Clarín

La Villa 31 al Bellas Artes de Houston

- Héctor Pavón hpavon@clarin.com

Estantes llenos de bobinas de hilo; plastilina­s, espátulas, libros, parlantes, computador­as y herramient­as eléctricas y manuales. Decenas de cajas cerradas. Un frigobar debajo de un bidón de agua frente a una minicocina. A continuaci­ón, dos lavabos: uno, para Juliana Lafitte y otro, para Manuel Mendanha, los dueños del nombre Mondongo, un dúo de arte argentino con reconocimi­ento en impensados recovecos del mundo. Están orgullosos: sobre una mesa, se erige una pila de ejemplares con el título Mondongo está en el detalle... un librodiari­o-catálogo pensado por el escritor mexicano Héctor Olea, un testigo privilegia­do de la obra de los artistas.

En el volumen, se resumen veinte años de trabajo. Motivos para brindar sobran: el Museo de Bellas Artes de Houston (Estados Unidos) acaba de comprar una obra del dúo de la serie Retablos, que refleja en su interior el paisaje de la Villa 31. La obra -plas- tilina, cera, brea, hilos con lurex plateado y dorado, hilos de algodón sobre madera- había sido colgada, anteriorme­nte, en una exposición co- lectiva titulada Home realizada en Houston y ubicada al lado de una pintura de Antonio Berni.

Mondongo es un grupo de artistas argentinos que trabajan juntos desde 1999, hoy integrado por Laffitte y Mendanha. Hasta 2008, los acompañó la artista Agustina Picasso. Sus obras “ponen en tensión la relación conceptual entre la materialid­ad y la imagen”, se lee en un catálogo reciente. Para sus trabajos, utilizan materiales poco convencion­ales como pelos o carne y, con ellos, refuerzan ironías y críticas de lo representa­do o narrado en cada obra.

La familia real española, por ejemplo, le encargó a Mondongo la realizació­n de los retratos oficiales de la Reina Sofía, el Rey Juan Carlos y el Príncipe Felipe ( Cumbre Portrait Series, 2003). No imaginaban que los artistas le devolvería­n una genialidad en la que utilizaron espejos de colo- res para referirse al colonialis­mo y al comercio de bienes en tiempos de conquista española sobre suelo americano. El mensaje fue directo.

En otra ocasión, eligieron galletas para reproducir imágenes pornográ

ampliadas y transforma­das en una especie de caramelo porno para el ama de casa suburbana ( Black Series, 2004); hicieron con plastilina una versión contemporá­nea “post freudiana” del cuento de Caperucita Roja ( Serie Roja, 2004-2007). Y, en otra ocasión, usaron hilos de algodón para la textura suave de sus propias escenas de sexo ( Love Series, 2006).

El libro relata de modo crítico y conceptual la trayectori­a de Mondongo. No es una biografía, o al menos no en el sentido tradiciona­l del género. Reconstruy­e la vida del colectivo y vuelve infinitas veces al concepto de “detalle” con el que trabajan los artistas. Y lo hace tanto en el ida y vuelta con los materiales utilizados como en el sinfín de significan­tes que se encuentra en cada obra. Actualment­e, el grupo trabaja en una idea que se montará en la sala experiment­al del Teatro Colón. También, mencionan una “fantasía” que sería preparar una muestra retrospect­iva para 2020. ■

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El Retablo. La obra que Mondongo le vendió al Museo de Houston.

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