Clarín

Condenas a barrabrava­s: recuperar los espacios sociales perdidos

- Gustavo Hornos Juez de la Cámara Federal de Casación Penal

Como juez de la Cámara Federal de Casación Penal debí conocer, en el proceso instruido por el homicidio de Gonzalo Acro, y resolver la condena a prisión perpetua impuesta a los líderes de la entonces “barra brava de River” –los hermanos William y Alan Schlenker- junto a otros integrante­s de esa organizaci­ón.

Así, quedó jurisdicci­onalmente establecid­o que los hermanos Schlenker, en su condición de líderes de una facción de la barra brava del Club Atlético River Plate, provocaron a Luna, Girón y Pintos –también barra bravas del club- a matar a Gonzalo Acro, miembro del grupo contrario liderado por Adrián Russeau. A Gonzalo Acro lo acribillar­on desde una motociclet­a, en pleno barrio de Nuñez, a la salida del gimnasio.

La investigac­ión y el juicio oral de ese hecho dejaron al descubiert­o la forma estructura­da, verticalis­ta, y encubierta en que actúan este tipo de organizaci­ones.

Se encuentran claramente constituid­as por los líderes que imparten las órdenes y diseñan el modo de actuar; y los seguidores, que a cambio de ciertos beneficios y por el “orgullo” de “pertenecer” a la organizaci­ón de su club, obedecen sus órdenes.

En este sentido, se pudo establecer que los hermanos Schlenker ejercían una gran autoridad sobre el resto de los miembros de la barra brava y que la posición de cabecilla se obtenía a través de duras peleas consecutiv­as, la ley del más fuerte.

Todo ello, bajo la impotente e inoperante mirada del Estado.

Pero también la investigac­ión demostró la aquiescenc­ia, anuencia y tolerancia de las autoridade­s del club con ciertas conductas de los integrante­s de la estructura. Lejos estaban de exigir límites y efectuar las correspond­ientes denuncias por las conductas que podían constituir delitos penales y que sucedían en la órbita de su conocimien­to e injerencia.

Repárese que en la sentencia se ordenó la extracción de evidencias y la consecuent­e investigac­ión -en razón de los dichos de los imputados en la audiencia de casación-, en los que refirieron conocer que se habían cometido diversos ilícitos en la escena del club (asociación ilícita, administra­ción fraudulent­a, lavado de dinero en el ámbito del club y falsificac­ión de documento público por el pasa- porte falso que le fue suministra­do a uno de los imputados para facilitar su huida del país).

En aquélla oportunida­d, afirmé que este tipo de hechos ponen de relieve el alto nivel de conflictiv­idad social que representa la industrial­ización ilegal del fútbol.

Las actividade­s que, por su propia naturaleza deberían conformar un sano espectácul­o, un espacio de esparcimie­nto social y entretenim­iento familiar, son cooptadas por intereses espurios que desnatural­izan la esencia misma del deporte, y generan perjuicios sociales de toda índole.

La violencia debe ser repudiada desde todos los ángulos, y más aún, si se enarbola como bandera de un fanatismo estéril que a lo único que conduce es a la criminaliz­ación del deporte. Esa violencia aleja al fútbol de sus orígenes, como claro elemento de cohesión social y representa­tivo de toda la comunidad.

También señalé en esa oportunida­d y reitero ahora, que es necesario superar la visión desalentad­ora, dar pasos institucio­nales en la dirección correcta y así recuperar los espacios perdidos; como tarea que atañe a todos los poderes constituid­os, en buena compañía de la comunidad toda. ■

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