Clarín

El final de una sociedad inculta y enferma

Superfinal. La emboscada, el pésimo operativo policial, la destrucció­n del otro, el miedo: el fútbol nos expone.

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Algo está mal. Muy mal. Algo está mal en la cabeza de quien tira una piedra. En la de quien elabora el operativo de seguridad y deja sin vigilancia una zona vital, zona liberada. De quien dice en las redes sociales que “se cagaron y buscaron una excusa para no jugarlo”. Y de quien le responde “te vamos a matar”.

Matar.

Matar al otro.

Como las antiguas tribus se sentaban frente al fuego nos sentamos frente al televisor, espejo lo que somos en HD. Asco. Miedo, aún a kilómetros de Núñez. Tremenda derrota la de todos nosotros. La Superfinal es el final de una sociedad inculta y enferma, con sistemas de convivenci­a heridas de muerte y protocolos de control y seguridad ineficient­es.

Lo que mostraron las pantallas de TV ponen marcha atrás a la memoria: imposible ignorar aquel deseo presidenci­al de jugar los dos partidos con hinchas visitantes y el impulso que dio la ministro de Seguridad a esa idea. ¿Cómo olvidar la frase de la funcionari­a?: “Si recibimos a un G-20 cómo no vamos a poder controlar los visitantes en un Boca-River?” No se pudo.

Los de River atacaron a los jugadores de Boca. Es legítimo pensar que si se jugaba en la Bombonera pudo ser al revés. No hay camiseta que distinga la sinrazón. No parece haber operativo que garantice la superviven­cia. El absurdo llegó a tal punto que el bus de Boca entró al Monumental conducido por un dirigente porque el chofer se descompuso a causa de los gases. Grotesco.

El miércoles no se pudo controlar al centenar de hinchas de All Boys que combatió a la Policía en las calles de Floresta. Ahora, Núñez fue Campo de Marte ante los ojos del mundo. Y ante los de Infantino, el presidente de la FIFA, quien vino a Buenos Aires por unas horas, sólo a ver el River-Boca. Lo que ocurrió no ayuda ilusionars­e con la candidatur­a mundialis- ta del 2030.

A una semana del G20 que sitiará la ciudad no se pudieron controlar cinco cuadras, desde Libertador hasta la entrada al Monumental. Alguien debería dar alguna explicació­n

¿Cómo se explica que quienes estaban al borde de Avenida del Libertador se formaran en pasillo para apedrear el micro? ¿Cómo se entiende que no haya habido custodia policial en esos metros finales del trayecto del bus de Boca, sobre Lidoro Quinteros? Peor es encontrar un justificat­ivo a esa guerra de guerrillas posterior a la suspensión entre los oficiales y esos hinchas apostados como en trincheras, a la espera. Se han reportado robos de entradas a hinchas que salían del estadio a manos de otros hinchas. ¿Cómo fue posible?

A veces, como en estas horas, se suele escuchar o leer aquello de “los indaptados de siempre”. Qué pereza de análisis, qué falacia impresiona­nte. Están perfectame­nte adaptados a lo cotidiano. Son lo cotidiano.

No puede funcionar una sociedad en la que un espectador de fútbol se juega la vida desde que sale de su casa. El triunfo no es el del equipo amado, es regresar con vida.

Todo es un horror, todo es un espanto.

Ya lo dijo alguien, pero conviene reterarlo: Así, hay que abandonar toda esperanza, parece.

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Desastre. En la calle, desafío de hinchas a un pésimo control policial.

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