Clarín

Branford Marsalis: el saxo que piensa

Dos veces ganador del Grammy, aquí habla de su vínculo con el jazz y la música clásica, cuenta qué le aporta tocar con músicos de rock y critica a Trump.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Mucho tiempo ha pasado desde que Branford Marsalis abandonó por un rato la Berklee College of Music para hacer sus primeros “palotes” como saxofonist­a de jazz girando al lado del legendario Art Blakey, a comienzos de los ‘80. Un poco antes había dejado en stand by su faceta de músico de Rhythm & Blues, y por delante lo esperaba una trayectori­a que también abrirías surcos en el rock, el funk y en la música clásica.

Ahora, a los 58 años, dueño de un apellido que le dio al jazz otros nombres como los de su padre Ellis y los de sus hermanos Wynton, Jason y Defeayo, Marsalis regresa a la Argentina -a tres años de su última visitapara presentars­e en el Teatro Coliseo este jueves, con su cuarteto.

“Para mí, lo más interesant­e cuando viajo es estar rodeado de gente. Observarla, compartir sus comidas... No soy el típico turista. No me interesa ir a Machu Picchu. Me gusta captar la energía del lugar y de su gente. No me interesa para nada estar parado frente a un edificio haciendo fotos para Twitter”, dice el músico, que antes de llegar a Buenos Aires pasará por el Perú. Marsalis habla lento, pero con una voz que transmite una enrome seguridad. “Me gusta entrar a una librería y subir al piso superior, con gente tocando tango, que es lo que recuerdo de Buenos Aires. Eso de tener gente sacándole fotos a los edificios puede que le deje dinero al país, pero no es para mí”.

-En tu web hay dos biografías tuyas, una dedicada a tu vida en el jazz, la otra focalizada en la música clásica. ¿Se pueden separar esos dos mundos de manera tan tajante?

-Sí. Son claramente distintos. Lo que aprendí tocando jazz, y siendo estadounid­ense, es que es algo que siempre va a estar conmigo. Lo que sucede cuando toco con orquestas, en Europa, es que eso me llega según el lugar en el que va a suceder. Depende del lugar, hay sutiles diferencia­s, y eso me gusta. Creo que lo más importante, cuando vas a tocar una música, es descubrir dónde está el beat. Es muy distinto donde está el beat en el jazz de dónde se ubica en la música clásica o en el tango. Aún cuando se trate de variacione­s muy sutiles, hacen

una diferencia enorme.

-Tocás jazz, música clásica, y también rock, R & B... ¿Cada música exige una sensibilid­ad específica? -Definitiva­mente sí. Yo crecí escuchando música popular, de modo que conozco ese sonido. Empecé con el jazz a los 19 años, pero antes había tocado rock y R&B. Sólo que cuando comencé a aprender de jazz, cambió mi manera de escuchar música, y cuando toqué la corneta, aprendí cómo suena la música clásica.

-Acerca del jazz actual, dijiste que es inaccesibl­e para el público “casual”, y lo contrastab­as con la escena de jazz de los ‘50 o’60. Pero, ¿Miles Davis, John Coltrane o Thelonious Monk no iban llevando su música a niveles de complejida­d que obligaba a la gente a “resetearse”...?

-En el caso de Coltrane, puede ser. Pero Miles estuvo tocando el mismo tema durante 25 años. Miles entendió que en los discos podían tocar cosas complicada­s, pero después, en vivo, tocaba cosas que la gente pudiera comprender, y les iba cambiando el contexto a esas piezas. En esos casos, la performanc­e es más compleja, pero vos estás tocando una canción que la gente ya conoce, se pueden aproxi- mar a la canción. Escuchan, y ya saben que es My Funny Valentine... En cambio, la música nueva nadie la conoce. Entonces, ¿cómo vas a acercar a la gente a esa música si es toda complicada y llena de informació­n no melódica? No hay nada en esa música que haga que el público pueda sujetarse a ella. Por eso lo que yo trato de hacer con mi grupo es buscar canciones que tengan una melodía de la cual la gente se pueda prender.

-Pero imagino que hay un espacio para la improvisac­ión.

-Lo que hacemos durante la canción es muy complicado y diferente, pero la introducci­ón tiene una melodía que se puede entender; eso hace la diferencia. No es un concierto basado en la idea unidimensi­onal de: “1) Yo soy un genio y toco estructura­s bien complicada­s. 2) El público tiene la res- Marsalis toca el jueves, a las 21, en el Teatro Coliseo. Entradas desde $ 850. Se recomienda tener en cuenta las restriccio­nes vehiculare­s debido al G-20. ponsabilid­ad de entenderlo.” (Risas) Así terminan tocando en salas vacías o para otros músicos y criticando al público, que ni sabe quiénes son.

-El cuarteto es una formación que creaste en los ‘80, y si bien cambiaron los integrante­s, en el caso de Joey Calderazzo, llevan casi 20 años juntos. ¿Es difícil seguir encontrand­o desafíos para superar después de haber estado trabajando juntos durante tanto tiempo?

-No. La gente que escribe sobre música en los Estados Unidos insiste en que los músicos deberían encontrar algo “nuevo”, y ellos suelen entenderlo mal. Hay sólo doce notas en el sistema occidental, así que no existe “nuevo”. El desafío es encontrar maneras nuevas de decir cosas viejas. Esos músicos que se la pasan buscando la cosa nueva, es como si yo juntara una banda para tocar tango, sin siquiera saber cómo suena el tango de verdad y después lo llamamos “tango nuevo”. Supongo que siempre hay alguien lo suficiente­mente estúpido como para escucharlo y decir que es genial. Posiblemen­te en la Argentina dirían que es un asco y que no sabemos nada de tango. Pero como en los Estados Unidos tampoco saben nada del tema, dirían: “¡Esta mierda nueva está buena!”.

-Pero no debe ser fácil encontrar esas nuevas maneras de decir.

-Si pasás el tiempo suficiente buscando ser buen músico -no hablo de ser un músico virtuoso en la manera de tocar tu solo-, vas a encontrar nuevas maneras de acercarte a las cosas, a las canciones, a los sonidos. El disco nuevo que grabamos con el cuarteto, por ejemplo, es muy distinto a todo lo que hemos hecho antes.

-Leí hace un tiempo que en sus encuentros familiares no se habla de música. Pero, ¿al menos no intercambi­an opiniones sobre cuestiones estéticas, sonidos, técnicas...? -Cuestiones estéticas, sí. Pero la realidad es que cuando hablamos entre nosotros hay otros temas más importante­s: nuestros hijos, algunas veces la política es un tema importante, el fútbol... Probableme­nte sea con Delfeayo con quien más hablamos de música. Pero mi hermano Ellis no toca, entonces cuando estamos con él tampoco hablamos de música. Hablamos de la vida, de las cosas que hablan los hermanos.

-Hace un tiempo dijiste que Donald Trump no es el peor presidente que hayan tenido los Estados Unidos, y que puede servir para que la gente decida qué país quiere tener. ¿No puede ser que sea tarde para intentarlo, una vez que se vaya del gobierno?

-Trump ya tomó el camino equivocado -eso es un hecho-, pero por alguna razón la democracia en los Estados Unidos funciona. No sé por qué, pero funciona. Venezuela fue una democracia hasta que dejó de serlo… Nosotros tenemos estructura­s fuertes, complejas. En Polonia ganó la derecha y cambiaron la Constituci­ón. En los Estados Unidos es mucho más complicado: hace falta el acuerdo de las dos terceras partes en todos los Estados. Esas cosas son muy difíciles que alguien las logre, y esta última elección fue una manera de demostrarl­e a Trump que no puede hacer lo que se le antoje. ■

 ??  ?? Clásico y moderno. Marsalis, en compañía de sus músicos, con los que se presentará en Buenos Aires tras un concierto previo en Perú.
Clásico y moderno. Marsalis, en compañía de sus músicos, con los que se presentará en Buenos Aires tras un concierto previo en Perú.

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