Clarín

Sentirse en el centro del mundo

- Ricardo Roa

Nunca antes hubo aquí tantos poderosos juntos. Ni semejante despliegue de fuerzas de seguridad: la Ciudad estará poco menos que amurallada y los vecinos de la Ciudad poco menos que prisionero­s salvo que sigan el consejo de la ministra Bullrich y se vayan.

Serán dos días en que no dejaremos de estar en los arrabales del mundo pero vamos a sentir que estamos en el centro del mundo. Las verdaderas estrellas serán, como siempre, los jefes de las grandes potencias, sobre todo de dos grandes potencias: Estados Unidos y China. Y sobre todo porque están envueltos en una guerra comercial que tiene al mundo bailando alrededor de ellos.

Y habrá una más, que acaba de colarse en el escenario por las peores razones: Mohamed bin Salmán, príncipe heredero y hombre fuerte de Arabia Saudita. Tiene 33 años y maneja una cantidad de petróleo que mete miedo. Pero no es esa la razón. La razón es una salvajada casi a la vista de todo el mundo: agentes secretos de su país torturaron, mataron y descuartiz­aron en el mismísimo consulado de Estambul a un periodista opositor.

Exiliado en los Estados Unidos, Jamal Khashoggi había ido a buscar documentos para casarse con su novia turca, que se quedó en la puerta y lo esperó hasta la madrugada. Khashoggi pertenecía a una familia de notables saudíes y había sido director de periódicos y de cadenas de TV. Toda su culpa fue criticar a Salmán.

Human Rights Watch, una organizaci­ón defensora de los derechos humanos, lo denunció y pidió que lo metan preso. Por Khashoggi y por el genocidio en Yemen. ¿Qué hizo el juez Lijo? Se sacó esa brasa caliente con las armas de la Justicia: pidió informes afuera y acá para precisar el carácter de los de-

Durante dos días los más poderosos estarán acá. Oportunida­des y riesgos para la Argentina

litos, descartar que esté siendo buscado por la Justicia de otro país y chequear si Salmán cuenta con inmunidad diplomátic­a. Salvo la última respuesta, las otras le llegarán cuando el Príncipe se haya ido. Nada de repetir el despropósi­to del ex camarista Freiler, que siendo fiscal pidió la detención del presidente Bush cuando visitó la Argentina.

El G20 es una caja de resonancia de los grandes temas de la agenda global pero pocas veces es una caja que produce resultados. Hay desacuerdo­s muy fuertes. Lo que nunca o casi nunca le falta son protestas y protestas violentas. Para el Gobierno, un objetivo es que se desarrolle lo más normalment­e que sea posible. Otros objetivos: que se firme un documento final y cosechar resultados en los contactos bilaterale­s.

Hasta ahora la mini cumbre más importante que se perfila es la de Macri con Xi Jinping. Habrá que ver qué pasa con las compras chinas, el financiami­ento de obras de infraestru­ctura como la central nuclear y el otorgamien­to de otro swap que engrose las reservas. Pocos están invirtiend­o en la Argentina y el mensaje puede ser importante. Y marcaría que el país puede sostener buenas relaciones tanto con Pekín como con Washington.

Otra bilateral clave es precisamen­te con Trump, reacio a que otros firmen convenios con China y capaz de manifestar­lo. También importan los encuentros con los europeos: muchos razonan en función del Acuerdo Mercosur-Europa, que nunca termina de salir del pantano. No se sabrá qué piensa Bolsonaro: prefirió no venir con Temer.

Es de cajón esperar lo que espera todo el mundo, incluido el batallón extranjero: que no repitamos el River-Boca. ■

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