“LOVE”, EL DISCO DE BUBLÉ
El cantante vuelve a los standards, en un álbum de impecable factura, aunque por momentos algo anodino.
El cantante canadiense vuelve a los standards, en un álbum de impecable factura, que suena fantástico.
“Love”, de Michael Bublé Voz Michael Bublé Arreglos, piano y teclados David Foster Piano Alan Chang Guitarra Dean Parks/Graham Dechter/Michael Thompson Batería Peter Erskine Warner Music
Michael Bublé canta bárbaro. Y además, tiene onda. Él mismo se encargó de dejarlo en claro por este lado del mundo en su primera visita a la Ar- gentina, en 2008, cuando puso al Gran Rex a sus pies haciendo gala de sus sobradas dotes de crooner en plan de gran entretenedor.
En ese entonces, el cantante canadiense llevaba publicados cuatro álbumes, y estaba en plena etapa de consolidación de su propio espacio en ese amplio corredor que separa -y une- al pop y el jazz, o al revés.
Una década más tarde, Bublé deja en evidencia, en Love - su décimo trabajo-, que el paso del tiempo no fue en vano, y que además de aprovecharlo para casarse con nuestra Luisana Lopilato y juntos construir una familia que en julio de este año sumó a Vida a sus otros dos hijos, Noah (2013) y Elias (2016), lo invirtió en cultivar sus atributos hasta lograr una envidiable madurez artística.
Desde ese piso -alto-, Bublé aborda en su nuevo disco una decena de standards, más un par de composiciones recientes y un tema de Kris Kristofferson, equidistante de aquel pasado marcado por las piezas de Rodgers & Hart y Edward Heyman, y su propio presente o el del ascenden- te Charlie Puth. Y lo hace, como en el álbum con el que debutó en las grandes ligas allá por 2003, con David Foster al frente de los arreglos y la producción.
El resultado, finalmente, es impecable. Tanto el desempeño vocal de Bublé como el entramado orquestal de Foster rozan la perfección. El comienzo orquestal de When I Fall In Love - tema que inaugura el álbum-, y el ataque del cantante, ponen la vara en un nivel de calidad que jamás decae, hasta el mismísimo final de Where Or When, que se pierde en el silencio con la voz de Bublé dando su nota más larga posible.
Pero, al mismo tiempo, esa misma perfección por momentos anestesia la atención y deja a piezas inmortales como La Vie En Rose, con Cécile McLorin Salvant como invitada, o a la archiconocida Unforgettable a un injusto plano de música de fondo para una fiesta más o menos animada.
Es que, al fin de cuentas, si la cosa pasa por encontrar nuevas maneras de decir lo ya conocido, como Branford Marsalis declaró en este mismo diario hace unos días, en Love, Bublé sólo lo logra plenamente en su encendida versión de My Funny Valentine y en la bella When You’re Smiling.
No obstante, sería absurdo no admitir que las interpretaciones de I Only Have Eyes For You o Such A Night están a la altura de otras grabaciones ilustres de esos temas. Sólo que en este caso sí, no es mucho más que más de lo mismo. Que suena, por supuesto, de manera fantástica.
Y cuya falta de “sorpresa” le da, por contraste, un mayor relieve a los dos puntos sobresalientes del álbum, que coinciden en ser los de más reciente factura. El primero, Love You Anymore, una balada de guitarra al frente, compuesta por el veinteañero Puth, quien se suma en los coros; el segundo, Forever Now, otra balada, que bien podría haber escrito el tándem Elton John/Bernie Taupin, pero que firma Bublé y que nada debería impedir que se instale en el escalón de las grandes canciones de amor. ■