Jóvenes con ilusión, artistas por amor al arte

Barracas. Voy por la calle Azara, cerca de la escuela de Bellas Artes y a mi lado pasan pibes, chicas, esa gente que caracteriza a cada lugar de estudios.

Los de aquí tienen un aire diferente, unos tienen cara de cierto embeleso abstracto, otros pasan como si el camino fuera transparente y transitaran una nube, otros dos parecen enamorados, hay alguno con cara de lige- ramente perdido; atrás vienen unas chicas que estallan de inocencia; luego alguno liado con cierta causa ignota.

Ellos parecen vivir en un mundo paralelo, mezcla de la dura realidad del precio de los pinceles y la fantasía que surgirá de ellos. Todos están esbozando alguna canallada artística, y pensando en cómo dar vuelta 5000 años de pintura.

Unos adoran a Picasso… a Klimt… a Van Gogh… otros a Da Vinci o Rembrandt, pero saben que se están jugando todas sus fichas a ellos mismos. Saben que el camino del arte es duro, ingrato, casi siempre humilde, pero también que es inevitable. Y todos, se lo juro, tienen una cara distinta a esas caras de la tele, tensas, bobas, producidas.

Estos tienen caras de ilusión, de que es posible, de que la vida es una sola y hay que darle. Son envidiables caras de esperanza y sueños, caras acompañadas de cuerpos que ponen al servicio de su idea.

Son ellos, nuestros futuros artistas, los que algún día desollarán con su obra nuestras costumbres, nuestros vicios. Tienen pinta de chiflados, de enamorados, de comprometidos, de jugados. Pero ninguno, se lo juro, tiene cara de mala persona. ■