Clarín

Estefi, la capitana de un sueño

- Paula Lugones plugones@clarin.com

Suena el silbato y ellas salen despedidas desde el banco de suplentes hacia la cancha, con banderas argentinas flameando en las espaldas, como las capas mágicas de los superhéroe­s o -mejor dicho-, de las chicas superpoder­osas. Se abrazan con el resto de las jugadoras en el campo, apenas logran respirar de la emoción y las lágrimas. Saltan, festejan, casi no lo pueden creer: acaban de ganar el repechaje contra Panamá y lograr al fin su pase al Mundial de fútbol femenino que el año que viene se disputa en Francia. Un sueño colectivo por el que pelearon como leonas.

Un poco al margen de esa escena de loca algarabía, la capitana Estefanía Banini, de 28 años, inicia en el césped casi una íntima ceremonia. Primero saluda a las rivales de Panamá (“Yo sé lo que se siente. Estuve de ese lado en algún momento”, dirá, recordando las frustracio­nes de 2010 y 2014) y luego permanece en soledad, con los ojos empapados, mirando a una bandera argentina en la tribuna del estadio panameño.

“Sentía que estaba con mi familia, mis amigos, la gente que estuvo conmigo en todo momento”, murmura. “Me fui con las chicas, pero no podía ni saltar ni festejar, lloraba de emoción, me pasaba por la cabeza una película con todo lo que habíamos peleado en los últimos meses”, dice hoy la mejor jugadora de fútbol de Argentina, la que lleva el 10 en la espalda, la que llaman “La Messi” por su gambeta imprevisib­le y endiablada.

La película de la capitana y sus compañeras se aceleró a ritmo vertiginos­o desde que Clarín publicó una entrevista con “Estefi” Banini hace poco más de un año. Entonces jugaba en el Washington Spirit y era la única argentina en la National Women´s Soccer League de Estados Unidos, la liga femenina más competitiv­a del planeta. En esa nota Banini contaba sus desafíos personales y de las mujeres en el deporte, pero también denunciaba el magro apoyo de la AFA al fútbol femenino, la escasez de entrenamie­ntos de la Selección Nacional, la miseria de viáticos para las jugadoras (que tienen que pedir licencias en sus trabajos para entrenar y competir), la falta de sponsors. Era la primera vez que la controvers­ia saltaba con potencia a un medio masivo de comunicaci­ón.

Banini ya planteaba entonces su ilusión, algo que hace más de un año sonaba a utopía: “Queremos que esta generación vaya a un Mundial”, una meta que no se lograba desde 2007. “Con un proyecto y un buen trabajo se puede lograr. Pero en este momento es importante tener el apoyo de la AFA”, reclamaba.

Hoy, la Selección de mujeres ya tiene pasaje a París.

Desde que comenzó a jugar a la pelota en Mendoza, a los 5 años, el sueño de “Estefi” fue jugar un Mundial. “Nunca lo dije, pero a los 5 yo ya sabía lo que quería”, cuenta hoy a Clarín. Como la mayoría de sus compañeras, desde chica peleó por un lugar en un mundo tradiciona­lmente reservado para el sexo masculino. Hasta los 15 años jugó futsal con varones en Cementista, donde aprendió desde su metro con 56 centímetro­s a poner el cuerpo y esquivar a rivales de más de un metro ochenta. Sus padres habían tenido que firmar una autorizaci­ón ante escribano para que pudiera jugar con varones porque el reglamento no lo permitía.

Luego se sumó a Las Pumas, un equipo de mujeres de su provincia, y fue convocada a la Selección sub-17 y sub-20, donde logró visibilida­d internacio­nal y el apodo de “la Messi”, por su estilo de juego. Fue entonces cuando fichó para el Colo-Colo chileno, donde entre varios títulos ganó la Copa Libertador­es 2012, y de allí saltó al máximo escalón, al ser contratada por Washington Spirit en Estados Unidos, donde jugó dos años. Hoy acaba de sumarse al Levante, un equipo que marcha entre los primeros de España y apunta a clasificar en la Champions League.

A pesar de que es una de las pocas argentinas que puede vivir con comodidad del fútbol, Banini siempre tuvo clavada la espina de no haber podido jugar un Mundial. Vio frustrado su sueño en 2010 y 2014 y ésta casi asomaba como su última oportunida­d. “Las más grandes de la Selección ya tuvieron la posibilida­d de ir a Mundiales, las más chicas tienen chances más adelante. Y yo, siendo una de las más grandes, soy la única que no lo jugó”, apunta.

Pero la Selección estaba mal preparada, sin entrenamie­ntos ni amistosos, con ropa usada y de hombre para jugar y con una huelga de 18 meses en protesta por la situación. A años luz de sus pares de la Selección masculina, ellas habían llegado a dormir en el micro un día de partido. Hasta las camisetas argentinas eran presentada­s por modelos y no por las propias jugadoras.

Hartas de la situación, las chicas se sacaron una foto con las manos en las orejas, al estilo “Topo Gigio”, en la Copa América de abril: pedían ser escuchadas. El reclamo, aupado en un movimiento feminista que se expandía en el país y el mundo, creció poderoso en las redes sociales y también en los medios tradiciona­les de comunicaci­ón, que solían ignorar que para ellas el fútbol también es pasión y un medio de vida.

Pese a las adversidad­es, y a fuerza de garra y chispazos de buen fútbol, Banini y sus compañeras lograron un inesperado tercer puesto en la Copa, lo que les permitió la posibilida­d de ir a un repechaje para clasificar al Mundial. Entonces se dio el vuelco. La AFA del Chiqui Tapia, que antes las ignoraba, las apoyó: coordinó entrenamie­ntos y amistosos internacio­nales; alojó a las chicas en el predio de Ezeiza --en las mismas habitacion­es donde suelen dormir Messi y sus compañeros-- y organizó el partido de ida en el estadio de Arsenal, con la esperanza de que se colmaran las tribunas. Ellas pudieron enfocarse en entrenar sin tensiones, a las órdenes del DT Carlos Borrello.

Y las jugadoras respondier­on a la altura de la historia: en la primera cita contra Panamá, el 8 de noviembre, llenaron por primera vez un estadio con casi 12.000 personas que alentaron a su Selección en un espectácul­o inolvidabl­e. Era más que un hito en el fútbol femenino: la energía y la emoción que se respiraba en esas tribunas, colmadas de mujeres y familias, era electrizan­te. Para que la noche fuera perfecta, Banini y compañía aplastaron a las panameñas por 4 a 0. Días después, el partido de vuelta en Panamá fue casi un trámite que les permitió sellar su sueño.

“La AFA cambió la mirada hacia nosotras”, dice Banini. De jugar prácticame­nte en el anonimato, los partidos fueron transmitid­os en directo y tuvieron su lugar en los medios nacionales. Las marcas deportivas comenzaron a fijarse en ellas para vestirlas.

El 7 de junio de 2019 comenzará en Francia el próximo desafío. El día en que su botín pise al fin el césped francés, “Estefi” verá concretado el sueño que acuñó de niña. Con ella soñarán muchas más: “Vamos a entrenar y dejar todo. Yo sé que los sueños te ayudan a correr un poco más”. ■

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R.CANDIA La chica 10. Estefanía Banini logró llevar a su equipo al Mundial de Francia 2019.
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EFE Capitana. A Estefi le dicen “la Messi” del fútbol femenino. Empezó a jugar a los 5.
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Todas. Antes jugaban con ropa usada y de hombre. Ahora se ganaron un lugar propio.
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