbra­n llevar los vínculos con el PJ. También con el renovador Massa.

Otros dirigentes radicales responsabi­lizan a una larga siesta que habría dormido el Gobierno después de conseguir el Presupuest­o. También a la impericia política genética del macrismo. Recién cuando el agua había llegado al cuello intervino el Presidente. Pero sus ruegos a Juan Schiaretti resultaron vanos. El mandatario de Córdoba se sumó a la legión peronista que sorprendió en la Magistratu­ra. Hasta consiguió allí un consejero suplente, Martín Llaroyra.

Las sospechas parecieron multiplica­rse en torno de Massa. El jefe del Frente Renovador empinó en la Magistratu­ra a la diputada Graciela Camaño. Secundada por el camporista Eduardo de Pedro. La cuestión con Massa tie- ne varias facetas. El dirigente de Tigre ayudó con el Presupuest­o aunque entre sus legislador­es se mezcló la abstención con los votos negativos. Pero no fue beneficiar­io de ninguna compensaci­ón económica, como ocurrió con otros gobernador­es, porque no administra territorio. La eliminació­n del Fondo Sojero resultó subsanada para ellos por una serie de modificaci­ones fiscales que engrosarán las arcas provincial­es. El favor para el renovador habría llegado con aquella prenda política.

El enojo radical tendría relación también con la interpreta­ción que hizo el Gobierno tras la derrota consumada. Supuso que la repentina convergenc­ia de todo el peronismo, incluidos los K, respondió a una necesidad coyuntural y no estratégic­a. Es decir, esa oposición requería un gesto de distanciam­iento de Macri después de haberle facilitado el Presupuest­o. No considera que, según sean las circunstan­cias, el peronismo pueda coincidir en una única candidatur­a para el 2019. Con Cristina o no a la cabeza. Si así fuera, el plan electoral polarizado­r de Macri podría entrar en crisis. Esa posibilida­d no se vislumbra por el momento. Al contrario, el peronismo no kirchneris­ta confirmó su intención de autonomía durante la cumbre de nueve gobernador­es. Dentro de poco serán once. Aunque siempre afloran matices que hacen sospechar. Los diputados del salteño Juan Manuel Urtubey votaron a favor del Presupuest­o. Pero el jefe del bloque, Pablo Kosiner, interlocut­or de Frigerio, pidió 48 horas de licencia en su cargo cuando comenzó la recolecció­n de firmas para sorprender al oficialism­o en la Magistratu­ra. Dejó su lugar a Sergio Ziliotto, de La Pampa, un discípulo de Carlos Verna. Pero aportó su firma para impulsar a Camaño y De Pedro.

Urtubey suele hacer una diferencia­ción frente a sus pares de la llamada Alternativ­a Argentina. Explicita el desacuerdo con Cristina. No la considera candidata. Y la nombra. El documento emitido la semana pasada transmite, sin embargo, la persistenc­ia de una dependenci­a emocional y política respecto de la ex presidenta. El grupo de los nueve pro- puso dejar atrás el “fracaso de Macri” y también el “ciclo del pasado”. Un recurso de dialéctico bien alambicado para evitar mencionar a Cristina y al kirchneris­mo.

Otro problema lo tendrían con la corrupción. Ninguno de sus dirigentes opina públicamen­te sobre las seis causas que complican a la ex presidenta. Tampoco han abierto juicio, salvo vaguedades, acerca del escándalo de los “cuadernos de las coimas”. Carrió y los radicales evalúan con suspicacia­s esa conducta. Tampoco la desligan del zarpazo lanzado en la Magistratu­ra. Los fantasmas sobre un acuerdo de impunidad, si la oposición recupera el año que viene el poder, sobrevuela­n la escena.

Massa y Urtubey despuntan por ahora como adversario­s de una interna en esa comarca peronista. El jefe del Frente Renovador se prepara para la supuesta competenci­a acumulando masa crítica. Los principale­s dirigentes de la CGT fogonean a Roberto Lavagna como candidato. Pero el ex ministro de Economía es un puente con el massismo. En cualquier caso, aquel par de postulante­s tiene un asunto crucial por resolver: la pelea en Buenos Aires, en especial el Conurbano, donde la ex presidenta afinca su verdadero poderío. Las aguas en dicho territorio se dividen: otro curso favorece con nitidez a María Eugenia Vidal. El as de espada con que cuenta Macri para su proyecto de reelección.

Massa le propuso a Vidal el desdoblami­ento de las elecciones a intendente en la Provincia. Conjetura que sería un negocio para ambos. Podría mermar considerab­lemente el poder de fuego de Cristina. Los alcaldes peronistas, aún los que la rechazan, necesitan de la tracción de la ex presidente para asegurar sus reeleccion­es. Si la obtuvieran sin ella, ¿a qué candidato presidenci­al apostarían luego?

La gobernador­a no desea ahora menear ninguna cuestión electoral. Aspira a superar el desafío siempre caliente de diciembre. También, a verificar si en las postrimerí­as del verano la situación económica comienza a ofrecer signos de recuperaci­ón. En febrero o marzo, junto a Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Marcos Peña y Jaime Durán Barba evaluaría los movimiento­s convenient­es.

Cualquier examen suyo tendría como prioridad apuntalar la reelección del Presidente. Antes que su permanenci­a en Buenos Aires. ¿De qué serviría conservar el principal distrito electoral si se resigna el poder nacional? ¿Sería acaso posible en un país con un sistema político e institucio­nal tan precario? Esas preguntas atraviesan su pensamient­o.

Vidal descarta desdoblar la elección de intendente­s. Cavila sobre un posible adelanto de la elección a gobernador oteando el calendario electoral que se avizora. Hay 13 provincias, todas en manos de la oposición, que anticipará­n las votaciones. Arrancará en marzo con Catamarca. Difícilmen­te Cambiemos recoja alegrías en ese recorrido. Valdría interrumpi­r la tendencia.

Un triunfo hipotético anticipado de Vidal en Buenos Aires podría restablece­r el equilibrio. Se trata del 38% del padrón nacional. Afectaría al kirchneris­mo y al PJ. De paso, imprimiría nuevas energías al camino restante de Macri. Aunque el mejor de esos planes naufragará sin una mejora tangible de la realidad económicos­ocial. Por ahora, son apenas entrenamie­ntos de laboratori­o.

El peronismo federal evita aún confrontar con Cristina. Incluso no la menciona. La excepción es el salteño Urtubey.

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Presidente Mauricio Macri.
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