La Unión Europea dio su OK al Brexit y ahora define Gran Bretaña
Los 27 dirigentes de la Unión Europea dieron el “sí” definitivo al acuerdo de salida del Reino Unido del bloque. La premier británica Theresa May debe lograr que el Parlamento valide con su respaldo un pacto que tiene más detractores que apoyos.
El Parlamento británico tiene que validar el acuerdo de divorcio.
Los 27 dirigentes de la Unión Europea (UE) dieron ayer su aprobación definitiva al acuerdo que permitirá que el Reino Unido salga del bloque de forma ordenada y a la declaración política que adelanta las líneas de la futura relación entre Londres y Bruselas, tras el Brexit.
Luego de una corta reunión, con el gusto amargo del divorcio y la satisfacción por haber mantenido la unidad de los 27 frente a un gobierno británico que intentó dividirlos en la negociación, los europeos sienten que, paradójicamente, la salida británica les refuerza porque, aunque hace al bloque más débil también lo hace más sólido y coherente.
Los gobiernos europeos están divididos en muchos asuntos, desde la política migratoria o económica hasta la forma de luchar contra el auge ultra cuando los ultras ya están presentes en varios ejecutivos, pero mantuvieron la unidad frente a Londres, incluso apoyando a Irlanda en el diferendo de Irlanda del Norte y a España en el de Gibraltar. Londres pagará la factura de salida ( unos 50.000 millones de euros) y respetará los derechos actuales de los casi cuatro millones de europeos residentes en el Reino Unido.
El presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker dijo tras la reunión que era “un día triste para Europa” y que no había nada que celebrar. El jefe del brazo ejecutivo de la UE añadió que “éste es el mejor acuerdo posible. Invito a quienes tienen que ratificarlo en la Cámara de los Comunes a que lo hagan. Es el mejor acuerdo para el Reino Unido y el mejor acuerdo para la UE. Es el único acuerdo posible”.
Juncker también dijo que “el divorcio es un momento trágico. Hay que proceder a ciertos pagos, pero la futura relación es lo que debemos construir, y no creo que el Reino Unido pueda ser un tercer país como otro cualquiera. Tenemos que construir algo que recoja los vestigios del amor que nos hemos tenido”.
Ahora queda el gran obstáculo, la ratificación parlamentaria. Si el voto favorable (en febrero o marzo) del Parlamento Europeo es casi seguro, hay fuertes dudas de que la Cámara de los Comunes británica apruebe un acuerdo que rechaza toda la oposición y parte de los conservadores en el gobierno.
La primera ministra británica Theresa May reconoció en sus reuniones en Bruselas, según una fuente diplomática, que su gobierno no cuenta con la mayoría suficiente para apro- bar el acuerdo. Ante la prensa, May dijo que había obtenido “el mejor acuerdo disponible” y advirtió a su Parlamento que rechazarlo sería provocar “más división e incertidumbre”.
Si el Parlamento británico lo rechaza, se abre un período de incertidumbre que difícilmente tenga solución en Bruselas. Un hipotético voto negativo de los diputados británicos podría provocar la renuncia de May y la celebración de elecciones anticipadas. Ese proceso, de meses, llevaría indefectiblemente a May a revocar el Brexit porque difícilmente habría gobierno en Londres antes de la fecha oficial de salida, el próximo 30 de marzo. La amenaza de elecciones sirve a May para “vender” el acuerdo entre los eurófobos de su partido porque, en caso de comicios anticipados, muchos de ellos perderían su escaño en los Comunes.
La jefa del gobierno alemán Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron no quisieron “especular” ayer qué pasaría si el Parlamento británico rechaza el acuerdo, pero el holandés Mark Rutte, posiblemente el mayor aliado británico ahora mismo en Europa, fue cristalino: “Si alguien en el Reino Unido piensa que votando ‘no’ al acuerdo les llegará algo mejor, se equivoca”.
El acuerdo aprobado ayer es un ladrillo de casi 600 páginas, con 185 artículos y varios anexos que sólo cierra la membresía británica en la UE y que adelanta la futura relación. Pero es sólo un comienzo. Si se produce su ratificación, empezará otro proceso negociador que debe acabar en diciembre de 2020 (o en diciembre de 2022 si Londres pide una extensión y
la UE la concede) para poner por escrito cómo vivirá en el futuro el Reino Unido junto a Europa. Los británicos necesitan a Europa mucho más de lo que el continente necesita a las islas al otro lado del Canal de la Mancha, pero en Bruselas todos repetían ayer que el Reino Unido no será un país tercero como cualquier otro. Geografía, comercio, finanzas, seguridad, geopolítica y casi 45 años de membresía harán que el Reino Unido quede para siempre con un pie dentro. O, en caso de descarrilar el Brexit, que Europa debe estrujarse el cerebro para recibir de vuelta al Reino Unido cuando Londres encuentre la fórmula de revocar la salida.