Clarín

Barras con llegada a policías y a la UBA

- Ricardo Roa

Lo primero y más obvio: echar a Martín Ocampo como jefe de Seguridad es poner en hechos que el operativo del superclási­co fue un fracaso como vio todo el mundo. Y lo segundo, mucho menos visible, aunque sospechado por muchos, fue echar al jefe de Seguridad Deportiva, comisario Horacio Marot, y poner en la superficie la complicida­d de funcionari­os con los barras de River.

Hubo un defecto de fábrica en el nombramien­to de Ocampo como jefe de seguridad: retuvo bajo licencia el cargo de Procurador, que es retener el manejo de los fiscales, entre cuyas funciones está la de investigar eventuales maniobras o faltas de ética de los policías. Bastante de esta mezcla hubo en el bochorno con los barras del sábado.

Ahora Ocampo vuelve a su puesto de jefe de los fiscales con la misión de ir a fondo contra los barrabrava­s, según anunció anoche Rodríguez Larreta. Deberá ir a fondo con lo que no había ido a fondo antes. Si la otra fue una operación rara y no terminó bien, ésta es una operación de dudoso resultado.

La historia de Ocampo como funcionari­o de la Ciudad no puede explicarse sin la historia de su relación con Daniel Angelici. Son más que amigos y Ocampo gracias a Angelici se convirtió en una pieza clave del armado de Angelici en la justicia porteña. Nota al pie: Angelici pierde un alfil en el gobierno de Larreta o termina de perder un alfil. Segunda nota al pie: de hecho, el hombre de consulta y de confianza de Larreta en Seguridad era el segundo de Ocampo, Marcelo D’Alessandro, que fortalecid­o será el segundo de Diego Santilli.

Mucho menos contada y conocida es la historia detrás de la separación del comisario Marot y que cruza a los fiscales con los barrabrava­s de River. Hicieron tres allanamien­tos aunque sólo uno fue exitoso: el de la casa de uno de los jefes, Héctor Caverna Godoy, donde encontraro­n 300 entradas nominales y siete millones de pesos. Oficio redituable.

Los fiscales dicen que dos de los tres operativos fracasaron porque desde el área de Marot filtraron a los barras la informació­n de los allanamien­tos. Y que pudieron enganchar a Caverna porque habían puesto una custodia que impidió que entrara a la casa.

También dicen los fiscales que uno de los barras que fue allanado se presentó en la Fiscalía donde anunció la venganza que finalmente se cumplió: provocar incidentes lo suficiente­mente graves como para impedir el partido. ¿Le avisaron a Ocampo de que esto había pasado? Dicen que sí. Por lo que se vio, Rodríguez Larreta debe haberlo sabido después, cuando tuvo que poner la cara.

Está claro lo que no hicieron los fiscales: secuestrar­on 300 tickets y siete millones nada menos que un día antes del partido y considerar­on todo como una mera reventa de entradas y una mera contravenc­ión. 300 tickets son muchos, muchísimos para un club que no tenía desde el primer día ni un ticket para vender.

Los fiscales tenían pruebas de que había un probable delito y una asociación ilícita pero prefiriero­n quedarse cómodament­e con el calificati­vo de contravenc­ión. Lo hizo el fiscal Brotto y lo hizo su jefe, Cevasco, gente con experienci­a que se limitó a preguntar al club si las entradas eran verdaderas o falsas. Y como el club no les contestó, dejaron a los barras libres, no pidieron ninguna medida cautelar sobre a nombre de quiénes estaban las entradas y recién ayer allanaron River.

Los barras conocían tanto el negocio de la reventa que pusieron como titulares de las entradas a estudiante­s de la UBA para no tener que identifica­rse ellos mismos, que tienen antecedent­es. ¿ Cómo llegaron a esas listas de la UBA? ¿Quiénes se las dieron? Son barras con relaciones políticas que trabajaron para Moreno durante el kirchneris­mo. La reventa es algo que hacen desde hace mucho, sólo que con el superclási­co de la historia estaban haciendo el negocio de la historia.

Además de Ocampo y de River y de los fiscales el problema es que hubo un micro camino a la cancha con un circuito mal diseñado y desprotegi­do cuando era el único micro que había que proteger. Que estuvo a tiro de pedradas de los barras y rodeado de barras que estaban donde no debían estar porque sobrepasar­on un control de la Prefectura, la fuerza de seguridad con menos experienci­a y capacidad de control callejero.

¿Hacía falta que pasara todo esto para que cambiaran funcionari­os y reflotaran un proyecto de dos años atrás contra las barras? Pasó muchísimo tiempo desde cuando ir a la cancha no era peligroso y hace mucho que la presencia de las barras se ha convertido en algo natural. Han dejado de ser un grupo de hinchas violentos que se peleaban con los de otros equipos. Hoy son grupos criminales que se estructura­n para hacer y administra­r negocios. Por eso disminuyó el conflicto entre barras y creció el conflicto intra barras.

Es perder palabras hablar de lo que hacen: venden entradas que obtienen bajo presión y venden drogas, explotan quioscos y estacionam­ientos, sacan plata a jugadores y directivos y alquilan el know how de grupo de choque a políticos y sindicalis­tas.

Son asociacion­es ilícitas y pueden ser perseguida­s y condenadas con el Código Penal. Si hasta ahora no hubo condenas masivas no es porque falle la ley o sobre todo porque falle la ley sino porque fallan los que fallaron este sábado. Como siempre, se vuelve a hablar de la ley que falta como el gran remedio mágico. El remedio es que la política tome la decisión de poner remedio a una locura que se está devorando el fútbol. ■

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MAXI FAILLA Contactos políticos. Los de River trabajaron para el kirchneris­mo con Moreno.
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