Sacan al ministro de Seguridad por el escándalo del Superclásico
Violencia en la definición del River-Boca
Por las graves fallas en el operativo previo a la final de la Copa Libertadotes, Martín Ocampo debió dejar su cargo en la Ciudad. El área quedará bajo control del vicejefe porteño, Diego Santilli. Ayer además se allanó el Monumental por las 300 entradas secuestradas en la casa del jefe de la ba- rra. Hoy a la mañana, en Asunción, River y Boca expondrán sus argumentos en la Conmebol. D’Onofrio exigirá que el partido postergado se juegue en su cancha y con público. Angelici reclamará los puntos. Si no se los conceden, está dispuesto a recurrir al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
Casi a la misma hora en que Rodolfo D’Onofrio pisaba la sede de la Conmebol en Asunción donde hoy defenderá la postura de River, se resolvía la crisis política que desató la suspensión del Superclásico con la renuncia de Martín Ocampo, jefe de Seguridad porteño.
El desastroso operativo del sábado creó las condiciones para el feroz ataque a piedrazos al bus de Boca en el tramo final de su viaje al Monumental. Las imágenes recorrieron el mundo y fueron una pésima publicidad del país, a días de la reunión del G-20 en Buenos Aires.
Ocampo y Patricia Bullrich habían sido denunciados penalmente por el abogado Fabián Bergenfeld, cerca del mediodía. La salida del funcionario era inminente y poco después su renuncia fue aceptada por Horacio Rodríguez Larreta.
Ocampo fue legislador porteño desde 2007 hasta que reemplazó a Germán Garavano como fiscal general y luego a Guillermo Montenegro como ministro de Seguridad. Es abogado, tiene 49 años, hincha de River y amigo de Daniel Angelici. El presidente de Boca es padrino de su hijo.
Cruzada la vida política por el fútbol, el área de Seguridad quedará ba- jo el control del vicejefe porteño Diego Santilli, ex dirigente de River e hijo de Hugo, ex presidente del club.
Si las fallas en el dispositivo de seguridad se trató de errores profesionales, ya era intolerable. ¿Los que atacaron al plantel de Boca fueron “hinchas comunes” que aprovecharon las falencias de control?
Las sospechas de una connivencia de las fuerzas de seguridad con la barra brava de River destacan un problema mucho más profundo.
El jueves se incautaron 300 entradas nominales para el Superclásico y alrededor de 7 millones de pesos en las casas de Héctor Caverna Godoy, y José Bolsa de Papa Uequín, líderes de Los Borrachos del Tablón. Que el ataque al micro de Boca fue una venganza de la barra por aquel operativo es una de las hipótesis investigadas. En ese marco, ayer a la tarde, fueron allanadas las oficinas del Monumental en una gestión encabezada por Luis Cevasco, fiscal general porteño. ¿Cómo llegaron esos tickets a las manos de Los Borrachos?
Los mensajes de paz, convivencia y buena vecindad entre D’Onofrio y Angelici pertenecen al pasado lejano. La guerra está declarada y se definirá en Luque, el suburbio cercano a Asunción donde se levanta el edificio de la Conmebol. Pero puede continuar en el TAS (Tribunal Arbitral du Sport). Boca está dispuesto a ir a su sede de Lausana si no tiene éxito en Paraguay. Su postura es firme: pedir los puntos del partido frustrado. En la otra vereda, River insistirá en que el partido debe jugarse “en Núñez y con público”, según insistió D’Onofrio. Y en el entorno riverplatense ya se maneja la fecha del sábado 8 de diciembre. Hernán Cornejo, el gobernador radical de Mendoza ligado a Cambiemos ofreció el estadio Malvinas Ar- gentinas como sede del partido.
“Sería la peor traición de la historia”, aseguró D’Onofrio cuando supo que Boca irá por los puntos. La traición se refiere al “pacto de caballeros” del sábado en el cual ambos clubes se comprometían a jugar el domingo. D’Onofrio da por válida la extensión de ese compromiso. Angelici, presionado por los jugadores que argumentaron no estar en condiciones de presentarse y por el reclamo de los hinchas, insistió en la suspensión. Luego, se tomó la decisión de pedir la descalificación de River.
Angelici llegará esta mañana a Asunción. El argumento que presentará es similar al que esgrimió River en 2015 cuando Panadero Napolitano arrojó gas pimienta a los jugadores visitantes al salir del túnel para jugar el segundo tiempo del partido que ganaban 1-0 los de Gallardo. El artículo 8 dice que el club local es responsable “de la seguridad y del orden tanto en el interior como en las inmediaciones del estadio, antes, durante y después del partido” y el 18 habilita desde multas a quita de puntos. River dirá que la pedrea fue lejos de su estadio y que la seguridad de la zona no era su responsabilidad.
La posición de la Conmebol no es fácil. Su titular Alejandro Domínguez, anoche difundió una carta en la que además de convocar a la buena voluntad de los clubes recuerda que “no se gana con piedras ni agresiones. Lo ganan los jugadores en la cancha”. No aparecen soluciones salomómicas. En medio, están en juego los 6 millones de dólares que se llevará el campeón y los intereses de Fox, la emisora oficial de la Libertadores. También el Mundial de Clubes, organizado por la FIFA, entre los campeones de cada continente. Sudamérica aún no tiene representante. ■