Afuera del Monumental hubo una batalla campal: 56 detenidos
Antes del ataque al micro de Boca y tras la suspensión del partido hubo choques entre los hinchas y la Policía.
Lo que debió ser una fiesta terminó siendo acaso uno de los más grandes escándalos en la historia del fútbol argentino. El partido del papelón fue caótico desde mucho antes de la postergación y de la posterior suspensión y de las idas y vueltas de River, Boca y la Conmebol. El operativo de seguridad falló desde bien temprano. La gente se fue amontonando en cada una de las vallas de los diferentes cacheos y no hubo distinción de género ni cuidado con los más chicos por parte de los policías. Todos por el mismo camino, a las corridas, a los topetazos, a los empujones. Y todo se desmadró cuando un grupo intentó ingresar a la fuerza sin entradas a la platea Belgrano Alta por las puertas Q y R de la calle Udaondo.
Eso ocurrió poco antes de las 15. La Policía respondió con gases y palazos indiscriminados. En medio de los incidentes, uno de esos hinchas que provocaba los disturbios empujó a otro que estaba con sus hijos, éste cayó al piso y se fracturó un tobillo. El agresor fue detenido, pero el lastimado, que tenía entrada, debió ser trasladado a un hospital para ser atendido.
En la previa se anunció que habría cientos de orientadores y personal de seguridad controlando los DNI de los espectadores. Rápido, todo se desbordó y se terminaron los chequeos exhaustivos. El operativo comenzó a las 9 de la mañana con el vallado de las calles cercanas al Monumental. A las 13 se abrieron las puertas de la cancha. La Avenida del Libertador se fue poblando de micros que venían de varios puntos de Buenos Aires y del país y fue cortada en distintos tramos por la acumulación de fanáticos, muchos sin entradas. ¿Cómo hicieron esos para esquivar tres cacheos y llegar hasta el estadio? También se registraron situaciones similares en la puerta de la Centenario.
Varios socios denunciaron que sufrieron el robo de sus tickets por parte de los que fueron dispuestos a en- trar de una u otra manera. El periodista Andrés Burgo fue una de las víctimas, según denunció Gonzalo Bonadeo en Twitter. En el medio de todo esto sucedió la salvaje agresión al micro que trasladaba al plantel de Boca en Avenida del Libertador y Monroe.
El Monumental se llenó a las 16.30 y fue un punto de quiebre. Porque Seguridad armó columnas humanas y ya nadie pudo ingresar. Cerraron las puertas y miles de hinchas con en- tradas no pudieron acceder. Fue el principio del fin. Otra vez las corridas y aparecieron las balas de goma. El saldo final fue de 56 detenidos: 16 por “atentado y resistencia a la autoridad” y 40 con contravención pór “incitación a la violencia”.
Cuando la voz del estadio anunció que el partido comenzaría 19.15, otra vez se presentó el caos sobre Avenida Libertadores y Udaondo, con los muchos que no podían llegar al Mo- numental. Las estruendos de los balazos se acumularon y la imagen por momento fue de batalla campal. La Policía con la muñeca fácil para gatillar y los hinchas fuera de sí, provocando destrozos.
La desconcentración fue igual de escandalosa. “Son 15 vándalos”, soltó el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio. Pero la verdad es que fueron bastante más. La calle volvió a ser tierra de nadie, como ocurrió la tarde del 26 de junio de 2011, el fatídico día del descenso, cuando decenas de delincuentes saquearon locales, casas, autos y todo lo que se topaban en el camino.
El secretario de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, reconoció una “falla” en el operativo que debía cuidar la llegada del plantel de Boca al Monumental y apuntó contra la barra brava de River al sostener que buscaron generar violencia porque el viernes “se le secuestraron 10 millones de pesos” y entradas. “Esto se da en el contexto de una semana en la que realizamos allanamientos y se le secuestraron a la barra más de 10 millones de pesos y si se fijan no entraron”, lanzó D’Alessandro. Fue tajante el funcionario al ser consultado sobre la responsabilidad de la barra en la agresión al micro: “No tenemos ninguna duda. Los episodios son de gente que se agrupa en grupos de 150 o 200 personas que quieren ingresar sin tener las entradas”.
Sucedió una paradoja en la oprobiosa jornada del sábado 24: en el partido que nadie quería perder, terminaron perdiendo todos. Desde el primero hasta el último; desde arriba hasta abajo. Todos derrotados y por goleada. ■