El Horóscopo chino, hecho baile
Se presentó con gran despliegue y calidad la compañía China Oriental Performing Arts Group.
Los doce signos del zodíaco chino Elenco: China Oriental Performing Arts Group. Director: Shen Chen Teatro: Coliseo, M.T. de Alvear 1125, 26 y 27 de noviembre. El China Oriental Performing Arts Group llegó por primera vez a la Argentina con dos presentaciones previstas en Buenos Aires; el estreno fue el lunes 26 y ayer martes 27 fue la segunda y última función de su más reciente producción, inspirada en los doce signos del zodíaco chino.
Como se sabe -el mundo occidental consume ávidamente y desde hace tiempo esta vertiente de la astrología oriental-, cada signo se corresponde con un animal distinto y real (excepto el dragón), y con estos animales se asocian virtudes y características de hombres y mujeres de acuerdo al año en que hayan nacido.
Quienes recuerden las visitas a Buenos Aires, hace muchos años, de la extraordinaria Ópera de Pekín -que no era una compañía de ópera en el sentido occidental, sino una especie de revista con números de danza, música, pantomima y acrobacia- seguramente reencontrarán en estos finísimos y excelentemente bien preparados intérpretes de la compañía actual, y también en cier- ta estética del espectáculo, mucho de aquellas bellas producciones de la Ópera de Pekín que parecían mantenerse muy fieles a las tradiciones artísticas chinas; al menos hasta donde podía percibirlo un espectador occidental.
No es exactamente así en Los doce signos del zodíaco: la sonoridad de músicas e instrumentos europeos y americanos marcan fuertemente el carácter de la obra, en particular en ciertas escenas que posiblemente el director y coreógrafo Shen Chen quiso que fueran muy imponentes. Vinculado a esta espectacularidad aparece la inclusión de imágenes virtuales en movimiento en gran escala y efectos lumínicos del mismo carácter.
Pero éste es sólo un aspecto de Los doce signos, porque mayor peso y calidad artística tienen las ingeniosas coreografías, muy distintas entre sí y algunas particularmente graciosas y encantadoras como las de las ratas y los perros; o muy líricas, como las de las serpientes, ovejas, conejos y gallos; o poderosas y contundentes como la de los bueyes con la que se inicia la obra y que es una construcción perfecta desde el punto vista del diseño del espacio y de la rica simplicidad –valga la paradoja- de los movimientos.
Los efectos tecnológicos sofisticados, pero en cierta forma estridentes, se atraviesan innecesariamente en el camino de las hermosas ideas coreográficas; e innecesariamente porque una de las escenas más absolutamente despojadas de todos esos elementos grandilocuentes, la de las ratas, fue a la vez de las más aplaudidas por el público que colmó la sala del Teatro Coliseo. ■