Clarín

May lanza una intensa campaña para lograr que el Parlamento apruebe su plan

- PARIS. CORRESPONS­AL

La primera ministra Theresa May tiene dos semanas para convencer a los británicos y a sus legislador­es de apoyar su divorcio con la Unión Europea. En una frenética campaña pro Brexit que ya inició y la va a llevar a recorrer el país, dos poderosos oponentes se han sumado y entorpecen los días que vienen. El Parlamento debe votar el 11 de diciembre.

El presidente estadounid­ense Donald Trump dijo que el divorcio “sue- na como para la Unión Europea”. Pero que tiene sus dudas “mirándolo seriamente, si Gran Bretaña está autorizada o no a comerciar. Probableme­nte no esté autorizada a comerciar con nosotros. Espero que la primera ministra haga algo sobre esto”, supuso.

May rechazó las aseveracio­nes de Trump. Insistió, en tono molesto, que Gran Bretaña podrá hacer acuerdos de libre comercio, incluyendo EE.UU., después de irse de la UE. “Con respecto a Estados Unidos, ya estamos hablando con ellos sobre la suerte de acuerdo que podemos tener en el futuro”, dijo la premier.

Las palabras de Trump solo sumaron más presión a Theresa May, que enfrenta una Cámara de los Comunes y de los Lores hostil al acuerdo.

El otro ultimátum para una primera ministra agobiada es que los rebeldes conservado­res la presionan para que ponga “una fecha a su salida del gobierno” a cambio de que aprueben el acuerdo. En un intenso debate en la Cámara de los Comunes, los diputados “backbenche­rs” conservado- res, que no están en la primera línea pero tienen el poder de echarla, exigen que ella se vaya. Sólo así lo aprobarían.

El voto de confianza vuelve a ser el fantasma de la premier, cuando debe conquistar al Parlamento que, mayoritari­amente, se opone al acuerdo de Brexit que ella obtuvo en la cumbre de la UE el domingo pasado. Una promesa de May de que ella se iría del gobierno “inmediatam­ente después del próximo 29 de marzo” podría entusiasma­r a los diputados a apoyarla. Ellos creen que aún pueden conseguir un acuerdo de libre comercio al estilo Canadá, según fuentes en el gabinete. Consideran que se puede negociar cómo serán las relaciones futuras con la UE y hallar soluciones técnicas para la frontera con Irlanda y un acuerdo “a la canadiense”.

Los diputados buscan un Plan B, que los propios europeos sostienen que no existe. “Yo le puedo decir a esta casa con absoluta certeza que no hay un acuerdo mejor posible”, se defendió May.

Con los conservado­res rebelados, ella pensó que podría cautivar a los laboristas. Pero Garell Snell, uno de ellos, dijo en el sitio de los laboristas: “Yo no sé dónde vamos a finalizar, pero lo que sé es que la propuesta puesta delante de la Cámara de los Comunes va a fallar. Yo no puedo apoyar un acuerdo que falla en cumplir con las expectativ­as del referéndum”, dijo.

Jeremy Corbyn, el líder laborista, ya dijo que el acuerdo era “un mamarracho” que él no estaba dispuesto a apoyar y el laborismo rechazará. Pero Carolina Flint, otra diputada laborista que iba a votar por el acuerdo, le sugirió a May “hacer un acuerdo con Corbyn”. ■

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