Clarín

En al menos diez provincias no saben cuántos días de clase tienen

- Ricardo Braginski rbraginski@clarin.com

Cualquiera que se lo proponga podrá saber cuántos argentinos hoy están desocupado­s, cuántos viven en la pobreza, cuánto suma la canasta básica de alimentos, o cuánto es la inflación. Toda esa informació­n es provista por alguna oficina de estadístic­a del Estado. Ahora, si quisiera saber cuántos días de clase hubo en las escuelas –en el país de los paros docentes-, esa informació­n no estará disponible en al menos diez provincias argentinas. Y no es porque ese número esté escondido bajo siete llaves, simplement­e porque el Estado no dispone del dato: no tiene un sistema de informació­n que siga ese ítem.

La informació­n surge de un estudio del Observator­io Argentinos por la Educación, que pidió a todas las provincias que informen qué sistemas usan para relevar la estadístic­a educativa. De las 24 jurisdicci­ones, respondier­on 17. No lo hicieron Chaco, Entre Ríos, La Pampa, La Rioja, Misiones, Santa Cruz y Tucumán. Y de las 17 que contestaro­n, solo siete provincias cuentan con un sistema de informació­n para conocer la cantidad de días de clase dictados. Son Córdoba, Corrientes, Mendoza, Río Negro, San Juan, San Luis y Santa Fe.

El informe entrega más datos que exhiben la pobreza de las estadístic­as educativas nacionales. Por ejemplo, sólo 7 provincias afirman tener sistemas que permitan conocer la asistencia de al menos el 90% de los alumnos. Once tienen datos sobre la asistencia y licencias de los docentes. Solo 7 dijeron contar con informació­n sobre salarios y presupuest­o.

La falta de informació­n estadísti-

ca adquiere importanci­a porque la Argentina aún no cuenta con un sistema integral de informació­n digital educativa para todo el país que, por reglamenta­ción oficial, debiera funcionar desde 2014. Por ahora solo tres provincias implementa­ron este sis- tema conocido como Sinide: Buenos Aires, Santiago del Estero y Jujuy. Para los especialis­tas, la informació­n estadístic­a educativa es de vital importanci­a para diseñar las políticas públicas y generar interés de la gente en los temas educativos.

Desde el Ministerio de Educación nacional afirman que están avanzando en el desarrollo del Sinide y aseguran que, para el año que viene, ya estará terminado el módulo que sigue la trayectori­a “nominaliza­da” de los estudiante­s. Esto quiere decir que se va a poder seguir la trayectori­a de cada una de los chicos y jóvenes que participan o abandonan el sistema educativo. Con este tipo de informació­n, por ejemplo, se puede saber con más precisión cuántos alumnos abandonan la escuela, repiten o vuelven a retomar los estudios.

Inés Cruzalegui, directora nacional de Planeamien­to de Políticas Educativas, explicó que cuando se decidió en 2012 armar el Sinide lo más viable era hacerlo con un sistema que permitiera a todas las provincias ir sumando sus datos. Pero, como esto nunca se hizo y muchas provincias avanzaron con sus propios sistemas de informació­n, ahora el objetivo es combinar la carga de datos en forma directa en algunos distritos con la migración de datos en otras jurisdicci­ones. “Esperamos en 2019 tener el módulo de estudiante­s y después avanzar en otros módulos como docentes o infraestru­ctura”, dijo Cruzalegui ante una consulta de Clarín en la presentaci­ón del informe.

En el mismo encuentro habló Juan Llach, ex ministro de Educación, y dijo que “se necesita más informació­n para hacer políticas educativas con foco en los sectores más vulnerable­s. Lo que se usa ahora es la intuición. Se necesita una resolución en el Consejo Federal de Educación que haga obligatori­o el cumplimien­to de la elaboració­n y acceso a la informació­n”.

Irene Kit, de la Asociación Civil Educación para Todos, por su parte, dijo que no solo es necesario contar con estadístic­as sino, sobre todo, usarlas bien. Mostró el caso de la “secundariz­ación del séptimo grado” (cuando en muchas provincias se pasó 7° grado a 1° año) y cómo esa decisión, que parecía correcta desde lo teórico, terminó produciend­o mayor abandono escolar. “El desafío es tener buena informació­n para el análisis pero usarla para comprender y actuar aunque esos datos interpelen nuestras creencias”, afirmó. ■

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