Clarín

El cinismo de la Conmebol demoró una decisión repleta de cordura

- Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

Tan grande y potente es el negocio que se considera en condicione­s de comprar el sentido común. Aquellos que lo manejan, para que el show continúe, tiran de la cuerda sin importarle­s las consecuenc­ias. Juegan al límite. Presionan al extremo. La Conmebol quería que se jugara de cualquier manera la revancha de la final de todos los tiempos. Por suerte, esta vez el poder económico perdió. Se trata de una decisión llena de cordura, pero demorada por el cinismo.

Suenan muy lógicas por su contenido las palabras de Alejandro Domínguez decorando la resolución oficial con la búsqueda del equilibrio deportivo, con la idea de que se defina en la cancha con los dos equipos en igualdad de condicione­s.

Sin embargo, Domínguez queda mal parado por los tiempos. Tarde, demasiado tarde, llegó su anuncio. La Con- mebol se olvidó de la gente, de los hinchas. ¿Por qué había que esperar tanto para decir que no se jugaba?

Se manoseó de nuevo a una multitud. Se movilizó a quienes viven cerca de la cancha, a quienes viajan desde el Conurbano o desde ciudades cercanas, a quienes se trasladan desde otros rincones del país, a quienes vuelan desde los más diversos lugares del mundo. Como suele suceder, en el hincha nadie piensa. Tampoco la Conmebol.

Se montó otro operativo de seguridad que se podría haber evitado. Se abrieron las puertas del estadio. ¿Nadie se preguntó en qué clima se iba a jugar, cómo llegarían los jugadores de Boca al partido, cuál sería el estado del capitán Pablo Pérez, cómo llegarían psicológic­amente sus compañeros, qué pasaría si Boca con toda su bronca encima terminaba ganando, qué ocurriría en las calles después ante cualquier resultado?

Por todo lo que se movilizó sin pensar en las consecuenc­ias, por todos los interrogan­tes obvios que se ignoraron, también suenan cínicas las explicacio­nes del presidente de la Conmebol. Tantas variables no pueden escapársel­e a un hombre tan astuto para desembarca­r en un lugar de semejante poder.

Lo más sensato hubiera sido en la noche del sábado una cumbre, con conferenci­a de prensa incluida, en- tre Domínguez, Rodolfo D'Onofrio, Daniel Angelici y hasta Claudio Tapia para bajar entre los cuatro el mismo discurso que el presidente de la Conmebol recién disparó este domingo pasadas las dos de la tarde. Así hubieran respetado a la gente. También se podría haberle evitado otro problema a la Superliga. Por ejemplo, podría haberse jugado el clásico San Lorenzo - Huracán, ¡postergado sin fecha por un partido también postergado sin fecha! Pero no.

El negocio puede más. Se siente omnipotent­e. Tira de la cuerda sin importarle los daños y las consecuenc­ias. Casi nunca pasa, pero a veces se le corta. Como ahora. Ahí se siente acorralado y apela a la cordura. A esa altura, igual ya quedó al desnudo el cinismo. Imposible ocultarlo. ■

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