Gritos, sangre y bronca en una tarde a pura tensión en el vestuario de Boca
Tanto los dirigentes como los jugadores se plantaron en no salir a jugar el partido tras el brutal ataque al micro.
De la euforia a la vergüenza. En un minuto. Así se vivió en el micro de Boca la salvaje agresión que recibió el plantel en su ingreso al Monumental. Instantes con cantitos de ánimo para entrar a jugar la final (“En la cancha de River vamos a ganar y la vuelta vamos a dar”, cantaron y lo reflejaron desde sus redes sociales los futbolistas) que constrastaron con lo que pasó después. Vidrios rotos, compañeros ensagrentados y el riesgo de un chofer al que le sobró pulso para seguir manejando (los últimos metros los hizo el vicepresidente Horacio Paolini manejando el micro) y evitar una tragedia ante la multitud de hinchas de River que rodearon al plantel. Después, la asfixia de algunos como Villa y Almendra, los problemas respiratorios para Tevez y Gago, los cortes en las manos y en la frente en el juvenil Gonzalo Lamardo y una úlcera en el ojo izquierdo de Pablo Pérez. Gritos de enojo, insultos y mil versiones. También presiones. De hombres de traje de Conmebol que entraron cada media hora al vestuario de Boca a exigir que se presentaran en el campo de juego a jugar. Incluso con amenazas de otorgarle el trofeo al rival si no se firmaba la planilla. La TV con los derechos de transmisión haciendo su parte. Un absurdo bien lejano a la preparación de una final de Copa Libertadores.
“Es todo ilógico lo que pasa; nos piden que juguemos y tenemos compañeros que están mal. Yo tuve una reacción alérgica y otros están lastimados”, confirmó Fernando Gago, uno de los capitanes que salió a hablar para frenar a tantas presiones ajenas. Porque las hubo. En reuniones constantes, el presidente de Conmebol, Alejandro Domínguez, siempre expuso el deseo de continuar. También lo hizo el titular de la FIFA, Gianni Infantino, quien irrumpió en una reunión a la que no había sido convocado para que le dieran razones para seguir. Todo mientras el capitán Pablo Pérez se atendía en el Sanatorio Otamendi por una úlcera en el ojo izquierdo. Eso generó un ma- lestar gigante en el plantel de Boca, que a esa altura llevaba 4 horas encerrado en un vestuario sin certezas y todavía con secuelas de un arribo caótico a Núñez. No solo eso. “Que le den la Copa a River que tiene peso en la Conmebol”, disparó Darío Benedetto, casi seis horas más tarde de todo el conflicto. Es que en el vestuario visitante del Monumental todos coincidieron en que el hecho se pareció al del gas pimienta de 2015 que terminó con el equipo eliminado de la Libertadores sin ninguna objeción. Esta vez, nadie de Conmebol se mostró con ganas de actuar con semejante rigurosidad. Para ellos, la prioridad era continuar con el juego.
“Tengo la palabra del presidente de Boca de no reclamar los puntos en Conmebol”, dijo Domínguez. Eso fue lo que ocurrió en un primer momento. Daniel Angelici eligió el camino del diálogo (“Consideramos que los partidos se ganan en la cancha y quiero resaltar la solidaridad que encontré de parte de D’Onofrio y de River en aceptar jugar en otro momento”, expuso) y no el que tomaron sus pares de River en la Copa de 2015, pero por lo bajo más de un directivo consideró que el club debe hacer una nota a la entidad sudamericana. Incluso hubo reuniones hasta tarde en el hotel Madero porque varios puntos del reglamento favorecen a un desenlace favorable para Boca.
Pérez fue el más afectado por los incidentes. Y también por el desmanejo de la Conmebol, que incluso desconfió de la gravedad de su lesión. “Me dijeron que tengo irritado, que son unos puntos del ojo que está lastimado. No quiero hablar más porque tengo una calentura... pareciera que hoy entramos a una guerra y no a un partido de fútbol”, fueron sus únicas palabras. Fue al Otamendi a tratarse y regresó con los certificados que los médicos de Conmebol no estaban dispuestos a realizar en Núñez. Eso alteró a todo Boca. Ese comunicado que relató que el partido podía disputarse porque no se había constatado lesión terminó por convencer al plantel y al cuerpo técnico que la intención era jugar a cualquier costo. Y que no se dudaría en darle el trofeo a River.
Insultos de Nandez y de Buffarini con gente de la seguridad, una visita de Gallardo con todas las cámaras de TV observando que no se tomó como genuina en Boca y un cambio de micro para volver a la concentración fue como terminó la jornada. Hoy será otro día. ¿Habrá final? ■