Tras el escándalo en Nordelta, revelan más discriminación con empleadas domésticas
Según el sindicato, hay propietarios que no les permiten usar vasos de vidrio o entrar por la misma puerta.
Si cualquiera busca la fecha en el calendario verá que el año es el 2018. Hasta ahí no hay ningún misterio. El problema surge cuando se cuentan historias que ocurren en la actualidad dentro de algunas casas, donde parece que se vive en otro siglo.
Hace unos días se conoció la noticia sobre las empleadas domésticas de Nordelta que denunciaron de manera pública que no pueden subir a las mismas combis -que pasan por el complejo- con los propietarios. Cortaron una calle para reclamar y visibilizar el reclamo en el que, aseguran, los dueños de las casas las discriminan porque “hablan mucho y están transpiradas”.
Como una respuesta práctica al reclamo, el Municipio de Tigre presentó ante el Concejo Deliberante local un proyecto de ordenanza que autoriza el ingreso del transporte público a la avenida que circunda Nordelta, conocida como la “troncal”, con el objetivo de que se pueda dar el servicio de transporte tanto a quienes viven como a quienes trabajan en ese com- plejo de barrios cerrados. El proyecto ahora espera su tratamiento legislativo. Pero hay un trasfondo que va más allá de una norma legal.
De eso hablan en el sindicato que nuclea a las trabajadoras domésticas, Unión Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP). Allí se mostraron indignadas por lo que se denuncia y contaron que hoy en día muchas mujeres que trabajan en casas ajenas viven éstas y otras situaciones de discriminación, más propias del siglo pasado que del actual.
Gladys Surpi es vocal del sindicato y trabaja allí desde 1975. En estos 43 años escuchó cientos de historias, muchas de las cuales todavía ocurren. Cuenta que, por ejemplo, muchas mujeres no pueden entrar por la misma puerta que los dueños de las casas y otras no pueden comer en la misma mesa. “Es triste enterarse que vienen chicas y nos dicen que no las dejan usar el celular en horario de trabajo o casos extremos en donde cuentan que no les permiten que tomen agua en vasos de vidrio y deben hacerlo con vasos de plástico. Es algo que no podemos creer que ocurra”.
Para Surpi esas prácticas son más comunes de lo que muchos creen y se repiten más que nada en el interior del país: “Son actitudes de otro siglo, pero esas cosas todavía pasan en muchas casas. Hace unos años eran tratadas como sirvientas y no como empleadas. La servidumbre se abolió hace varios años, aunque existen lugares en lo que de alguna manera eso se mantiene. La verdad es que nos preocupa”.
El uniforme de trabajo es otra de las cuestiones a discutir. No es extraño ver por la calle de algunos barrios mujeres vestidas con sus trajes clásicos de color negro o rosa con detalles blancos, mientras hacen las compras. A muchos les “choca” ver esa escena. Desde el sindicato lo desalientan y si bien aclaran que el uniforme no es discriminatorio, prefieren que no se use. Explican que la nueva ley aprobada en 2013 señala que la ropa de trabajo no es obligatoria, que puede usarse sólo si hay acuerdo entre las partes y que en este caso es el propietario de la vivienda quien debe proveerlo. “Muchas prefieren usarlo para no ensuciarse su ropa, pero sabemos que hay jefes que las obligan. Es como que dicen ‘miren vecinos, tengo una empleada’”, dice Surpi.
Respecto del caso de Nordelta, Surpi asegura que “es algo que no puede ser, que no puedan viajar en el mismo colectivo que los propietarios no es del siglo XXI, esto es inadmisible. Estamos a disposición de estas mujeres”. La UPACP tiene 200.000 empleadas domésticas afiliadas, aunque dicen que en todo el país llegan a ser casi un millón y medio, “de las cuales el 70% está en negro”. ■