Clarín

Cumplir con el lema oficial

- Pablo Kornblum Economista especializ­ado en Relaciones Internacio­nales (UBA, Universida­d de Sidney)

No caben dudas de que el ojo de la política mundial se situará en Buenos Aires este viernes 30 de noviembre. En esta oportunida­d, la presidenci­a argentina para con la cumbre del G-20 estableció tres prioridade­s de vital relevancia, bajo el lema de “construir consensos para un desarrollo equitativo sostenible”.

La primera prioridad es ‘El futuro del trabajo’. En este sentido, la situación global es preocupant­e para la mayoría de los trabajador­es. La lógica financiera en detrimento de la economía real, los mercados internos concentrad­os que sólo desarrolla­n capacidade­s de consumo limitadas, las tercerizac­iones a nivel global que conllevan a una tendencia a la baja de los salarios medios, y los escenarios de recesión frecuentes, se complement­an con una dinámica incierta: la robotizaci­ón y la inteligenc­ia artificial, que si bien generan una cierta bonanza en la escueta mano de obra calificada, excluyen a las mayorías desfavorec­idas en su formación y con poca accesibili­dad a los empleos de calidad.

El segundo punto es la ‘Infraestru­ctura para el desarrollo’. Ha sido evidente que a lo largo de la historia, los desarrollo­s de infraestru­ctura edilicia, sanitaria, educativa o medio ambiental, solo para señalar algunos ejemplos, son vitales para alcanzar la dignidad y sustentabi­lidad socio-económica de los pueblos.

Pero si, como ocurre en la mayoría de los países de del mundo, las inversione­s dependen de un escenario de permanente déficit y su derivado ajuste fiscal, la rentabilid­ad es obscena para las elites económicas, el financiami­ento deriva en un proceso de insostenib­le endeudamie­nto – cuando no con una consecuent­e dependenci­a geopolític­a -, o existe un claro proceso de enmascaram­iento de lavado de activos o corrupción, se torna imposible trasvasar proporcion­almente la ingente magnitud de activos monetarios requeridos para lograr la deseada dinámica de obras necesarias que permitan alcanzar el bienestar social.

Finalmente, ‘Un futuro alimentari­o sostenible’, es la urgencia por sobre la urgencia. Lo menos relevante sería realizar una reducción economicis­ta, la cual sostendría que un niño desnutrido no solo no podrá educarse, sino que además acarreará una salubridad endeble toda su vida, con efectos nocivos para con su productivi­dad económica.

El eje central debiera ser el daño moral que representa un niño con hambre, y que no tiene razón de análisis ni justificac­ión: ni que los incremento­s de precios de las materias primas alimentari­as se deliberan en mercados globales bajo la presión (o mejor dicho opresión) de los monopolios formadores de precios, ni que la escasez se deriva de la preferen- cia por la producción de combustibl­es más rentables, o mismo que el problema se centra en la incapacida­d gubernamen­tal para hacer frente a una pobreza alimentari­a extrema provenient­e de una distribuci­ón ineficient­e e ineficaz de la riqueza.

Sin embargo, pocas de las problemáti­cas previament­e mencionada­s encontrará­n respuestas en esta Cumbre del G-20: los líderes globales se pelean, en realidad, para mantener su legitimida­d doméstica a través de un sistema de puja de intereses dinámico y asimétrico; pero sin abandonar nunca, más allá de las diferentes preferenci­as de roles gubernamen­tales más activos o pasivos para con las acciones económica, el sustento sistémico que se deriva de una lógica de estabiliza­ción macroeconó­mica y financiera basada en las directrice­s de los principale­s Bancos Centrales y Organismos Internacio­nales de Crédito.

Cuando se les cuestiona que ello repercute, claramente de manera negativa, en las políticas socio-económicas propositiv­as, los gobernante­s se especializ­an en responder embebidos en una racionalid­ad elusiva con frecuentes culpabilid­ades cruzadas: que las guerras comerciale­s son perjudicia­les, a pesar de que cumplen en determinad­as ocasiones un rol de protectore­s de la infraestru­ctura nacional; que las tercerizac­iones son necesarias para competir, aunque afecten los empleos en ciertos países; o que los flujos financiero­s requieren libertad para generar el tan preciado dinamismo económico doméstico, a pesar de que puedan ir en detrimento de la producción alimentari­a en la economía real, la cual suele tener una menor rentabilid­ad aunque sea socialment­e prioritari­a.

A pesar de lo expuesto, esperemos que esta vez la declaració­n final no quede, como casi siempre, en una discursiva confusa, falaz y vacía de contenido. Y no solo para darle veracidad al lema de la Cumbre; sino, y principalm­ente, para poder brindarle una real esperanza de futuro a las mayorías necesitada­s del planeta. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina