Macron no cede con el alza de los combustibles, pero baja el tono ante las protestas
El presidente insiste en su plan de reconversión energética. Su gobierno recibió a los líderes de las movilizaciones.
¿Cómo conciliar la transición ecológica y los reclamos de las alzas de combustible de los “Chalecos Amarillos”, que bloquean a Francia y convirtieron el sábado a los Campos Elíseos en un caos? El presidente Emmanuel Macron intentó ayer hacer un equilibro mientras repudiaba la violencia que vio por televisión en la avenida más linda del mundo. Cierre de reactores nucleares, de centrales a carbón y reforzamiento de la conversión energética fueron las medidas anunciadas. El ministro de Transporte recibió más tarde a representantes de los Chalecos Amarillos, ese movimiento sin líderes, que reclama con- tra el alza de combustibles y exige la dimisión presidencial.
“Yo no confundo a los casseurs, (vándalos) y a los ciudadanos que manifiestan”, dijo el presidente, al comenzar a hablar. Pero los Chalecos también fueron mencionados al final de su discurso. “En los que se expresan hay alguna cosa que viene de decenios. Una cólera sorda frente al poder, que ellos sienten lejano, indiferente”, analizó el presidente, para explicar esta bronca colectiva que tiene bloqueadas las rutas en Francia hace dos semanas.
Un Macron más humanista, más parecido a su campaña electoral que el jefe de Estado arrogante para dirigirse a los desempleados y perdidos del sistema. Su propuesta es una “ecología popular”, protegiendo a los más débiles. “Fin del mundo y fin de mes, nosotros vamos a tratar los dos”, anunció frente a la transición ecológica. Llamó a una “concertación de terreno” sobre este tema y pidió a los Chalecos Amarillos que aporten “soluciones concretas, accesibles” a los ciudadanos, de aquí a tres meses.
Los Chalecos amarillos son un mo- vimiento de clases medias y bajas empobrecidas, que abandonaron las ciudades ante el aumento de los alquileres. Viven en pueblos pequeños, donde los servicios del Estado se han ido: no hay escuelas ni hospitales, ni médicos ni supermercados. Para su vida cotidiana, ellos necesitan el automóvil y les cuesta 65 euros cargar su tanque diésel, que el gobierno quiere descartar en nombre de la ecología. Esa gente no tiene dinero para enfrentar económicamente la transición ecológica con salarios de 1300 euros mensuales y 400 dedicados a cargar el tanque.
Tras declarar “las víctimas” de pequeñas decisiones y ajustes, Macron quiere que “toda nueva alza de la tasa de carburantes sea adaptada a la evolución de los mercados internaciona- les. Así, si el alza se repite, no estamos en la misma situación”, aclaró.
Su idea es trabajar para construir “un método más inteligente para construir esta tasa, hoy un poco ciega, y permitir todos los trimestres un encuentro que permita de alguna manera atenuar los efectos para nuestros ciudadanos ante el aumento súbito de los precios mundiales”. Es decir, una tasa flotante.
Con la responsabilidad de la cumbre del Clima en París y sus compromisos, Macron cree que “el automóvil tiene un futuro en Francia” y que la prima de la conversión acompaña la estrategia de la movilidad y creará empleos en la industria automotriz. Al mismo tiempo el parque eólico se triplicará desde ahora al 2030. Al menos 8000 millones de euros están des- tinados a las energías renovables.
Los Chalecos Amarillos se sintieron decepcionados tras escuchar a Macron, que “solo busca calmar la paz social”. Dos de los ocho representantes de los Chalecos fueron recibidos anoche por el ministro de Transporte François de Rugy. Pero al salir de la reunión, los voceros del movimiento señalaron que no ven “una voluntad de cambiar las cosas” por parte del gobierno. Una de sus portavoces, Priscilla Ludosky, dijo a los medios que la manifestación convocada el próximo sábado en los Campos Elíseos se mantiene en pie.
“No podemos responder en 18 meses a todas las expectativas sobre todo cuando se trata de problemas que vienen de lejos”, dijo por su parte el ministro Rugy tras el encuentro. ■