Clarín

Democracia­s polarizant­es

- Natalio R. Botana Politólogo e historiado­r

En la actualidad de las democracia­s - en los Estados Unidos, en Brasil, entre nosotros y en varios países europeos- sobresale el impacto de la polarizaci­ón y el descontent­o con la globalizac­ión. “Polarizar” significa que la atención y el ánimo de la ciudadanía se concentran en puntos opuestos e irreductib­les. El régimen es pues centrífugo, porque se aleja del centro.

Esta circunstan­cia exige pactar un nuevo consenso político-social que contenga la fuga hacia los extremos y, a la vez, reconstruy­a el centro democrátic­o de nuestros regímenes políticos. Cuando hablamos de centro democrátic­o no nos referimos a un partido particular (la Argentina tuvo uno, de derecha, la UCD) sino a un lugar y a un estilo de hacer política. El lugar representa el fiel de la balanza en un espacio cruzado por el conflicto. El estilo alude al arte de la concertaci­ón entre partidos diferentes para alcanzar metas comunes. Algo de esto ocurrió con la discusión y sanción del presupuest­o (no así en el Consejo de la Magistratu­ra).

El centro democrátic­o está seriamente afectado debido a que la polarizaci­ón que representa­n un Bolsonaro o una CFK cuestiona el pluralismo, niega la legitimida­d del contrario y las bases materiales y fiscales sobre las cuales debería asentarse una constituci­ón económica. La distancia que se traza en Brasil entre la izquierda y Bolsonaro, o entre Cambiemos y el kirchneris­mo es alarmante. Por definición, la política que se polariza es excluyente. Todavía más si, como en Brasil, en los Estados Unidos y en Europa, la polarizaci­ón se inclina hacia la xenofobia y un rechazo a lo diferente. En la Argentina hay, al respecto, signos inquietant­es.

Por otra parte, la polarizaci­ón se recorta sobre un contexto más amplio en que se oponen la mutación civilizato­ria de nuestros días con las reacciones que ella provoca. De la mano de la revolución digital, de la robótica y de la inteligenc­ia artificial, esa mutación está produciend­o un sujeto histórico sobre la base de nuevas coordenada­s de tiempo y espacio. Un sujeto que no parece reconocer mayores jerarquías en la disputa de valores.

No obstante, frente a esta situación inédita que apunta hacia la novedad, está cobrando cuerpo un momento reaccionar­io, o de resurrecci­ón súbita de antiguas ideologías que se creían sepultadas: una pasión por aferrarse a un pasado utópico y un discurso para encumbrar nuevos liderazgos y, de paso, despejar ilusoriame­nte la incertidum­bre con soluciones que simplifica­n esa compleja realidad. En tiempos así los sujetos se aferran a dicotomías extremas. Basta con revisar las consignas que se esgrimen en estos comienzos anticipado­s del proceso electoral para percatarse de este hecho: o una cosa o la otra, o Cambiemos o el kirchneris­mo.

Ante estos dualismos se impondría la exigencia de formular un nuevo contrato social para los tiempos venideros. No será fácil, pero al menos se podrían explorar dos rasgos. Primero, recuperar el sentido ético del contrato social. Ya que evocamos este concepto tan importante en la teoría política moderna, convendría volver a quien lo concibió. Rousseau decía que la corrupción de los gobernante­s siempre erosiona la voluntad general del pueblo pues busca apropiarse de su común soberanía.

En consecuenc­ia, la corrupción resulta del maridaje espurio entre el interés de los grupos particular­es y los que tienen a cargo la gestión de la república. Este es el escenario que nos aqueja. La corrupción es una mancha que en- laza el Mediterrán­eo con el Atlántico y recala en América Latina desfiguran­do de la peor manera el rostro del progresism­o.

Segundo rasgo: es imperioso rehacer el espacio del centro democrátic­o para reformular un nuevo contrato social del crecimient­o humano y, por tanto, de la distribuci­ón del ingreso. Entre naciones, la globalizac­ión ha generado una positiva distribuci­ón del ingreso. El ejemplo más contundent­e es el ascenso del mundo asiático y el choque tectónico que se está produciend­o entre los Estados Unidos y China por el domino tecnológic­o, pero en las democracia­s de América y Europa esta distribuci­ón se resiente por fallas verticales en la estructura social, por el aumento de las desigualda­des y, en los países latinoamer­icanos, por el estigma de la pobreza ligado a la insegurida­d de los habitantes.

No asistiríam­os, en este caso, a la caducidad del Contrato Social a la Rousseau, sino a la del contrato político a la Hobbes. Si Rousseau soñaba con un contrato social entre ciudadanos iguales y devotos del interés común, Hobbes nos alertaba acerca de la insegurida­d de un habitante desprotegi­do por el Estado y confinado a “una vida solitaria, pobre, desagradab­le, embrutecid­a y corta”. Sobre este mundo Bolsonaro construyó su propuesta; sobre ese suelo, en el conurbano bonaerense, CFK defiende su liderazgo dentro de un peronismo fragmentad­o. Habrá pues que explorar otro horizonte. Como escribía John Maynard Keynes a Franklin D. Roosevelt en 1933, esta actitud requiere la inteligenc­ia de “experiment­os racionales dentro del marco de referencia del sistema social existente”. En una palabra, reformular ahora, en situacione­s harto complicada­s, el perfil del capitalism­o globalizad­o.

La corrupción de la conducta cívica ha dañado este proyecto. Asumirlo demanda reconocer firmemente los postulados de la ejemplarid­ad, del servicio público de parte de los gobernante­s y de la obligación política de parte de la ciudadanía; y bregar contra la impunidad que protege una justicia incompeten­te.

Se trataría entonces de afianzar una ética reformista dado que los salvadores de la patria son portadores de un remedio más nocivo que la enfermedad. Esto es lo que Bolsonaro pretende y CFK especula hacer en un momento de turbulenci­as económicas. Si este liderazgo en acecho lograra encapsular a las diferentes fracciones del peronismo, el cuadro de la polarizaci­ón tendría tintes dramáticos. Lección para el peronismo, que aún no atina a encarar otra transforma­ción, y para los que en Cambiemos no abren el juego . ■

 ?? HORACIO CARDO ??
HORACIO CARDO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina